PRESENTACIÓN

El relato de terror posee un linaje distinguido en la literatura estadounidense.

Tiene sus raíces en los tormentos a los que se ven sometidos los personajes de los relatos de Poe, y después de King sigue renovándose con autores como Thomas Ligotti y Neil Gaiman. La obra de Richard Matheson es un eslabón destacado de esta rica tradición.

Las historias de Matheson expresan los temores y angustias de una generación que vivió la Segunda Guerra Mundial en su juventud. El horror ancestral y metafísico de Lovecraft se desplaza y cede protagonismo al terror cotidiano: la desolación que provoca un mundo complejo y agresivo; la paranoia y la claustrofobia que florecen en situaciones domésticas y cotidianas, y también la desconfianza en una tecnología que, en relatos como “Nacido de hombre y mujer”, es capaz de producir monstruos, unos monstruos muy distintos a los creados por el doctor Frankenstein en su intento de reemplazar al Creador. El doctor Frankenstein quiso ver al hombre en el monstruo; en cambio, los monstruos de Matheson alarman porque son muy distintos del hombre. Esta forma de terror alcanzó su máxima popularidad en la obra de Stephen King, que afirmó: «Sin Richard Matheson, yo no estaría aquí. Él es mi padre, tanto como Bessie Smith fue la madre de Elvis Presley». King desenfunda elogios sobre sus colegas con facilidad, pero esta afirmación se refrenda en su obra: un gran número de temas y perspectivas puede rastrearse sin dificultad de un autor al otro.

Richard Burton Matheson nació en Allendale, una localidad de Nueva Jersey, en 1926. Sus padres pertenecían a la oleada de emigrantes europeos que llegaron a la tierra prometida en las primeras décadas del siglo pasado, en este caso desde la lejana Noruega. Pronto se separaron, y Richard pasó su infancia y adolescencia en Brooklyn, el distrito neoyorquino de los inmigrantes. A los dieciocho años, tras su formación profesional, el Ejército lo llamó a filas; recibió heridas en combate y fue licenciado. Estudió periodismo en la Universidad de Misuri y, ya graduado, ingresó en el entonces floreciente mercado de las revistas de ciencia ficción, junto a una generación de prolíficos cuentistas en la que se contaban, entre otros, Philip K. Dick, Robert Sheckley y Robert Silverberg.

Las dos primeras novelas de corte fantástico de Matheson, Soy leyenda (1954) y El hombre menguante (1956), son ejemplares por la sencillez de la idea y el planteamiento —el hombre único, acosado por un entorno extraño, que sufre una alienación cada vez más profunda y perturbadora— y están ambientadas en un mundo no muy distinto de aquel en el que vivía el hombre de a pie. Hollywood y la televisión no tardaron en descubrir el atractivo de sus textos, de fuerte contenido visual, en los cuales se sumerge al hombre común en circunstancias extraordinarias.

Reflejan con precisión el clima opresivo de la Guerra Fría, así como las amenazas del holocausto nuclear y de una tecnología que oculta un poder siniestro, elementos que encuentran un hábitat natural en el cine fantástico. Matheson aprovechó la oportunidad que se le brindaba y se volcó en el más lucrativo trabajo de plasmar su imaginación en forma de guiones. Sus colaboraciones con Roger Corman y Rod Serling lo convirtieron en una figura respetada en el ambiente de Hollywood, pero también transformaron sus relatos. La etapa más prolífica de su producción literaria, en la que exploró todas las vertientes del fantástico, se cerró cuando volvió los ojos hacia el cine y la televisión. De todas formas, de aquellos años nos legó una variedad de historias que, muchas veces bajo la forma de ciencia ficción, mostraban al hombre en un entorno hostil, atrapado por sus propias limitaciones e incapaz de comprender lo que sucede.

A Matheson no le gusta que lo definan como un escritor de ciencia ficción ni de terror, y de hecho declaró que haría todo lo posible por borrar los límites entre los géneros. Se lo suele identificar con el fantástico, pero no han sido escasas sus historias de otro tenor, como The Beardless Warriors (1960), una novela autobiográfica sobre adolescentes en el campo de batalla, o Journal of the Gun Years (1991), la más celebrada de sus historias del Oeste, género que abordó ocasionalmente en las últimas décadas. El policíaco y el suspense son géneros también presentes en su obra, y ha obtenido premios y reconocimiento en todos estos ámbitos. Después de tres décadas de dedicarse principalmente a los guiones, algunos basados en sus relatos previos, Matheson volvió a la literatura en la década de los noventa, pero eludió el género fantástico y se centró en la novela de suspense y del Oeste.

La distancia que mantuvo en las últimas décadas con los géneros del amplio abanico del fantástico tuvo como consecuencia que, hasta hace poco, hubiera que penar rebuscando en librerías de viejo para cazar alguna de sus agotadísimas colecciones de cuentos en nuestra lengua. La presente edición nos permite disfrutar de todos los cuentos de esa voz del fantástico que, de manera incisiva y clara, captó la inquietud y la zozobra que provocaron los cambios que sobrevinieron a la Segunda Guerra Mundial, la contienda que enterró definitivamente la idea de progreso indefinido y de la tecnología como herramienta infalible.

Matheson supo advertir antes que nadie que todo lo que nos rodea puede convertirse en una amenaza y que nosotros también podemos ser los monstruos.

LUIS PESTARINI