—ESTO ES DISTINTO, te lo aseguro.
—¡Bah! Son trampas. Nadie mejor que los frailes para armarlas.
—No es una trampa. Se están jugando. Hay honestidad, valentía.
—¿Qué te ha prendado, Olga?
—La consecuencia, la integridad —reflexionó farfullando, como si pensara en otra cosa.
—¿Cuántas veces los has oído?
—Cuatro, cinco veces. Pero no fue sólo eso. Me quedé y conversé personalmente con ellos.
—¿Con el gordo o con el flaco? —burlóse Néstor.
—Con ambos —continuó ella seria.
—¿Les preguntaste mucho?
—Sí. Y contestaron sin rodeos, sin hipocresías, sin ocultamiento.
—¿Al unísono? —Néstor seguía irónico.
—El padre Torres es el cerebro, se expresa mejor.
—Y Buenaventura el estómago.
—¿No quieres oírme?
—¡Pero sí, Olga! Sólo que causa gracia tu adhesión.
—¡Entiende que están en una actitud radical, comprometida, que pisan en la tierra!
—¡Entonces son marxistas!
—No. Son cristianos que han recuperado el sentido de Cristo.
—Pero Olga… No me puedes venir ahora con eso. ¿Te has vuelto creyente?
—Es distinto, Néstor. Es distinto —movió las manos con gesto suplicante.
—Si hablas de Cristo, estás al borde de la conversión. No me digas que lo haces porque ha sido un revolucionario. Para ejemplo tenemos muchos bastante más eficaces que Él, o por lo menos que no fueron empleados como banderas de agresión. A Espartaco no lo pasean en procesiones ni en su nombre colonizaron nuevas tierras.
—Si no estás dispuesto a oírme, es mejor que hablemos de otra cosa.
—Estoy harto de iglesia, misas, obras de caridad y curas gordos, ¿entiendes? Estoy tan harto que no soporto ni a los curas flacos, ni a las iglesias sin misa ni las misas sin iglesia. No me importa la forma en que lo sirvan. Esa comida me produce vómitos.
—Está bien…
—Santos, vírgenes, limosnas, confesión, bautismo, sacramentos…
—No sigas.
—Extremaunción, orden sagrado, «Magníficat», adviento, Et cum spíritu tuo.
—¿Piensas recitarte el diccionario católico?
—Eso es lo que no quiero más.
—Muy bien.
Hicieron una pausa. Sus ojos vagaron en direcciones opuestas hasta que, voluntariamente, se enfrentaron.
—Y… ¿en qué se diferencian estos curas? —preguntó él.
Olga sonrió.
—En el aspecto exterior, como sabes, uno es gordo y otro flaco, uno viejo y el otro joven, uno viste sotana y el otro no.
—¿En lo interior?
—Lo captarás personalmente. Mañana iremos a misa.
—¿A qué?… No, gracias; ya mi madre me hizo tragar bastantes hostias. No me caen bien: constipan.