Ha pasado algún tiempo (quince años, para ser exactos) desde que se publicó una recopilación de (todos) mis relatos en un (gran) volumen de Dream/Press (nombre que se creó cuando le pedí al editor que lo cambiara; antes se llamaba Scream Press).
Eso significa que han pasado treinta y cuatro años desde que (con algunas excepciones, cuando tuve algo de tiempo y ganas) mi último cuento, “Duelo”, se publicó en Playboy. No tardó en convertirse en un telefilme excelente cuyo guión escribí y que dirigió un jovencísimo director novel llamado Steven Spielberg.
Desde 1970, mis ganas de escribir cuentos han sido más o menos las mismas: nulas. Repito: no porque sintiese que había conquistado la forma del relato breve y quisiera avanzar creativamente. Nada más lejos de la realidad. Le profeso un enorme respeto al formato. Siempre ha sido un reto complejo y exigente, y sus cultivadores se cuentan entre los escritores más brillantes de todos los tiempos.
No puedo asegurar por qué lo he dejado atrás, pero el hecho de que haya saltado de un género a otro —incluidos el de novelas del Oeste y el de la metafísica— es síntoma de una mente inquieta o de la incapacidad de trabajar en áreas concretas durante periodos prolongados. No obstante, me dediqué a la fantasía y la ciencia ficción durante dos décadas, y luego avancé —o debería decir que me mudé— a otros formatos; en los últimos siete u ocho años, al teatro. (En el momento de escribir esto, ninguno de estos textos ha sido puesto en escena, aunque hay uno que está cerca de conseguirlo. Cruzo los dedos creativos).
Uno de los ámbitos que más me ha atraído en los últimos quince años ha sido la metafísica. Preparé un libro de citas titulado The Path que consistía básicamente en una recopilación de citas de mi candidato a metafísico del siglo XX (y más allá), Harold W. Percival, cuyo ensayo Thinking and Destiny contiene todas las verdades metafísicas que suscribo hasta hoy. Y mucho más.
También preparé los textos de un libro titulado A Primer of Reality, que consiste básicamente en una recopilación de citas de una pléyade de hombres y mujeres importantes sobre el tema de la realidad.
Una novela titulada Hunted Past Reason completa lo que (con mis limitaciones) tengo que decir sobre la realidad. No tengo ninguna idea para relatos cortos sobre ese tema.
Señalo todo esto para explicar por qué mis cuentos escogidos (que se reeditan ahora en tres cómodos volúmenes en Gauntlet Press) siguen siendo, en a práctica, mis únicas obras de ese género.
¿Estará aún don Paranoias agazapado en mi cabeza, ahora que todos mis hijos son mayores y viven una vida próspera? En cierto modo espero que sí. A mis setenta y siete años no he conseguido sentir ningún tipo de paz interior con el mundo exterior. Tampoco es que sea fácil, habida cuenta de lo mal que van las cosas tanto en el país como en el resto del mundo. Pero sí creo que ahora miro más hacia el interior. Sin lugar a dudas, nosotros somos la mayor amenaza de nuestra propia vida.
Sin embargo, la descripción de mi estado mental cuando se escribieron estos cuentos sigue siendo adecuada y no necesita revisión. Don Paranoias funcionaba a toda máquina en aquellos tiempos.
RICHARD MATHESON
Septiembre de 2003
Los Ángeles (California)