HICE EN OCHO MESES más que algunos de mis predecesores en años. Reorganicé esta Sección, le inyecté nueva vida, dinamismo, eficacia. Combiné la acción del personal policial con un mínimo aporte castrense: sólo armas y vehículos. Sin recurrir ni siquiera a un soldado, pude establecer un control de hierro sobre todos los elementos subversivos identificables o encubiertos. Liquidé la primera manifestación estudiantil de mi gestión, transformándola —mientras yo dure— en la última. Destruí el foco hipócrita de la Encarnación, desfachatado comunismo vestido con piel de cordero. Por primera vez la mayoría de los delincuentes —ladrones, comunistas y prostitutas— yacen en el formol de las cárceles, listos para ser sometidos a un prolijo estudio anatomopatológico. Por primera vez se abre en esta ciudad y quizás en el país, un círculo de tranquilidad y de paz. Tendrían que galardonearme… Pero no. No. Están discutiendo mi relevo. Fui demasiado brutal… Dicen por ahí que padezco reacciones sádicas. Me están poniendo rótulos, examinan mi conducta. ¿Por qué? ¿No querían esto? ¿Se fijan en sentimentalismos vergonzosos y no aprecian los frutos de mi labor, la que ellos mismos me encomendaron? ¿Estoy aquí para liquidar la subversión o para brindarle apoyo? ¿Los revoltosos deben ser metidos en la cárcel o invitados a tomar el té? Siempre se paga con la misma pobre moneda a los benefactores del país. Lo decía papá. Papá… ¡Qué garbo! ¡Qué violencia! ¡Así debo aparecer…! ¡Que tiemblen de sólo verme! ¡Maricas! Tienen años y tienen méritos de escritorio. Ellos me sacarán. Sí, es casi seguro que me sacarán de aquí. No importa… Llegará el momento de mi desquite. Esos oficiales que sólo sirven para lucir el uniforme, sabrán que conmigo no se juega sucio. ¡Les haré quebrarse de dolor! Y para llegar a eso recurriré a cualquier camino y me aliaré con cualquier cerdo. Yo logro los objetivos, y los medios sólo valen cuanto más rápido conduzcan a él. Me humillaré si es preciso, buscaré alianzas con el hombre fuerte de turno. Me brindaré a él. ¡Le obedeceré ciegamente, hasta la vesania! Comprenderá que le soy útil, que valgo y junto con él me mantendré. Luego me elevaré. Registro bien las venganzas y no perdonaré la afrenta más leve. Les demostraré que mi estrategia no sólo sirve para los combates callejeros.
Apretó varios botones. Respondió el aparato. Aparecieron dos guardias. Distribuyó mensajes, impartió órdenes. Empezaba una nueva guerra y él sabía que la iba a ganar.