Mary Ann se mordió el labio inferior mientras miraba a Riley. A Riley, que estaba furioso. Se hallaban de nuevo en su habitación de la mansión de los vampiros.
Ella estaba sentada al borde de su cama, y él se paseaba frente a ella con una mirada de ira.
—Vamos a ver si lo entiendo bien —dijo Riley—. Tucker estaba en el bosque, cerca de la cabaña. Tú lo viste, y él te hizo un gesto para que te acercaras. Y tú lo hiciste —recitó con incredulidad.
—Exacto.
—Hablaste con él.
—Sí.
—Estabas a centímetros de él.
—Él no iba a hacerme daño.
—No sabes lo que es capaz de hacer, Mary Ann. Es un demonio.
—Sólo en parte.
Y era el padre del bebé de su mejor amiga. Si decidía ayudar a Penny y formar parte de su vida, también iba a ser parte de la vida de Mary Ann, porque ella iba a estar junto a su amiga. Riley tenía que enterarse de eso.
—Además, Tucker se calma cuando está conmigo. Eso ya lo sabes.
—Y después —continuó Riley, como si ella no hubiera hablado—, esperaste varias horas para contarme lo que había sucedido.
—Pues sí.
Mary Ann había esperado para que Tucker tuviera tiempo suficiente y pudiera huir. Riley era un lobo, un rastreador experto, y lo hubiera encontrado con facilidad.
Se habrían peleado, y no tenían tiempo para pelear. Así pues, en cuanto Mary Ann estuvo segura de que Tucker ya se había alejado lo suficiente, le había dado a Victoria una excusa, diciéndole que tenía hambre, y se había llevado a Riley de la cabaña para ponerle al corriente de todo. Él debería haberle dado las gracias, pero en vez de eso, la había llevado allí para gritarle.
Riley se pasó la mano por la cara.
—¿Y por qué me preocupo de protegerte, si tú no dejas de meterte en situaciones peligrosas?
—Porque te gusto —dijo ella.
Por lo menos, hasta que se hubiera resuelto aquel problema con las brujas.
Después tenían que resolver muchos problemas. O no. Ella iba a dejarlo. Mary Ann sintió un gran nudo en la garganta.
Riley se detuvo, suspiró y se tranquilizó.
—Tienes razón, me gustas. Aunque en ocasiones como ésta, no sé por qué.
Cuéntame otra vez lo que te dijo Tucker sobre Vlad.
Eso sí podía hacerlo.
—Me dijo que vuestro antiguo rey está vivo y que vive en la cripta que hay debajo de la casa. Por lo visto, el vampiro le ha ordenado que nos vigile y le informe de lo que hacemos. También me dijo que está furioso porque hay otra persona que ha aceptado el mando de su gente.
—Sí, es lógico que Vlad estuviera furioso por eso, pero no es posible que haya sobrevivido a un envenenamiento con je la nune. Nadie habría podido sobrevivir a eso.
—¿Cómo lo sabes?
—He visto a otras criaturas morir así.
¿Era… sentimiento de culpabilidad lo que se reflejaba en sus ojos verdes? ¿Había matado a gente de ese modo? Mary Ann se dio cuenta de que no la inquietaba aquella idea; aquello era una prueba más de lo inmersa que estaba en el mundo sobrenatural.
—Tal vez se curara. Tú mismo me dijiste que Vlad era el más fuerte de entre todos vosotros, y que su gente tenía la esperanza de que se recuperara. Por ese motivo no han coronado oficialmente a Aden todavía.
—En primer lugar, si Vlad estuviera vivo, él habría venido a vernos. A menos que estuviera demasiado débil, pero entonces… no. Vlad no habría enviado a un chico a espiarnos. En segundo lugar, Vlad también fue atravesado por una estaca. Tal vez hubiera podido curarse de una herida, pero no de ambas agresiones, y menos en un estado de debilidad. Dios, no puedo creer que esté hablando de esto con una humana. Vlad mataba por mucho menos.
—Bueno, ahora hay un rey nuevo, así que no te preocupes. De todos modos, creía que la piel de un vampiro era impenetrable. ¿Cómo pudieron clavarle una estaca?
Riley frunció el ceño, titubeó, pero finalmente, dijo:
—Como le conté a Aden, cuando hacemos las marcas de protección a los vampiros, antes tenemos que impregnar la aguja con je la nune para poder tatuárselas. Si no, la tinta no penetra en su piel. Para clavarle una estaca, se hace lo mismo: se impregna de je la nune y, de ese modo, el veneno derrite la piel e infecta el órgano.
—Puede que Vlad se cure de las heridas, aunque sean graves, y mucho más rápidamente que el resto de las personas.
Riley ladeó la cabeza y permaneció callado durante un largo rato. Después suspiró.
—Sólo hay una manera de averiguarlo —dijo, y le tendió la mano a Mary Ann.
Ella negó con la cabeza.
—No, no. Ve tú solo si quieres.
—Vamos a registrar la cripta.
Ella abrió mucho los ojos.
—Tal vez haya un rey destronado, un vampiro muy vivo, muy hambriento y muy enfadado en esa cripta. Eso es peligroso, y se supone que yo nunca debo exponerme a un peligro semejante, ¿no te acuerdas?
—Tú eres mi refuerzo. Vamos —replicó Riley agitando los dedos—. Después volveremos a la cabaña para saber si Aden ha salido del cuerpo de la bruja y ha averiguado algo.
¿Y si no era así? Mary Ann tuvo ganas de preguntárselo, pero no lo hizo. El tiempo pasaba sin que hubiera solución a la vista. Ella estaba tratando de controlar los nervios, y no se permitía pensar en lo importante que iba a ser el día siguiente.
¿Qué mejor distracción que ir a hacerle una visita al viejo Vlad? A un hombre que, una vez, disfrutó cortando cabezas humanas y exponiéndolas en picas.
Temblando, tomó la mano de Riley y dejó que él tirara de ella y la pusiera en pie. ¿Y por qué quería él que lo acompañara? La razón verdadera, y no aquella excusa absurda de que ella era su respaldo. Riley era un protector primero, y después, un halagador. ¿Acaso no creía que Vlad estuviera vivo? ¿O acaso quería demostrarle a Mary Ann que Tucker le había mentido?
En vez de sacarla de la habitación, Riley la soltó y abrió su armario. Agarró un abrigo y la envolvió en él, y le sacó la melena de debajo de la prenda. Mary Ann se sintió reconfortada por aquel gesto.
Él volvió a tomarla de la mano.
—Tú… quédate detrás de mí y haz exactamente lo que yo te diga, ¿entendido?
—Entendido. Pero, aunque tú no lo creas, no soy una absoluta estúpida en lo que se refiere a mi segundad personal.
—Bueno, no vamos a entrar en un debate como ése en este momento.
Qué gracioso.
Recorrieron el pasillo siguiendo paredes negras, ventanas negras decoradas con tapices de escenas violentas y con aquellas espirales, las marcas protectoras, grabadas sobre todas las cosas.
De repente, dos muchachas vampiro torcieron una esquina. Al verlos, ambas aminoraron su paso. Eran guapísimas, y miraron a Riley con avidez, casi devorándolo. Aquello también ocurría en el instituto con las chicas humanas. Era demasiado guapo como para no mirarlo.
Él las saludó, y ellas debieron de interpretar el gesto como una invitación a la charla, porque se dirigieron hacia él como misiles, sin dedicarle ni una mirada a Mary Ann.
—Riley —dijo una de ellas, la morena, con un tono de familiaridad.
La pelirroja se limitó a sonreír, pestañeando con coquetería.
«No estoy enfadada, ni celosa. De verdad», se dijo Mary Ann, aunque hubiera deseado tener un cubo de veneno para vampiros y un puñal.
—Tenemos prisa, chicas, así que… —dijo Riley. Intentó seguir caminando, tirando de Mary Ann, pero la morena se plantificó en su camino de un salto.
—No tan rápido, lobo. Tengo que hablar contigo.
—Draven —dijo él con un suspiro—. Ahora no, por favor.
Era delicada como un ángel, pero en sus ojos había algo como… depravación.
Algo frío y calculador.
—Tardaré muy poco —continuó la chica—. Además, el que está perdiendo el tiempo ahora eres tú.
Él asintió con rigidez y agarró a Mary Ann con más fuerza.
—Muy bien, ¿de qué quieres hablar?
Ella alzó la barbilla en un gesto de seguridad en sí misma.
—Como sabes, yo fui una de las mujeres a las que se eligió para tentar al nuevo rey.
Riley asintió de nuevo, en aquella ocasión con cautela.
—Y como seguramente no sabes, lancé un desafío.
—¿Quieres ser el rey? —preguntó Riley con una carcajada, relajándose de repente—. Pues que tengas buena suerte. Y ahora, si no te importa…
—No, no te equivoques. Yo no deseo ser el rey —dijo ella con una sonrisa, aunque no tenía nada de buen humor, sólo de satisfacción—. Me presenté ante el consejo y desafié a Victoria. Quiero tener derecho sobre Haden Stone.
—¿Cómo? ¿Por qué se había puesto Riley tan furioso? Aden era el rey, y él nunca permitiría que otras muchachas tuvieran derechos sobre él.
Draven alzó más la barbilla.
—Se puede desafiar a cualquiera, y por cualquier motivo. Eso, tú lo sabes muy bien. Si no se acepta el desafío, quien ha sido desafiado pierde automáticamente el objeto de la disputa.
—La princesa Victoria es mi protegida —rugió Riley—. Eso significa que me has desafiado a mí, y yo acepto. Tú y yo…
—Ah, no, no —dijo Draven, riéndose—. Así no funcionan nuestras leyes, y eso también lo sabes bien. Si Victoria acepta, debe enfrentarse a mí. Y tú, aunque seas su guardián, no podrás interferir.
—Aden cambiará esa ley.
—Que lo haga si quiere, pero después de que Victoria y yo nos hayamos enfrentado. De lo contrario, todo el mundo se enterará de mi desafío y de que Victoria se ha negado a aceptarlo. Entonces, todos sabrán que Aden me pertenece, y que Victoria será condenada por nuestra gente.
Mary Ann sintió que Riley desprendía vibraciones de furia, tan fuertes, que casi calentaban el aire que los rodeaba.
—Se lo diré —respondió él entre dientes—. Aceptará. El enfrentamiento se celebrará la semana que viene.
Por primera vez, Draven frunció el ceño.
—Yo deseo hacerlo hoy.
—No. Vas a esperar hasta la semana que viene. Si no te parecen aceptables esos términos, tendrás que retirar el desafío. El rey elegirá el momento de la pelea, y la supervisará en persona. Esto también lo sé. Y él no estará disponible hasta la semana que viene.
—Está bien, acepto —dijo Draven, inclinando la cabeza, con una satisfacción y una petulancia tan grandes como la furia de Riley. Después miró a Mary Ann con un gesto desdeñoso—. Hasta entonces.
Las dos muchachas vampiro se alejaron hablando y riéndose, como si la noticia que acababan de darle a Riley no tuviera ninguna importancia.
—¿Victoria sabe luchar bien? —le preguntó Mary Ann en voz baja mientras comenzaban a caminar de nuevo.
—Sí. Yo mismo la entrené.
—¿Y Draven?
—También. Desafortunadamente, también la entrené yo.
—¿Quién es mejor?
Él apretó los dientes.
Mary Ann interpretó aquel gesto como la confirmación de que Draven era una luchadora más fuerte, y notó que se le encogía el estómago.
—¿Y qué va a pasar si gana Draven? ¿Qué les va a pasar a Aden y a Victoria?
—Las chicas no lucharán hasta la muerte, sino hasta que una de las dos admita la derrota. La ganadora será la dueña de Aden.
—¿La dueña? ¡Pero si él es el rey!
—Sí, pero también es humano, y ése es el detalle que está utilizando Draven.
Antes nunca habíamos tenido un rey humano, y nuestras leyes con respecto a ellos consideran que sólo pueden ser esclavos de sangre. Y los esclavos de sangre se pueden cambiar como si fueran cromos de béisbol. Aden tendrá que cambiar esa ley, pero Draven tiene razón: no puede hacerlo hasta que se haya celebrado el combate.
De lo contrario, parecería que Victoria es débil.
—Y la condenarían. ¿Y en qué consiste esa condena?
—Significa que cualquiera vería fácil desafiarla para arrebatarle cualquier cosa que posea, durante toda su vida eterna, hasta que ya no le quede nada. Ni guardián, ni ropa. Ni siquiera una habitación, ni comida, etcétera, hasta que se viera obligada a marcharse sola para poder sobrevivir.
La realidad en la que vivían los vampiros y los hombres lobo era muy dura.
—¿Y qué pasa si pierde Draven?
—Si pierde, Draven se convertirá en una posesión de Victoria. Por eso, este tipo de retos no se lanzan muy a menudo. Nadie quiere arriesgarse a sufrir tal destino.
Draven tenía una confianza total en su victoria, entonces. Aquello era una gran preocupación, otra más. ¿Acaso nunca iban a dejar de acumularlas?
—Vamos a darnos prisa. Tenemos que terminar una cosa —dijo él, y por fin bajaron las escaleras.
Se cruzaron con varios vampiros más, en grupos de dos y tres personas.
Estaban hablando de Aden y del hecho de que hubiera domado a las bestias.
Claramente, se sentían impresionados y un poco atemorizados. Afortunadamente, nadie más paró a Riley para hablar con él.
Fuera hacía mucho frío, más que aquella mañana, y había mucha niebla.
Inmediatamente se alegró de que Riley le hubiera dado su abrigo. Atravesaron una parte del jardín cubierta de césped, y él se detuvo en el centro de una espiral muy grande. Puso los pies en un par de huecos de cemento y abrazó a Mary Ann. Posó la barbilla sobre su cabeza, y ella sintió que su calor la envolvía por completo.
Cuando el suelo comenzó a moverse, Mary Ann soltó un gritito y movió los brazos.
—Te tengo bien sujeta —le dijo él para tranquilizarla—. Vamos a bajar, y empezaremos a girar en unos segundos. Agárrate a mí.
—¿A girar?
—Lentamente, te lo prometo.
Ella se relajó un poco. Y enseguida, comenzaron a descender sobre el círculo y a girar suavemente por un foso enorme que se formaba con la marcha de la espiral hacia abajo. Cuanto más descendían, más olía a polvo y a… Mary Ann arrugó la nariz. Como a metal envejecido.
—Este olor… es… No puedo creerlo. Huele a muerte humana —dijo Riley con gravedad—. Y muy reciente —añadió. Entonces, con mucho cuidado, pero muy rápidamente, colocó a Mary Ann detrás de él, pero no antes de que ella pudiera ver que sus garras salían del hueco de las uñas. Se estaba preparando para atacar—. Es demasiado tarde para volver a llevarte arriba, así que cuando lleguemos al fondo, te voy a pegar a una pared. No te muevas de ese lugar, ¿entendido? No vas a poder ver nada, así que no sabrías dónde estás pisando.
—¿Pero tú sí? —le preguntó ella con la voz trémula.
—Sí.
La plataforma tocó el suelo de la cripta y dio un tirón. Entonces, toda la oscuridad que le había prometido Riley la envolvió. Él la agarró con fuerza por la cintura y la empujó hacia atrás hasta que Mary Ann notó algo duro y frío en la espalda. Después, el contacto de sus manos se interrumpió, y ella se quedó sola. Con la oscuridad.
Oyó un goteo de agua, unos pasos, una maldición que resumía la frustración de Riley. En realidad, varias maldiciones. Sus temblores se intensificaron. Si Vlad estaba vivo verdaderamente, ¿atacaría a uno de sus lobos favoritos? ¿O lo atacaría Tucker, si estaba allí? Mary Ann estaba muy segura de que Tucker nunca le haría daño a ella, pero no sabía si esa cortesía se extendía también a su novio actual.
Oyó cómo se arrastraba una piedra sobre otra, y después, Riley volvió a maldecir.
—Se ha marchado —dijo el lobo con la voz entrecortada—. Vlad se ha marchado. A menos que hayan robado su cuerpo, cosa que nadie de los que viven aquí habría hecho jamás. Está ahí fuera. Y, tal y como te dijo Tucker, seguramente tiene planeado destrozar a Aden.