Clic.
Sss, sss, sss.
—¿Todo listo, sargento?
—Listo.
—Vale. Esta grabación se realiza el día 15 de enero de 1954, en la comisaría del distrito veintitrés…
Sss.
—… en presencia del inspector James Taylor y, eh, del sargento Louis Ferazzio.
Sss, sss.
—Nombre, por favor.
—¿Eh?
—¿Cómo te llamas, hijo?
—¿Que cómo me llamo?
—Vamos, hijo, queremos ayudarte.
Sss.
—L… Leo.
—¿Qué más?
—No…, no s… Leo.
—Tu apellido, hijo.
—Vo… Vo…
—Vale, hijo. Tranquilo.
—V… Vogel.
—¿Leo Vogel?
—Sí.
—¿Dirección?
—Avenida J, número 2230.
—¿Edad?
—Tengo… casi… ¿Dónde está… mi mamá?
Sss, sss.
—Apáguela un momento, sargento.
—Voy.
Clic.
Clic.
Sss.
—Vale, hijo. ¿Estás mejor?
—S… sí. Pero ¿dónde…?
—¿Cuántos años tienes?
—Qui… quince.
—Vale, ahora dime, ¿dónde estuviste ayer desde las seis de la tarde hasta que llegaste a casa?
—Estuve… en… el cine. Mamá me dio… Me dio pasta.
—¿Por qué no te quedaste en casa a ver la tele con tus padres?
—Por… Porque…
—¿Sí?
—Los L… Lenotti iban a ver la tele con ellos.
—¿Solían ir a menudo?
—N… no. Era la primera vez que… venían.
—Ajá. Así que tu madre te mandó al cine.
—S… sí.
—Sargento, déle al chico un poco de café, y a ver si puede encontrarle una manta.
—Enseguida, jefe.
—Bueno, eh, hijo, ¿a qué hora saliste del cine?
—¿Hora? No…, no sé a qué hora…
—¿Dirías que sobre las nueve y media?
—Supongo. No sé… q… qué hora era. Pero…
—¿Sí?
—Nada.
—Bueno, viste la película solo una vez, ¿verdad?
Sss.
—¿Eh?
—La viste solo una vez. No viste la película dos veces, ¿verdad?
—No. No, solo una vez.
—Vale. Así que serían, eh…
Sss.
—… más o menos las nueve y media cuando saliste del cine. ¿Te fuiste a casa directamente?
—Sí… Bueno, no.
—¿Qué hiciste?
—Me tomé una Coca-Cola en…, en un súper.
—De acuerdo. Y después te fuiste a casa.
—S…
Sss.
—… sí, después me fui a casa.
—¿Estaba la casa a oscuras?
—Sí. Es que… nunca encendían las luces para ver la tele.
—Ajá. ¿Entraste?
—S… sí.
—Toma un poco de café, hijo, antes de que se enfríe. Despacio, despacio. No te atragantes. Eso es. ¿Estás bien?
—Si.
—Estupendo. Ahora… Ah, bien. Póngasela sobre los hombros, sargento. Así. ¿Mejor?
—Mmm.
—Vale. Sigamos. Créeme, hijo: a nosotros nos hace tan poca gracia como a ti. También lo hemos visto.
—Quiero ir con mi mamá. Quiero estar con ella. Por favor, ¿puedo…?
—Oh. ¿Qué he…? Bueno, apáguela, sargento. Tranquilo, chaval. No tendrá un pañuelo, ¿verdad? Toma. ¿La ha apagado, sargento?
—Oh, enseguida.
Sss, clic.
Clic.
—Cuando entraste, ¿notaste algo… extraño?
—¿Qué?
—Anoche nos dijiste que olía a algo.
—Sí. Era… Era… Olía raro.
—¿Lo reconociste?
—¿Eh?
—¿Olía a algo que conocieras, que hubieras olido antes?
—No. No era muy fuerte. En el… En el recibidor no.
—Muy bien. Y entonces entraste en el salón.
—No. No. Me fui a… Mamá. ¿Puedo…?
Sss, sss.
—Vamos, hijo, sé fuerte. Sabemos que lo has pasado mal, pero estamos intentando ayudarte.
Sss, sss, sss.
Entonces, eh, no entraste en el salón. ¿No se te ocurrió comentarles a tus padres lo del olor?
—O… oí que el aparato estaba encendido y…
—¿El aparato?
—La tele. Creí… Pensé que todavía la estaban viendo.
—¿Y?
—Y a mami no le gusta que… entre de golpe mientras están ahí. Así que subí a mi cuarto para no… Ya sabe.
—Molestarlos.
—S… sí.
—Vale. ¿Cuánto tiempo estuviste allí?
—Estuve… No lo sé. Una hora o así.
—¿Y?
—No… No se oía nada abajo.
—¿Nada en absoluto?
—No. Nada en absoluto.
—¿Y eso no te pareció raro?
—Sí. Bueno, pensaba que… tendrían que estar riéndose o hablando fuerte o…
—Había un silencio mortal.
—Eso, un silencio mortal.
—¿Bajaste entonces?
—B… bajé más tarde. Me iba a la cama. Creí que…
—Querías dar las buenas noches.
—Sí. Y…
Sss.
—¿Bajaste y abriste la puerta del salón?
—Sí… Sí.
—¿Qué viste?
—Vi…, vi… Oh, no puedo… Quiero estar con mi mamá. Déjenme en paz. ¡Mami!
—¡Chaval! Sujételo, sargento. ¡Tranquilo!
Sss, sss.
—Lo siento, chaval. ¿Te ha dolido? Tenía que calmarte. Te… Te entiendo, Leo. Nosotros también lo vimos. Nos mareamos y también lo pasamos muy mal…
Sss.
—Solo unas pocas preguntas más y te llevaremos con tu tía. Para empezar, la televisión. ¿Estaba encendida?
—Sí.
—Y… ¿olía a algo?
—Sí, como en el recibidor. Pero peor, muchísimo peor.
—Ese olor…
—Ese olor… a muerto. Peste a muerto. Como un montón de… muertos. No sé. De basura, de montones de basura.
—¿No hablaba nadie?
—No, no se oía nada. Solo la tele.
—¿Qué daban en la tele?
—Ya se lo he dicho.
—Lo sé, lo sé. Dínoslo otra vez, para que conste.
—Eran…, como he dicho…, solo letras. Letras muy grandes.
—¿Qué letras eran?
—Ce… Eh… Ce, o, eme, i, de, a.
—¿Ce, o, eme, i, de, a?
—S… sí. Letras grandes, como torcidas.
—¿Las habías visto antes?
—Sí, ya se lo he dicho. Salían en la tele todo el tiempo… No todo el tiempo, pero muchas veces.
—¿A tus padres nunca les extrañó?
—No. Decían… Pensaban que era una especie de anuncio, ya sabe.
—¿Y las imágenes que salían?
—No sé. Mamá decía… que eran para niños. Bueno, algunas.
—¿Qué eran?
Sss, sss, sss.
—Una especie de… bocas. Grandes. Abiertas, todas abiertas. No eran de p… persona.
Sss.
—¿Qué parecían? Es decir, ¿no sabías de qué eran?
—No. Quiero decir que… eran como… bichos, no sé, o no sé…, g… gusanos. Grandes. Todo boca. Bocas abiertas.
—Vale.
Sss.
—Has dicho, eh, que las letras se encendían y se apagaban, y cuando se apagaban, se veían las… bocas. ¿Y después otra vez las letras?
—Sí, eso.
—¿Y pasaba lo mismo todas las noches?
—Sí.
—¿A la misma hora?
—No. A distintas horas.
—¿Entre programas?
—No. En cualquier momento.
—¿Era siempre en el mismo canal?
—No. En todos. Daba igual cuál estuviera puesto, siempre lo veíamos.
—Y…
—Quiero irme. ¿Puedo…? ¡Mamá! ¿Dónde está? Quiero estar con ella. Mamá.
Sss, clic.
Clic.
—Un par de preguntas más, Leo, y ya está. Nos has dicho que tus padres no llevaron a reparar el televisor.
—No, ya se lo he dicho, creían que era…
—Vale.
Sss.
—Entraste en el salón. Has dicho que resbalaste, ¿no?
—Sí. En esa cosa.
—¿Qué cosa?
—No lo sé. Una cosa grasienta, como grasa caliente. Olía fatal.
—Y entonces encontraste…
Sss.
—Los encontré. A mamá. Y a papá. Y a los Lenotti. Estaban… ¡Oh, quiero…!
—¡Leo! ¿Qué me dices del televisor, Leo? ¿Qué le pasaba?
—¿Eh? ¿Qué?
—La imagen de la pantalla. Has dicho algo de la imagen.
—Sí, había…, había…
—Estaban esas letras, ¿verdad, Leo?
—Sí, sí. Las letras. Esas letras grandes y torcidas. Estaban allí, en la pantalla. Las vi. Y…
—¿Qué?
—La última letra. La a. Fue como si… se derritiera. Desapareció. Y…
—¿Qué, Leo?
—Apareció otra letra en su lugar, una o. Y quedó una palabra distinta.
Sss, sss, sss.
—Llévelo con su tía, sargento.
—Y la pantalla se quedó negra…
—Vale, Leo. El sargento te llevará a c…, con tu tía.
—Encendí la luz.
—Vale, Leo.
—¡Encendí la luz! ¡Mamá! ¡MAMÁ!
Clic.
Tal vez parezca experimental, pero no pensaba que estuviera haciendo nada distinto de lo que hacía cualquiera en aquella época. Me parecía que esa era la única manera en que podía contarse esta historia. Y tenía que ser en forma de interrogatorio entre el chaval y el inspector. —RM