Daniella estaba fregando los platos del fregadero, que nadie había tocado durante todo el fin de semana, cuando Chrysteen volvió de la otra punta de la carretera con un periódico. Se turnaban para poder leer el periódico a diario, si bien apenas respetaban el orden que pactaron la primera semana de convivencia y a pesar de que Daniella lo había escrito en una hoja que había pegado con cinta adhesiva en un armario de la cocina, donde ondeó con la corriente de aire que entró por una ventana abierta para recibir a Chrysteen. Maeve prefería el Guardian y Duncan el Times, mientras que Daniella se decantaba por el Independent. Chrysteen solía comprar aquel que hiciera más tiempo que no leían, por lo que hoy debería haber traído el Independent, de modo que Daniella se quedó desconcertada al verla llegar con un diario sensacionalista o, peor aún, el Beacon.
—¿No quedaba otro? —preguntó.
—Pensé que te interesaría leerlo.
—Espero que no me guste —dijo Daniella antes de ver el titular de portada—. No es…
—Lo es, lo sabes.
PROTECTOR DE NIÑOS POSEE PORNO INFANTIL
En una redada de madrugada efectuada en la casa de Norman Wells, el director de la Sociedad Benéfica de Niños, la policía incautó material pornográfico obtenido de Internet que exhibía menores incluso de seis años.
La policía registró, asimismo, las oficinas de la organización benéfica, que al cabo del año recibe millones de libras de los donantes. Se llevaron los ordenadores y discos que allí encontraron.
Wells se encontraba de gira con el tour de este año de la Sociedad Benéfica de Niños, que invita a los padres a llevar a sus hijos pequeños para que participen en el espectáculo. La policía se muestra ansiosa por interrogarlo. Ha confirmado que Norman Wells no ha sido visto desde la actuación de la Sociedad Benéfica de Niños de la pasada noche en Reading. Solicita que quien pueda conocer su paradero se ponga en contacto.
—No puedo creerlo —dijo Daniella.
—Yo tampoco. Mi padre dice que puede distinguir a un pedófilo sólo con mirarlo, y que después sólo necesita alguna prueba para perseguirlo; pero dona dinero a la Sociedad Benéfica de Niños y ha asistido a algunas de las actuaciones. Una vez me llevó de pequeña y dejó que Norman Wells me llevara al zoológico.
—Eso significa…
—Mi padre también puede equivocarse, ¿no? Quizá no supo verlo porque el señor Wells era alguien demasiado cercano a él.
—Cuando digo que no puedo creerlo me refiero a que realmente no me cabe en la cabeza. Es demasiado… quiero decir, le he visto hace poco.
—Por eso te he traído el periódico.
—A lo que te voy, Chrysteen, cuando le vi sentí que algo iba mal.
—Y ahora lo hemos comprobado.
—No me refiero a eso. De verdad creo que no es capaz. Estaba asustado.
—Asustado de que lo descubrieran, querrás decir. Debía de saber que la policía le seguía la pista.
—No, tenía miedo de que alguien lo viera hablando conmigo. Intentó deshacerse de mí cuando fui a hablar con él.
—Quizá temía que pudieras desenmascararlo. Se imaginaría que lo estabas investigando y que por eso querías hablar con él.
—¿Pero por qué demonios iba a pensar eso Norman, Chrysteen?
—No lo sé, de eso estoy segura.
—Claro, porque no estuviste allí. Confía en mí, no es nada de lo que crees.
—De acuerdo, pero me pregunto por qué te empeñas en defender a un tipo como él.
—No me empeño. Intento ordenar todo este puzle pero no me estás ayudando demasiado.
—Vale, lo siento. Si hubiera sabido que te ibas a poner así no habría comprado el periódico. No es culpa mía si publican cosas con las que no estás de acuerdo.
—No te enfades —le pidió Daniella tornándole de la mano en señal de amistad—. No pienso dejar que toda esta mierda me quite a mi mejor amiga.
—Entonces así será.
—Entiende que tenga los nervios un poco crispados después de, bueno, ya sabes, todo lo que ha pasado.
—Yo estaría igual.
Después de darse un abrazo breve pero reconciliador, Daniella tiró el Beacon sobre la mesa.
—Lo que pasó con Norman Wells —dijo— es que sabía que yo quería hablar con él sobre papá.
—Podría ser.
—¿El qué, Chrys?
—Quizá tu padre sospechaba de él. ¿Alguna vez tu padre te dejó sola con él?
—No, pero es que tampoco me hubiera dejado sola nunca. Que yo sepa, nunca quiso deshacerse de nosotras. Al contrario que Blake. Creo que mi padre lo llamó para decirle que yo ya estaba saliendo con otro.
—¿Y por qué iba a hacer algo así?
—Puede que porque aquella noche me quería solo para él. Debía de venir a decirme que sus negocios iban mal.
—¿Por qué no te dijo simplemente que quería hablar contigo a solas?
—Vete a saber. Igual hasta que no se emborrachó no se decidió a venir ni a llamar a Blake. Ahora no voy a pensar en sus motivos. Lo que no puedo quitarme de la cabeza es lo de Norman Wells.
—¿Por qué, Danny? ¿Por qué te preocupas por él?
—Porque no… No estoy segura de si… —Daniella giró el periódico hacia sí y apartó la mano, manchada con la tinta de la anodina y ambigua fotografía de Norman Wells—. No es que esto signifique mucho. Encontraron pornografía en su casa pero… ¿cómo saben que era de él?
—¿De quién iba a ser?
—¿No estaba casado?
—Sí, pero se separaron después de que asesinaran a su hija, que, por otro lado, no fue solo asesinada. Se supone que por eso fundó la Sociedad Benéfica de Niños, porque quería intentar salvarlos de cosas así, solo que después iniciaron todo tipo de acciones de defensa. Ahora me preguntó quién fue el verdadero asesino.
—Yo pensaba que el que lo hizo se suicidó ahorcándose en la cárcel.
—Sí, antes de que su caso saliera a la luz pública.
—Aun así, habrían conseguido alguna prueba, ¿no crees?
—Del mismo modo tiene que haber algo que implique a Norman Wells.
—¿Por qué? ¿Solo porque ha salido en el periódico? No se puede llegar a esa conclusión solo por eso, Chrys, sobre todo cuando lo dice el Beacon. La mayoría de las veces lo que pone es lo que a Bill Trask le gustaría que fuera la verdad.
—No querría que esa fuera la realidad de Norman Wells si fueran amigos, ¿no te parece?
—No sé hasta qué punto son amigos. El hecho de que ambos asistieran al funeral de mi padre no los convierte en íntimos.
—Muy bien, ¿por qué no llamas al señor Trask y averiguas lo que sabe?
—Pienso hacerlo —dijo Daniella, que se puso a hojear rápidamente el Beacon, cuyo olor a papel reciclado le colapsó las fosas nasales hasta que dio con el número. Antes de terminar de marcarlo cayó en la cuenta de que no estaba del todo segura de por qué había empezado: ¿Porque esperaba demostrar que el periódico se había equivocado con alguien a quien prefería antes que a Bill Trask o porque se sentía consternada por no haber calado antes a Norman Wells? Antes de llegar a una conclusión oyó que la resuelta y enérgica recepcionista contestaba:
—Beacon.
—¿Podría hablar con Bill Trask? Soy Daniella Logan.
—¿Quién, perdón?
—La hija de Teddy Logan.
La pausa que se produjo a continuación le hizo preguntarse si tendría que volver a identificarse otra vez.
—Por favor, espere un momento —dijo la recepcionista antes de ponerle la marcha de Elgar de siempre. Varios golpes de platillos después, la recepcionista dijo:
—El señor Trask está reunido. ¿Desea hablar con otra persona?
—El que escribió el artículo sobre Norman Wells.
—Se refiere a Eleanor Donnelly. —Volvió a sonar la marcha, imparable; Daniella empezó a pensar que ya le habían proporcionado toda la información que podría esperar cuando la recepcionista añadió—: En seguida le paso.
Lo siguiente que oyó fue un carraspeo agudo que le reveló que ahora hablaría con una mujer de voz chillona.
—Disculpe, ¿podría repetirme su nombre?
—Daniella Logan.
—Había oído bien. —La periodista empezó a hablar más despacio y más bajo—. Me impactó profundamente su desgracia. Espero que leyera mi tributo.
—Creo que no.
—Como titular puse «Brilla, brilla, creador de estrellas».
—Ojalá hubiera podido leerlo.
—Quizá pueda.
—El consuelo de la periodista sonó demasiado artificial, y Daniella lamentó haberle dado pie a ofrecérselo.
—En fin, —dijo Daniella—, llamaba para preguntar por un amigo suyo.
—Estoy segura de que le brindó su amistad a todos lo que pensara que la merecían. Supongo que a veces incluso él se podía equivocar.
—Puede.
—Por ejemplo, en el caso de quien ambas tenemos en mente.
—Se refiere a Norman Wells.
—Me habían dicho que llamaba por él. Por favor, no piense que pretendo criticar a su padre. Todo el que pueda verse involucrado en cosas como los asuntos de Wells aprende a ocultar lo que es a la gente normal, incluso a su propia familia.
—¿Qué asuntos son esos exactamente?
—De verdad que me gustaría no tener que decirlo. Pienso que un padre responsable debería avisar a sus hijos en cuanto estos son lo bastante mayores para entender las cosas.
—Es lo que hacía —le aseguró Daniella, recordando que apenas entendía lo que su padre le contaba cuando tenía cuatro años—. Considero que se han publicado cosas que no deberían haber salido a la luz por medio de su sucedáneo de periódico.
—Tenernos el deber de informar a nuestros lectores de todo cuanto deban estar al corriente.
—Pero podrían haber sacado cosas que los niños no deberían ver.
—Puede estar segura de que no hemos publicado la mierda que Wells guardaba en su casa. Ninguna publicación legal lo hubiera sacado, y mucho menos un periódico familiar.
—¿Usted lo ha leído?
—Espero no hacerlo. Sé muy bien lo que debe de haber salido. ¿Puedo preguntarle…?
—¿Cuándo le informó la policía?
—¿De qué, señorita Logan?
—Dígamelo usted. ¿Avisaron de que iban a efectuar una redada en su casa?
—Estoy segura de que me comprende si le digo que no puedo dar esa clase de información, y debo añadir que no entiendo la finalidad de la pregunta.
Daniella intentaba descubrir todo cuanto pudiera con la esperanza de sacar algo en claro.
—Imagino que le dijeron que le estaban siguiendo la pista.
—Tengo que escribir un artículo, de modo que a menos que tenga algo más que añadir…
—Sí, tengo otra pregunta. ¿Por qué publicó la historia antes de su captura?
—Porque todavía no lo han atrapado.
—No le sigo.
—Porque la gente necesita andar sobre aviso, en especial los padres que puedan haber confiado en él.
—¿De quién fue esta brillante idea?
—¿Perdón?
—Se le debió de ocurrir al señor Trask, ¿me equivoco?
—Lo siento, no… Aguarde un momento.
Si Norman Wells hubiera sido su amigo, ¿el director del periódico hubiera publicado ese artículo para avisarlo de que debería ocultarse, por muy atípico del Beacon que eso fuera? Daniella comprendió que no podía decirle algo así a la periodista cuando esta volvió a ponerse:
—¿Daniella? Bill Trask.
—¿Por qué atacas a mi periodista?
—Quiero saber por qué has publicado tan pronto el artículo sobre Norman Wells.
—¿Por qué?
—Sí, por qué.
—No, yo te lo pregunto.
—Porque… porque le he visto hace un par de días.
—Gracias a Dios que sólo le has visto. Gracias a Dios que no eras una niña pequeña.
—No me sentí amenazada en absoluto. Si alguien lo estuvo…
—Por el amor de Dios, ¿cómo puedes…? Ah, perdona. No debes de saber todavía las últimas noticias.
—¿Qué noticias?
—Para contestarte primero a tu otra pregunta, lo publicamos porque nos aconsejaron que lo hiciéramos.
—La policía.
—¿Quién si no? —dijo antes de añadir en tono más lúgubre: Poco se puede discutir sobre el tema cuando la realidad se impone.
—¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?
—Nuestro amigo, que no era tal para nadie, ha muerto.
—Te refieres a que…
—Lo que no nos estamos atreviendo a decir claramente es que lo han asesinado.
Daniella pensaba que Bill le diría que Norman se había suicidado, pero aquello era mucho peor.
—No parece que te afecte mucho.
—No pienso fingir que lo lamento.
—¿No crees que asesinarlo es demasiado? No sabemos si alguna vez hizo algo peor que coleccionar esas fotografías.
—Oh, claro que lo sabemos. —El director del periódico suspiró, bien por la información que poseía o por Daniella, y añadió—: Aparecerá en todos los medios en cuestión de horas, así que es mejor que estés preparada. Quien tratara con él debió de darse cuenta de a qué se dedicaba demasiado tarde para poder detenerlo. Wells había matado al hijo de Alan Stanley.