La celebración de la victoria ya estaba en su auge antes de que Aden y Sorin entraran en la casa. Había copas de sangre para los vampiros, y de vino para los humanos y los lobos. Todos reían. Después de todo, el rey había hecho gala de su fuerza y de su astucia, lo cual quería decir que la gente que estaba allí presente lo había seguido sabiamente.
También había muchas teorías sobre cómo era posible que un humano se hubiera convertido por fin en vampiro, y sobre si se podía transformar a otros vampiros.
No parecía que a nadie le importara tener la túnica mojada, ni tener frío, ni tener el pelo húmedo. Sin embargo, Victoria no podía dejar de temblar. Le castañeteaban los dientes y temía que alguien se diera cuenta.
Estúpida piel humana.
Tomó una copa de sangre para alimentar a Fauces, que cada día estaba más débil, aunque con solo pensar en beber aquella sangre se le revolvía el estómago. Observó su entorno; el suelo de mármol, las paredes de cristal, las columnas que ascendían hasta la red de cristales que había en el techo.
En el centro de aquella red había una enorme lámpara con forma de araña, con ocho patas que parecían moverse gustaban los espacios oscuros, casi góticos. Ella prefería los colores; el rosa, el amarillo, el azul. Incluso el blanco.
Todos, menos el negro que su padre siempre le había obligado a vestir.
Ella siempre había sentido reverencia y horror por su padre, pero siempre había pensado que Sorin lo adoraba.
¿Por qué no era así?
Sorin. Era un misterio para ella, y no sabía si sería capaz de descifrarlo. Y Aden… Bueno, Aden había vencido en una batalla contra un guerrero muy experimentado. Él había adquirido todas las características y las ventajas de ser un vampiro, y ella las había perdido…
Le tembló la mano al llevarse la copa a los labios. La sangre era espesa y estaba fría, y tenía un sabor metálico que le resultó repugnante. Habría dado cualquier cosa por un sándwich. Tenía hambre, y muy pronto debería ir a las dependencias de los esclavos de sangre a robarles comida, nuevamente.
—¡Vi-vi-victoria!
Una voz masculina la llamaba por encima del ruido.
Se giró y vio a Shannon en el extremo más apartado de la habitación. Seth y Ryder estaban junto a él. Y a cada lado de ellos había un soldado de Sorin, con una expresión sombría.
¿Cómo podía haberse olvidado de que los chicos estaban prisioneros?
Dejó la copa en una bandeja y se encaminó hacia ellos.
—Vi-victoria —repitió Shannon, con una tartamudez más pronunciada de lo normal—. Ha-haz algo-go, po-por favor.
Sus miradas se encontraron durante un breve momento.
Él tenía los ojos muy verdes, y en aquel instante le brillaban tanto que parecía que tenía fiebre. Su piel morena estaba pálida, pero no por eso resultaba menos guapo.
Mucho más que la mayoría de los vampiros que había allí.
Era alto y fuerte, y cuando sonreía, sus dientes blancos y perfectos brillaban como diamantes. A Victoria, Shannon siempre le había caído bien.
Estaba en el centro del grupo, y aunque estaba erguido y orgulloso, rozaba a Ryder con el dedo meñique, como si el otro chico fuera su roca, su consuelo. O tal vez él fuera la roca de Ryder; normalmente, aquel chico tenía la piel bronceada, y en aquel momento estaba un poco verdoso.
Seth estaba saludando a alguien más allá de Victoria, y haciendo el signo internacional que significaba «Llámame».
Victoria miró a los guardias. Ellos abandonaron su aire de amenaza y sonrieron. Bueno, al menos, esbozaron su versión de una sonrisa. Mostraron los colmillos y las encías.
Ambos tenían el pelo cortado al estilo militar, y cicatrices en la cara. ¿Cómo se las habían hecho? Tal vez, a causa de heridas repetidas… ¿Y ella? ¿Pronto estaría también cubierta de cicatrices? De ser así, ¿seguiría pareciéndole guapa a Aden?
«No te preocupes por eso en este momento», se dijo.
«Concéntrate». Pese a las sonrisas de los soldados, el de la derecha tenía un aspecto fiero. El de la izquierda parecía más accesible, así que Victoria se dirigió a él.
—Parece que tu compañero y tú estáis de muy buen humor, teniendo en cuenta que vuestro líder ha perdido su oportunidad de ser rey —anunció.
Él arqueó una ceja.
—¿Quién ha dicho que ha perdido?
—Yo. Aden, estoy segura. Y todo el mundo aquí presente.
¿No te has dado cuenta de que hay una fiesta?
Él se quedó desconcertado y miró a su amigo antes de responder:
—No. Quiero decir que tal vez mi señor solo quería poner a prueba al nuevo rey.
Oh, por favor.
—Qué manera más maravillosa de calmar el escozor de la derrota.
El soldado se encogió de hombros.
—Pensad lo que queráis. No cambiará los hechos.
—Entonces, ¿quieres decirme que lanzó el desafío y ocasionó la pelea solo para convertirse en un sirviente del rey?
—Él nunca ocasionaría una pelea. Vuestro hermano es un buen hombre, princesa Victoria. Su objetivo siempre ha sido conseguir la libertad para todos nosotros.
La gente los estaba mirando, y estaba escuchando su conversación sin disimulo. Muy bien. Entonces, habían terminado las cortesías, y no iba a producirse ningún debate.
—Soltad a los chicos ahora mismo, o me veré obligada a…
—Por supuesto. Espero que os complazca comprobar que están exactamente en la misma condición en que los encontramos. No han sufrido ningún daño.
Ella se cruzó de brazos.
—¿Y los moretones que tienen en las muñecas? Son de las cuerdas con las que los habéis atado, ¿no?
—Estoy seguro de que ya los tenían —intervino el otro guardia.
Los dos hombres se apartaron y dejaron libres a los chicos. Demasiado fácil, pensó ella, sin saber qué decir.
Ryder y Shannon no perdieron el tiempo. La tomaron de la mano y tiraron de ella para alejarse. Shannon también agarró a Seth para ponerlo en movimiento. Cuando a Victoria se le reactivaron las neuronas, decidió guiarlos.
¿Dónde podía llevarlos?
Una mujer vampiro se colocó ante ella y la detuvo.
—Deseo hablar con vos, princesa —le dijo—. ¿Cuánto pedís por el tatuado?
—No está en venta —respondió ella.
Al mismo tiempo, Seth respondió:
—¿Qué tenías en mente?
Victoria lo miró con un gesto ceñudo y le dio una palmada fuerte en el dorso de la mano.
—No digas ni una palabra más.
—¡Ay! ¿A qué ha venido eso?
—No está en venta —repitió Victoria.
La mujer hizo un mohín.
—¿Estáis segura?
—Sí.
Entonces, aquella mirada gris recayó sobre Shannon.
—¿Y él?
—Ninguno de ellos está en venta.
Con los esclavos de sangre se comerciaba todo el tiempo.
Se intercambiaban por dinero, por ropa, por diversión.
Eso nunca había molestado a Victoria, pero en aquel momento, al pensar en que aquellos chicos, que eran como había sido Aden una vez, pasaran de mano en mano como una bolsa de patatas fritas, se sintió muy mal.
—Es una pena —dijo la mujer vampiro, y con un movimiento airado de su melena rubia, se alejó.
Victoria tuvo que detenerse tres veces más para rechazar diferentes ofertas, pero por fin consiguió llevarlos hasta uno de los muchos pasadizos secretos que había al fondo de la habitación. Secretos, aunque todo el mundo los conocía.
Aquel, en concreto, terminaba en una pequeña habitación que estaba dotada de un enorme cristal; aquel cristal ofrecía un espejo hacia el salón de baile, pero desde la habitación era transparente y permitía tener la vista completa del salón. Por supuesto, había una pareja de jóvenes vampiros en el sofá, y Victoria tuvo que carraspear para llamar su atención. Se separaron al instante y se sonrojaron mientras se colocaban la ropa.
—Eh, hola, princesa Victoria, qué…
—Fuera de aquí —les dijo ella, y la pareja salió rápidamente de allí y cerró la puerta. Entonces, Victoria irguió los hombros y se giró hacia los humanos—. Estoy segura de que tenéis muchas preguntas.
Los tres hablaron a la vez.
—Yo estaba du-durmiendo, y de-de repe-pente, noté unos colmillos. Me-me hice pi-pis de miedo, y ellos me obliga-garon a…
—¿No hay una habitación de invitados donde pueda dormir? Porque estoy harto de ir y venir y, ¿habéis visto a esa pelirroja de las…?
—¿Y qu-qué es lo qu-que ha sa-salido de Aden? ¿Un draggón? S-salió de él…
—…la cuerda raspaba mucho. Si me sale una cicatriz, los voy a demandar. Tal vez los demande de todos modos. Dan me va a matar. Si tus amigos sedientos de sangre no nos devoran antes. ¿Por qué demonios…?
—…o incluso la morena. Vamos, Victoria, no seas aguafiestas.
Silencio.
De acuerdo, ¿por dónde podía empezar? Bueno, por lo más básico.
—Soy una chica vampiro. Esta casa está llena de vampiros, como habéis podido comprobar; lo que no sabéis es que Aden es ahora nuestro rey. Luchó contra mi hermano para defender la corona. Y ganó.
—Sí, ganó —dijo Seth, y alzó la mano para darse una palmada con otro.
Los otros dos se lo quedaron mirando.
—¿Qué?
—El monstruo que visteis es… Bueno, es algo que todos los vampiros llevamos dentro.
—Oh, demonios, no. ¿Aden es un vampiro? —preguntó Ryder, con los ojos abiertos como platos.
—Sí.
Shannon extendió la mano hacia Ryder, con una sonrisa de suficiencia.
—¿Es que habéis hecho una apuesta sobre su raza? —preguntó Victoria con incredulidad.
—No, sobre eso no-no. Pero yo-yo creía que-que eras disti-tinta. Por có-cómo hablabas y te-te movías. Por cócómo te co-colabas en nu-nuestra habita-tación.
Ella se deprimió. Se había esforzado mucho por encajar, por mezclarse con los demás y no destacar, pero estaba claro que había fallado.
—¿Cómo hablo? ¿Y cómo ando?
—Bueno… te deslizas —respondió Seth, moviendo las cejas con un gesto de aprobación—. Y tu acento es… distinto.
Distinto. ¿Era aquella una manera educada de decir que daba miedo?
—¿Qué tal está Dan? —les preguntó.
—Está muy triste —le dijo Seth.
—Y preocupado —añadió Ryder.
Shannon se encogió de hombros.
—Se siente culpable.
—Tal vez cuando Aden os lleve de regreso al rancho, pueda hablar con él —dijo Victoria.
Ella sabía que Aden respetaba a Dan, y sabía que deseaba terminar el instituto. Había planeado hacerlo. Hasta que ella le había salvado la vida, y había cambiado la naturaleza de lo que era.
Cuando mirara atrás, ¿lamentaría las decisiones que había tomado durante aquellos últimos días? Victoria no deseaba eso. Quería que fuera feliz para siempre.
—Eh, ¿qué está pasando ahí fuera? —preguntó Seth, pegando la cara al cristal.
—¿A qué te refieres?
Victoria vio que todo el mundo se arrodillaba en el salón de baile, con la cabeza agachada. Las voces se acallaron.
—Ha llegado Aden —dijo, mientras veía como su hermano y él atravesaban las puertas del salón.
Aden tenía los ojos hinchados y las mejillas descoloridas. El daño podía haber sido mucho peor, teniendo en cuenta todos los puñetazos que le había dado Sorin. Por lo menos, se mantenía en pie, cosa que no muchos podrían hacer después de haber recibido semejante paliza.
Él paseó la mirada por la habitación. ¿La estaba buscando?
Aden estaba tan cambiante con ella que no se atrevió a albergar esperanzas. Era mejor pensar en otra cosa, en algo que no la disgustara. Como el bobo de su hermano.
Sorin se había recuperado mucho, pero tenía tantos hematomas y tantos cortes como Aden. Sintió rechazo hacia él. La había usado como moneda de cambio, y aunque lo hubiera hecho para evitar una lucha a muerte con Aden, podría haber encontrado otra manera de conseguirlo. Aden lo había hecho.
Y esa era la razón número uno por la que Aden era mejor rey.
—No puedo creer que yo se lo hiciera pasar mal en el rancho —murmuró Ryder—. Podía haberme pateado el trasero y algo más.
—Es porque eres tonto —le dijo Seth.
Victoria dejó de prestarles atención al ver que Aden clavaba la mirada en el espejo sin fondo, como si pudiera ver a través del cristal. Cuando se dio cuenta de que se estaban mirando el uno al otro, ella se quedó paralizada, atrapada en su escrutinio. ¿Podía verla? Era imposible.
Pero…
—Podéis levantaros —le dijo a la multitud.
Entonces, todos obedecieron, y la masa de gente le impidió seguir viendo a Aden. Se extendieron los murmullos, y varios miraron a Sorin burlonamente. En aquel momento, su hermano era un hazmerreír.
Tal vez eso cambiara dentro de un par de siglos, o tal vez no.
La multitud se abrió como si fuera el mar Rojo, y Victor-ia volvió a ver a Aden. Él estaba caminando directamente hacia ella.
¿La había visto?
Sorin caminaba tras él, ignorando las pullas que le lanzaban.
Entonces, un par de manos suaves y delicadas agarraron a Aden con una caricia, y lo detuvieron. Era Draven, y Victoria se percató de ello con una oleada de furia. De nuevo, todo el mundo se quedó callado, y todos prestaron atención a lo que iban a decirse.
—Enhorabuena por vuestra victoria —dijo Draven—.
Majestad.
—Gracias. Si me disculpas… —dijo él, e intentó rodearla.
Ella se puso en su camino de un salto.
—Un momento de vuestro tiempo, por favor.
Aden asintió.
—Un momento nada más.
—Muy bien, seré breve. No sé si el lobo, Riley, o la propia princesa, os habrán dicho que hace dos semanas desafié a Victoria para disputarle su derecho sobre vos.
Él se puso muy rígido, y miró con los ojos entrecerrados, durante un instante, hacia el espejo, antes de volverse hacia Draven.
—Continúa.
Tal vez la chica era tonta, y no percibió la advertencia que había en su tono de voz, porque continuó de verdad.
—Después de todo, sois humano, y…
—Era humano —la corrigió él.
—Ya me he dado cuenta de eso —respondió Draven—. Pero el desafío fue hecho y aceptado hace varias semanas, cuando vos todavía erais humano. Así pues, la ley todavía era válida. Victoria debe luchar contra mí, como vos habéis luchado contra Sorin. Así son nuestras costumbres. Así han sido siempre.
Volvieron a oírse murmullos con las teorías sobre la conversión de los humanos. ¿Cómo había sido transformado Aden? ¿Podía ser transformado alguien más?
Aden palideció.
—No habrá ningún intento de transformar a ningún humano —sentenció con voz firme.
Ni siquiera Victoria sabía cómo, o por qué, habían sobrevivido Aden y ella a la transformación. La última vez que aquello había ocurrido con éxito había sido en el año mil cuatrocientos. Mary la Sanguinaria era en aquel momento la líder de la facción escocesa, y también había sido convertida en mujer vampiro durante aquel tiempo.
Victoria había oído rumores de que Vlad y Mary habían tenido una relación muy apasionada hacía mucho tiempo, y que Vlad había decidido convertirla en mujer vampiro, y no a su esposa. Y después, cuando Vlad había dejado a Mary para irse con otra, Mary había reunido a sus partidarios y se había marchado con ellos, después de jurar venganza.
Había habido batallas y se habían perdido muchas vidas, pero ninguno de los dos bandos se había rendido. La gente de ambos clanes se había cansado de la lucha constante.
Incluso estaban dispuestos a abandonar su tierra natal para romper todo vínculo con ambos líderes, y eso habían hecho, de manera que se habían creado más facciones.
Había muchas por todo el mundo, y cada una de ellas tenía su propio rey o reina.
Victoria pensó en Sorin, y en su afirmación de que había acabado con los aliados de Vlad. Ella lo creía, puesto que ninguno había acudido a la llamada de Aden.
Si se extendía la noticia de que el nuevo rey vampiro no tenía apoyos, se convertiría en objetivo de todos los demás.
—Soy el consejero principal del rey —le dijo Sorin a Draven—, y tengo mucho que decir con respecto a este asunto.
Aden lo miró con el ceño fruncido. Victoria se tapó la sonrisa con la mano. ¿Consejero principal?
—Le aconsejo al rey que programe la pelea para esta tarde. Después de la paliza que acabo de recibir, estoy deseando ver a alguien recibir otra. Y ese alguien eres tú, Draven.
He visto luchar a mi hermana…
¿De verdad?
—Y es muy, muy buena.
Draven se sacó brillo a las uñas.
—Me parece bien que sea esta tarde. Solo necesitamos vuestra aprobación, Majestad.
Victoria se llevó la mano a la garganta. A su vulnerable garganta. El miedo la paralizó.
—¿Por qué pones esa cara? Tú vas a ganar —le dijo Seth—.
Es una bruja, pero tú también tienes un lado oscuro. Lo veo.
—Gracias. Creo —dijo ella.
Antes tenía un lado oscuro. Ahora solo tenía un lado humano. Draven iba a hacerla pedazos. Y, aunque quería salir de allí y parar aquella locura, sabía que era demasiado tarde. La lucha había sido aceptada. Si se retiraba, admitiría su derrota automáticamente.
Tal y como Aden iba a averiguar muy pronto, el perdedor del desafío tenía que cederle todo lo suyo al ganador.
Sus posesiones y su vida. Ese era el motivo por el que los desafíos se lanzaban muy pocas veces. Ahora, Sorin era propiedad de Aden, para el resto de su larga vida.
Victoria no quería ser propiedad de Draven.
—No, hoy no puede ser —dijo Aden—. Elegiré una hora y un día cuando haya revisado mi agenda, y haré el anuncio.
Hasta ese momento, mantente alejada de ella.
Apartó a Draven de su camino y siguió caminando. Sorin lo siguió.
La chica siguió observando su espalda con los ojos entornados.
Cuando llegó a la pared de espejos, se detuvo y buscó el pomo de la puerta.
—Victoria —dijo—. Déjame entrar.
Entonces, él sabía que ella estaba dentro. Victoria se quedó anonadada. Ella nunca había tenido la capacidad de ver a través de los objetos. Abrió la puerta para dejarle pasar.
Sus miradas se encontraron mientras los chicos salían de detrás de ella y corrían hacia él, y lo rodeaban entre vítores, sonriendo como bobos. Aden lo aguantó todo con las mejillas sonrojadas y una expresión de incredulidad.
Ella le sonrió, y él le devolvió la sonrisa. Un momento para ellos dos, pese al caos. Sintió un inmenso placer. Ate-soró todos aquellos momentos, porque sabía que disfrutaría de aquellos recuerdos durante mucho tiempo.
—Bien hecho, tío —le dijo Seth, que apoyó la mano en el quicio de la puerta y extendió el brazo, dejando fuera a Sorin.
Sorin le lanzó un beso.
Ryder le dio un puñetazo con los nudillos a Seth en el brazo, y se echó a reír.
—¿Y ahora quién está disfrutando de los juegos preliminares con un chico?
—Stephanie —dijo Aden, sin volverse hacia ella—. Te necesito.
Un momento. ¿Cómo?
Su hermana se acercó corriendo desde el centro de la multitud, mascando chicle y enroscándose el extremo de la coleta alrededor de un dedo.
—Presente.
—Hazme un favor: lleva a los chicos al rancho.
Ella frunció el ceño.
—¿Yo?
—Sí, tú.
—¿De verdad? —preguntó la muchacha. Se puso a dar saltitos y a aplaudir, y añadió—: ¿Puedo beber de ellos? Por favor, por favor, por favor, dime que puedo beber de ellos.
Aden sintió espanto.
—No. No bebas de ellos. Quiero que lleguen a casa en las mismas condiciones en las que están ahora.
Stephanie dejó de saltar.
—Entonces, ¿lo único que quieres es que los acompañe?
Eso es un rollo.
Él miró a Victoria para que le diera alguna pista. Ella se encogió de hombros.
—Sí, solo quiero que los acompañes —dijo Aden, mientras se frotaba la nuca.
La princesa Stephanie dio una patada en el suelo e hizo un mohín. Después soltó un resoplido.
—Está bien. Pero la próxima vez quiero una misión importante. Deberías ver lo habilidosa que soy con los —Es cierto. Yo la entrené —dijo Sorin—. Es muy buena.
—Reconfortante —respondió Aden.
Stephanie posó las manos en los hombros de Aden, se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla.
—A propósito, gracias por no matar a mi hermano.
Aden miró a Sorin de reojo.
—No puedo decir que sea la decisión más sabia que he tomado, pero está empezando a caerme bien. Más o menos.
Stephanie se rio.
—Me alegro —dijo ella. Con eso, se dio la vuelta y les hizo un gesto a los chicos—: Vamos, humanos latosos. Os llevaré a casa.
—Vivos —le recordó Aden.
—Sí, sí —respondió ella, sin darse la vuelta, pero alzando las manos por el aire.
Shannon le dio unas palmadas en el hombro a Aden antes de marcharse, y Aden asintió. Comunicación silenciosa. Hablarían pronto.
—Primero, pizza —dijo Seth, mientras los cuatro salían de allí y comenzaban a atravesar la sala del trono entre la multitud asombrada—. Y después, a casa.
—Y tendrás que convencer a Dan de que hemos estado allí todo el tiempo —dijo Ryder—. Seth me ha dicho que vosotros, los vampiros, tenéis una voz de autoridad que hipnotiza a los demás…
—Es cierto, así que no habrá ningún problema —respondió Stephanie—. Pero también podría romperle la cabeza y…
—Usa la voz —le dijo Aden desde lejos.
Se oyó un gruñido de frustración.
—¡Le quitas la diversión a todo!
Aden se rio y se volvió hacia Victoria.
—Ahora que ya hemos resuelto esto… —dijo. Extendió la mano, entrelazó sus dedos con los de ella y se la llevó de la fiesta.
Se marcharon juntos.