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kahlan cerró con ternura ambas manos alrededor del tembloroso puño entreabierto de Nicci. Esperó que, mediante aquella conexión, aquel sencillo acto, la mujer cubierta de sangre, que yacía en la cama de Jagang, pudiera al menos obtener cierto consuelo. A pesar de toda la empatía que la embargaba, Kahlan no podía ofrecerle mucha ayuda.

Había sido una noche aterradora y terrible. Jagang llevaba a menudo a cautivas a su lecho, y con frecuencia les hacía daño, bien porque sencillamente no tenía en cuenta su propia fuerza, o porque su intención era lastimarlas cuando no cooperaban.

Esto era distinto. Con Nicci, estaba dando rienda suelta a unos celos atroces.

Nunca había hecho tanto daño a ninguna de aquellas otras mujeres como a Nicci. Mentalmente, comprendió Kahlan, él se estaba desquitando, ajustando cuentas, haciendo pagar a Nicci el precio de haberle sido infiel.

En cierto sentido, Jagang también había mostrado a Kahlan la clase de tratamiento que podía esperar una vez que recuperara por fin la memoria. Kahlan intentó dejar fuera de su mente las cosas que había visto y oído para no sentir náuseas, y se concentró en su lugar en el presente, y el futuro.

Soltó una mano y giró el cuerpo para coger un odre de agua que descansaba sobre el suelo a poca distancia. Nicci sujetó levemente la otra mano, al parecer temerosa de perder la compasión que había en aquella conexión.

—Toma —dijo Kahlan con un susurro mientras alzaba el odre hasta los labios de Nicci.

Salpicaduras de sangre seca enmascaraban el rostro y los cabellos de la hechicera.

Aparte de sujetar flojamente la mano de Kahlan, Nicci no respondió.

—Bebe —la instó Kahlan—. Es agua.

Nicci no hizo ningún esfuerzo por beber, así que Kahlan dejó que un poco de agua goteara por los labios agrietados de la mujer y penetrara en su boca. Nicci tragó, luego apartó la cabeza del odre con un grito de dolor.

—Chist —instó Kahlan—. Sé que duele, pero intenta mantenerte quieta. Necesitas beber. Necesitas agua. Cuando uno está herido, el cuerpo necesita agua para reponerse.

Con lo mucho que le había apretado la garganta mientras la insultaba hecho una furia, era un milagro que Jagang no hubiera aplastado la tráquea de Nicci. Sus poderosas manos habían dejado unos impresionantes moratones, no obstante, y no sólo en el cuello.

Los ojos azules de Nicci se abrieron poco a poco, concentrándose en el rostro de Kahlan. Kahlan estaba agachada, sentada en el suelo, junto a la cama. Estaba inclinada muy cerca de Nicci, intentando mantener la voz baja, de modo que no llegara hasta aquellos que estaban fuera del dormitorio. No quería que nadie la oyera hablando con Nicci. Ésta no había querido que Jagang supiera que podía ver a Kahlan. Kahlan consideraba prudente no dejar nunca que un enemigo supiera más de lo absolutamente necesario, y al parecer Nicci pensaba de un modo muy similar.

Incómodo como era estar inclinada por encima del borde de la cama, Kahlan no se atrevía a levantarse de la alfombra. Conocía las consecuencias de levantarse cuando Jagang le había dicho que permaneciera en el suelo.

Un irregular corte profundo en la línea del cuero cabelludo de Nicci, en el lado derecho de la frente, seguía sangrando. Un golpe de refilón del puño lleno de anillos de Jagang había desgarrado un colgajo de cuero cabelludo. Kahlan cogió un paño, lo dobló y lo presionó con suavidad sobre la herida de la frente de la hechicera, colocando el pedazo suelto de carne en su lugar mientras aplicaba presión para detener la hemorragia. En unos instantes la tela quedó empapada de sangre. A pesar de lo mucho que deseaba ayudar, pocas otras cosas se le ocurrían que pudiera hacer, aparte de intentar detener un poco el sangrado y ofrecerle un trago de agua.

La herida del aro de oro que perforaba el labio inferior de Nicci todavía supuraba, dejando un rastro de sangre a lo largo de su mandíbula y su cuello, pero no era grave como la herida de la frente, por lo que Kahlan no intentó hacer nada por ella.

Echó con cuidado hacia atrás un mechón de pelo rubio de Nicci para retirárselo de la cara.

—Lamento lo que te hizo.

Nicci asintió levemente, con la mandíbula temblando un poco mientras contenía las lágrimas.

—Deseaba tanto detenerle… —dijo Kahlan.

Con la parte posterior de un dedo Nicci atrapó la lágrima que descendía por la mejilla de Kahlan.

—No había nada que pudieses hacer —consiguió decir la hechicera—. Nada.

Su voz era débil pero, a pesar de eso, todavía contenía la misma elegancia aterciopelada de antes. Era una voz que se correspondía a la perfección con el resto de ella. Kahlan jamás habría imaginado que una voz tan deliciosa pudiera expresar también un desprecio tan justificado como el que había mostrado a Jagang.

—No hay nada que ninguna de nosotras pueda hacer —musitó Nicci mientras se le cerraban los párpados—. Excepto tal vez Richard…

Kahlan estudió los ojos azules de la mujer por un momento.

—¿Realmente piensas que Richard Rahl puede hacer algo?

Nicci sonrió para sí.

—Lo siento. No me di cuenta de que había dicho la última parte en voz alta. ¿Dónde está Jagang?

Kahlan efectuó una comprobación y vio que la herida bajo la tela que había apretado contra la cabeza de Nicci había dejado de sangrar.

—¿No lo oíste cuando se fue? —preguntó mientras dejaba la tela empapada de sangre a un lado.

Nicci movió la cabeza de lado a lado para decir que no lo había oído. Kahlan alzó el odre a modo de pregunta. Nicci asintió. Hizo una mueca de dolor mientras tragaba, pero bebió.

—Bueno —dijo Kahlan cuando Nicci acabó de beber—, alguien vino en su busca. Él fue a la entrada y un hombre le habló en voz baja. No pude oírlo todo, pero sonó como si dijera que habían encontrado algo. Jagang regresó y se puso su ropa. Por lo deprisa que se vistió, era evidente que tenía prisa por echar una mirada al descubrimiento. Me dijo que me quedara donde estaba.

»Luego colocó una rodilla sobre la cama, se inclinó sobre ti y te susurró que lo sentía.

Nicci soltó una risotada, pero ésta quedó interrumpida de golpe al hacer ella una mueca de dolor.

—Es incapaz de sentir pena por nadie que no sea él mismo.

—No seré yo quien te lo discuta —repuso Kahlan—. De todos modos, prometió hacer venir a una Hermana para que te curara. Te pasó una mano por la cara y volvió a decir que lo sentía. Luego hizo una pausa, bajando los ojos hacia ti con expresión preocupada. Se inclinó un poco más cerca y dijo: «Por favor, no te mueras, Nicci». Tras eso salió a toda prisa, repitiéndome que permaneciera en el suelo.

»No sé cuánto tiempo estará fuera, pero sospecho que aparecerá una Hermana por aquí en cualquier momento.

Nicci asintió, sin que pareciera importarle en realidad si la curaban o no. Kahlan podía comprender, en cierto modo, que Nicci pudiera preferir deslizarse a la oscura eternidad de la muerte a enfrentarse a lo que sería su vida a partir de ahora.

—Lamento muchísimo que te haya atrapado, pero no sabes lo bueno que es tener a otra persona que es capaz de verme… alguien que no está con ellos.

—Puedo imaginarlo muy bien —respondió Nicci.

—Jillian dijo que te había visto antes. Con Richard Rahl. Me habló un poco sobre ti. Eres tan hermosa como dijo que eras.

—Mi madre me decía que ser hermosa era sólo útil para las prostitutas. A lo mejor tenía razón.

—A lo mejor estaba celosa de ti. O era sólo una estúpida.

Nicci sonrió tan ampliamente que pareció que iba a echarse a reír.

—Era lo último. Odiaba la vida.

La mirada de Kahlan se apartó de Nicci mientras jugueteaba con un hilillo suelto del cubrecama.

—¿Así que conoces a Richard Rahl bastante bien?

—Bastante bien —dijo Nicci.

—¿Estás enamorada de él?

Nicci miró hacia ella, contemplando los ojos de Kahlan durante un buen rato.

—Es más complicado que eso. Tengo responsabilidades.

Kahlan sonrió un poco.

—Entiendo.

Le alegró que Nicci no hubiera intentado mentir, negándolo.

—Tienes un voz hermosa, Kahlan Amnell —susurró Nicci mientras la miraba con fijeza—. De verdad que la tienes.

—Gracias, pero a mí no me parece hermosa. A veces pienso que sueno como una rana.

Nicci sonrió.

—Ni por asomo.

Kahlan frunció el entrecejo.

—¿Me conoces, entonces?

—No en realidad.

—Pero sabes mi nombre. ¿Sabes algo sobre mí? ¿Sobre mi pasado? ¿Quién soy en realidad?

Los ojos azules de Nicci la observaron del modo más curioso.

—Sólo lo que he oído.

—¿Y qué has oído?

—Que eres la Madre Confesora.

Kahlan sujetó un poco de pelo tras la oreja.

—Yo también he oído eso.

Volvió a comprobar la entrada y, viendo que la colgadura seguía en su lugar y no oyendo voces cerca, volvió a girar la cabeza hacia Nicci.

—Me temo que no sé lo que significa. No sé apenas nada sobre mí. Como seguro que puedes imaginar, resulta de lo más frustrante. A veces, me siento tan desanimada al no ser capaz de recordar nada…

La voz de Kahlan se apagó cuando los ojos de Nicci se cerraron bajo una punzada de atroz dolor. Le costaba respirar.

Kahlan posó una mano sobre el hombro de la mujer.

—Aguanta, Nicci. Por favor, aguanta. Vendrá una Hermana a curarte en cualquier momento. Ellas me han hecho daño otras veces… un daño horrible… y me curaron, así que sé que pueden hacerlo. Estarás bien después de que vengan.

Nicci asintió levemente, pero no abrió los ojos. Kahlan deseó que una de las Hermanas acudiera rápidamente. Al no haber otra cosa que pudiera hacer, Kahlan volvió a dar de beber a la hechicera, luego humedeció otra vez el trozo de tela y se lo pasó con cuidado por la frente.

Kahlan estaba dividida entre permanecer donde le habían dicho y correr a la abertura que conducía fuera del dormitorio para exigir que alguien fuera en busca de una Hermana. Sabía, no obstante, que el collar que llevaba al cuello la tumbaría antes de que fuera capaz de dar dos pasos. Era un tanto sorprendente que no hubiera venido ya una Hermana. Por lo general, siempre había al menos una de ellas a mano.

—No he visto nunca a nadie hacerle frente a Jagang como lo hiciste tú —dijo Kahlan.

—En realidad no importaba. —Nicci hizo una pausa para recuperar el aliento—. Él iba a hacer lo que quería hacer. Pero yo no estaba dispuesta a aceptarlo.

Kahlan sonrió ante el espíritu de rebeldía de la mujer.

—Jagang ya estaba enojado contigo mucho antes de que llegases. La hermana Ulicia le contó que estabas enamorada de Richard. Ella no dejaba de hablar y hablar sobre ello.

Los ojos de Nicci estaban abiertos, pero no dijo nada mientras los mantenía clavados en el techo.

—Por eso Jagang te interrogaba…, por lo que la hermana Ulicia le contó. Estaba celoso.

—No tiene motivos para estar celoso. Debería preocuparle más que un día voy a matarle.

Kahlan sonrió. Luego, se preguntó si Nicci quería decir que Jagang no tenía motivos para estar celoso porque no había nada entre ella y Richard, o porque lo había pero el emperador no tenía derecho a pretender su corazón.

—¿Crees que alguna vez tendrás una oportunidad de matarlo?

En un gesto de desaliento, Nicci alzó una mano sólo un poco, luego volvió a dejarla caer al costado.

—Probablemente no. Creo que soy yo la que va a resultar muerta.

—A lo mejor podemos pensar en algo antes de que eso suceda —repuso Kahlan—. ¿Cómo consiguió capturarte, de todos modos?

—Yo estaba en el palacio.

—¿Hallaron un modo de entrar?

—Sí. A través de unas catacumbas olvidadas que pasan por debajo de las llanuras Azrith y bajo la meseta. Las cámaras y pasillos subterráneos parecen haber sido abandonados hace milenios.

»Creo que fue una expedición de reconocimiento la que me atrapó. No han empezado a invadir el palacio, todavía, pero en cuanto tengan colocado lo que necesitan estoy segura de que lo harán.

Kahlan comprendió que era eso lo que habían descubierto enterrado en el pozo. Con un modo de entrar, era sólo una cuestión de tiempo que asaltaran el palacio y masacraran a todos los que había allí arriba. Sabía que cuando eso sucediera toda esperanza se habría perdido. Jagang habría derrotado al último foco de resistencia contra la Orden Imperial. Él gobernaría el mundo.

Al menos, lo haría si conseguía ponerle las manos encima a la tercera caja del Destino. Kahlan no dudaba de su palabra de que pronto conseguiría también eso. Parecía que el tiempo no tan sólo se le acababa a Richard Rahl, sino también a toda esperanza de que sobreviviera la libertad.

Nicci, con la barbilla temblando, miró en dirección a Kahlan.

—Por favor, ¿me tapas?

—Lo siento —dijo Kahlan—, debería haberlo pensado.

En realidad, lo había hecho, pero había pensado que a lo mejor sería peor si tapaba a Nicci y la sábana se adhería a las heridas. De todos modos, podía comprender por qué Nicci quería que la tapara.

Estiró el cuerpo, atrapó el borde de la colcha dorada y tiró de él hacia arriba. Teniendo siempre presente el collar, procuró no alzarse del suelo.

—Gracias —dijo Nicci mientras conseguía tirar ella misma de la colcha dorada para cubrirse.

—No te avergüences —indicó Kahlan.

Nicci frunció levemente el entrecejo.

—¿A qué te refieres?

—Jamás deberías avergonzarte de ser una víctima. No hubo ninguna culpa por tu parte. Lo único que deberías sentir es cólera ante una violación así. Tú no hiciste nada para alentarlo. Fue violación, tal y como dijiste.

Nicci sonrió un poco a la vez que tocaba la mejilla de Kahlan.

—Gracias.

Kahlan inhaló profundamente.

—Jagang ha prometido hacerme más o menos lo mismo que te hizo a ti.

La mano de Nicci se cerró con fuerza sobre la de Kahlan, ofreciendo a su vez algo de consuelo.

Kahlan vaciló, pero luego prosiguió:

—La única razón por la que no lo ha hecho aún es porque quiere que sea peor de lo que sería si lo hiciera ahora. Me contó que quiere esperar hasta que yo sepa quién soy. Dice que cuando recuerde mi pasado y quién soy, será muchísimo peor para mí. Dice que quiere que «él» lo vea. Jagang dice que quiere destruirnos a ambos de ese modo, destruirlo todo.

Nicci cerró los ojos y se los cubrió con una mano, como si fuera incapaz de soportar pensarlo.

—Parece muy evidente que tiene que estar hablando de alguien de mi pasado. ¿Sabes quién es ese «él»?

La respuesta de Nicci tardó un buen rato en llegar.

—Lo siento, pero no te recuerdo a ti, o a tu pasado. Todo lo que sé son las cosas que he oído, como tu nombre y que eres la Madre Confesora.

Kahlan asintió. No creía que estuviera obteniendo toda la verdad. Estaba bastante segura de que Nicci sabía más de lo que admitía, pero pensó que era mejor, no obstante, no presionarla sobre el tema. Por el momento, obligarla a hacer cualquier cosa que no quisiera hacer parecía demasiado cruel. Tal vez la mujer tenía sus propias razones para no querer decir más. A lo mejor aquellas razones eran estrictamente personales y no incumbían a Kahlan.

Kahlan sonrió, decidida a alejarse de un tema tan sombrío.

—Me gustaron todas las cosas que dijiste sobre Richard Rahl. Ese Richard parece la clase de hombre que me gusta.

Nicci sonrió de un modo apenas perceptible.

—Los dos sois buenas personas.

Kahlan movió un pulgar a un lado y a otro del borde del cubrecama.

—¿Cómo es? No dejo de oír cosas sobre él. Cada vez que me doy la vuelta, parece como si el fantasma de Richard Rahl estuviera rondando de algún modo por mi vida. —Kahlan alzó la vista—. ¿Cómo es en realidad?

—No lo sé. Es simplemente… Richard. Es un hombre a quien le importan profundamente aquéllos a los que ama.

—Por lo que contaste a Jagang, pareces saber lo que piensa ese Richard sobre muchas cosas. Pareces haber estado a su lado muchas veces. Suena como si a él le importases mucho.

Nicci desechó la sugerencia con un veloz movimiento de una mano. Miró en dirección a Kahlan.

—Hay soldados corrientes fuera de la tienda de Jagang. ¿Sabes por qué?

El brusco cambio de tema indicó a Kahlan que estaba indagando en cosas de las que Nicci no quería hablar. Se preguntó por qué.

Devolvió la atención a la pregunta de Nicci.

—Esos soldados están ahí porque pueden verme. Pocas personas pueden. La hermana Ulicia contó a Jagang que cree que no es más que una anomalía. Después de que yo matara a dos de los guardias de Jagang y a la hermana Cecilia…

Con una expresión vehemente, Nicci alzó un poco la cabeza.

—¿Mataste a la hermana Cecilia?

—Sí.

—¿Cómo conseguirte matar a una Hermana de las Tinieblas?

—Fue en Caska, el lugar donde Richard y tú visteis a Jillian.

—¿Quién te contó eso?

—Jillian.

La cabeza de Nicci volvió a descender.

—Oh.

—Jillian dijo que ayudó a Richard a encontrar el libro Cadena de Fuego, que estaba buscando en las catacumbas de Caska. Allí es donde Jagang capturó a las hermanas, Ulicia, Armina y Cecilia. Ellas pensaban que iban a reunirse con la hermana Tovi cuando llegaran allí. Resultó que Tovi ya estaba muerta, y era Jagang quien estaba allí esperándolas. Se sorprendieron mucho.

—Apuesto a que sí —dijo Nicci.

—Al igual que casi todas las demás personas, los guardias de Jagang no podían verme, así que mientras el Caminante de los Sueños estaba ocupado con las Hermanas, discutiendo respecto a un libro, yo extraje los cuchillos de los guardias de sus vainas. Puesto que no podían verme, no tenían ni idea del peligro en que estaban. Mientras permanecían en silencio vigilando a su emperador yo usé sus propias armas para acuchillarlos.

»Antes de que cayeran siquiera al suelo empujé a Jillian por delante de mí, al interior del laberinto de túneles. Cuando todo el mundo salió corriendo por la puerta detrás de nosotras lancé un cuchillo. Había tenido la esperanza de alcanzar a Jagang pero fue la hermana Cecilia quien cruzó la puerta primero. Me cogieron después de eso, pero fue suficiente para ayudar a Jillian a escapar.

Kahlan soltó un abatido suspiro.

—Al final no sirvió de nada. Jagang regresó al campamento con las otras dos Hermanas y conmigo, pero envió hombres en busca de Jillian. Finalmente la encontraron y la trajeron de vuelta.

»Ella es el modo que tiene Jagang de hacerme acatar sus deseos. Me prometió que si lo enojo, no haciendo lo que me dice, le hará cosas terribles a ella.

—Es un hombre despiadado.

Kahlan asintió.

—Sin embargo, después de lo que hice, Jagang comprendió que necesitaba unos vigilantes que pudieran verme, así que registró el campamento en busca de hombres que pudiesen reconocerme. Encontró a varios. Quedan treinta y ocho.

Nicci dirigió una mirada a Kahlan.

—¿Quieres decir que había más al principio?

—Sí.

—¿Que le sucedió al resto?

Kahlan clavó la mirada en los ojos de Nicci.

—Siempre que tengo la oportunidad los mato.

Nicci sonrió.

—Buena chica.

Kahlan sonrió con ella, pero luego la sonrisa desapareció.

—Ahora, si mato a más, significará la tortura para Jillian.

La expresión de la hechicera reflejó su preocupación por Jillian.

—No dudes ni por un momento de su palabra. Lo hará sin vacilar.

—Lo sé. ¿Tienes alguna idea de por qué algunas personas pueden verme cuando casi nadie puede? ¿Sabes si es realmente una anomalía como dice la hermana Ulicia?

—Las Hermanas utilizaron un hechizo Cadena de Fuego en ti. Eso hizo que todo el mundo te olvidara. Richard descubrió que hay un defecto en el hechizo y ese…

—¿Ves a lo que me refiero? Richard otra vez, ligado a mi vida. —Sacudió la cabeza—. A veces no sé si es algo bueno o no. —Cuando Nicci no dijo nada, la instó a seguir adelante—. Así pues, ¿cómo descubrió ese defecto?

—Es una larga historia. Básicamente, intentábamos encontrar un modo de deshacer el hechizo Cadena de Fuego.

—¿Intentabais ayudarme? Pero dijiste que no me recordabais. ¿Por qué tendríais que hacer tal cosa si nadie me recuerda?

Cuando Nicci tuvo que recostarse, esforzándose por respirar, Kahlan añadió:

—Lo siento. Sé que hago muchas preguntas, es sólo que…

—Estamos intentando detener el daño que se está causando a todo el mundo —consiguió decir por fin Nicci tras soportar un escalofrío de dolor—. El problema es mucho más amplio que el que la gente te olvide. El hechizo Cadena de Fuego nos ha enredado a todos en él. Si sigue campando a sus anchas puede acabar con la misma vida.

Kahlan se reprendió en silencio por haber fantaseado alguna vez con que Richard Rahl había estado en realidad intentando salvarla, con que a lo mejor él la conocía y ella significaba algo para él.

—Yo llevaba a cabo una red de verificación —siguió Nicci—. Richard vio indicaciones en el hechizo… diseños únicos… que le indicaron que estaba contaminado. Explicó muchísimas cosas. Es necesario que anulemos el hechizo Cadena de Fuego porque, además de que hace que la gente te olvide, provoca también problemas mucho mayores.

—¿Qué clase de problemas?

Nicci hizo una pausa para tomar unas cuantas bocanadas entrecortadas de aire antes de continuar.

—Puesto que está contaminado, los efectos dañinos del hechizo se expandieron de modos inesperados. Tememos que, descontrolado, destruirá las mentes de aquéllos a quienes ha infectado. Creo que la contaminación puede ser responsable de que el hechizo no funcione como se deseaba. Como resultado, hay unas cuantas personas que al parecer no están afectadas.

—¿Por qué estoy yo en el centro de todo esto?

En el silencio que siguió, Kahlan pudo oír el suave siseo de un quinqué. Los sonidos del campamento situado fuera de la tienda daban la impresión de provenir de otro mundo.

—Las Hermanas utilizaron el hechizo para poderte enviar al interior del palacio, sin que te vieran, para robar las Cajas del Destino para ellas. La clave de las cajas es un libro llamado El libro de las sombras contadas. Necesitan a una Confesora para que confirme si el libro que utilizan es la auténtica llave que abre las cajas.

—He visto el libro —dijo Kahlan.

Sabía que Nicci decía la verdad respecto a aquella parte, porque Jagang ya había exigido que Kahlan confirmara si el libro era una copia auténtica o una falsa. Ella había dicho que era falsa.

Sabía que también tenía que haber más en todo aquello, pero que, por alguna razón, Nicci se guardaba bastantes secretos.

Kahlan tiró de un hilo de la colcha.

—Ojalá pudiera hablar con Richard Rahl. Me pregunto si podría tener respuestas para mí.

—Ojalá pudieras conocerle. Pero eso parece ahora poco probable.

Kahlan quiso preguntar si habría sido probable hasta acontecimientos recientes. Pensó que quizá Nicci acababa de revelar más que lo que había tenido intención de revelar.

—Odio decirlo, pero creo que tú y yo no vamos a poder ver jamás el resultado de esta lucha, pero ¿crees realmente que Richard Rahl va a ser capaz de detener alguna vez esta locura?

—No lo sé, Kahlan. Pero puedo decirte que es el único que puede hacerlo.

Kahlan volvió a tomar la mano de la hechicera.

—Bueno, si puede, espero que te rescate. Deberías estar con él. Tú lo amas.

Nicci cerró los ojos con fuerza. Desvió la cabeza mientras se le escapaba una lágrima que trazó un lento sendero por entre las costras de sangre seca.

—Lo siento —dijo Kahlan—. No debería haber dicho nada. Debes echarle de menos hasta lo indecible.

—No —consiguió decir Nicci al tiempo que movía la cabeza—, no es eso. Es sólo que lo que Jagang hizo duele, eso es todo. Me cuesta respirar. Creo que tengo algunas costillas rotas.

—Lo están —respondió Kahlan—. Las de este lado, al menos. Las oí partirse cuando él te dio puñetazos ahí. De haber tenido un cuchillo lo habría castrado, el muy bastardo…

Nicci sonrió.

—Creo que podrías hacerlo, Kahlan Amnell. Es demasiado tarde para mí, pero si tienes la oportunidad, hazlo antes de que empiece contigo.

—Nicci, no abandones la esperanza.

—No hay muchos motivos para la esperanza.

—Sí, los hay. Mientras haya vida, existe el potencial para que podamos mejorar las cosas. Al fin y al cabo, ¿no pusisteis tú o Richard las Cajas del Destino en funcionamiento?

—Yo lo hice —dijo Nicci—. En nombre de Richard.

—¿Qué son esas cajas, de todos modos? ¿Por qué existe un poder mágico que está pensado para ser capaz de, de… no sé, vencer toda oposición y gobernar el mundo?

—Ése no es el propósito con el que se crearon. Fueron creadas como una contramedida al hechizo Cadena de Fuego.

Kahlan comprendió, entonces, que Richard Rahl debía haber estado intentando ayudarla. Aun cuando estuviera ahora intentando salvar a otros de los efectos del hechizo, él no había descubierto el defecto que provocaba aquel daño a otras personas hasta después de que estuviera intentando solventar cómo restituir los recuerdos de Kahlan.

Puesto que tenía dificultades para respirar, Nicci fue presa de un ataque de tos que era a todas luces terriblemente doloroso. Empezó a dar boqueadas y Kahlan pudo oír un movimiento de fluidos en los pulmones de la hechicera. Nicci empezaba a ser presa del pánico debido a sus esfuerzos infructuosos por respirar. Aferró la colcha con los puños y su espalda se arqueó mientras intentaba con desesperación tomar aire.

Kahlan echó la colcha rápidamente hacia atrás y colocó una mano justo sobre la parte superior del abdomen de Nicci.

—Nicci, escúchame. Respira con mi mano. Despacio.

Los ojos aturdidos de Nicci buscaron los de Kahlan pero no pudo hablar entre sus jadeantes intentos por inhalar aire. Empezaron a brotarle lágrimas.

Kahlan frotó con suavidad la mano alrededor del abdomen en un pequeño círculo, hablando con toda la calma de que fue capaz.

—Ve poco a poco, Nicci. Concentra la mente en mi mano. Siente donde está. Lleva tu respiración despacio y acompasadamente hacia ella. Vas a ponerte bien. Intentas respirar demasiado deprisa, eso es todo.

»No estás sola. Todo va bien. Lo prometo. Respira lentamente y podrás hacerlo sin problemas. Deja que las inhalaciones bajen hacia mi mano.

Kahlan siguió frotando despacio y hablando en un tono tranquilizador.

—Todo va bien. Puedes conseguir mucho aire si te permites ir más despacio y lo inhalas.

Nicci observaba a Kahlan como si estuviera pendiente de cada palabra.

—Lo haces muy bien. No te dejaré morir. Sólo piensa en mi mano. Deja que tu respiración descienda hasta mi mano. Más despacio. Más despacio. Eso es, con calma… con calma. Eso es. Lo estás haciendo bien. Sólo piensa en mi mano y sigue respirando despacio.

La respiración de Nicci se tornó más lenta. Daba la impresión de que por fin obtenía el aire que necesitaba con tanta desesperación. Kahlan siguió frotando con cuidado el abdomen de la hechicera justo por debajo de las costillas a la vez que la instaba a ir más despacio. Durante todo ese tiempo Nicci sujetó la otra mano de Kahlan con fuerza. Tras un corto espacio de tiempo la crisis pasó, y Nicci pudo respirar con más comodidad. Necesitaba más ayuda, de todos modos, de la que Kahlan podía ofrecerle, y ésta deseó que llegara de una vez una Hermana.

—Oye, Nicci, puede que no volvamos a tener una oportunidad de hablar, pero no te rindas. Hay un hombre aquí que creo que va a hacer algo.

Nicci tragó saliva mientras recuperaba la serenidad.

—¿De qué hablas? ¿Qué clase de hombre?

—Es un jugador de Ja’La. Es el hombre punta de un equipo que pertenece al comandante Karg.

—Karg —dijo ella con repugnancia—. Lo conozco. Las cosas que les hace a las mujeres son más repugnantes que las de Jagang. Karg es un bastardo retorcido. Mantente lejos de él.

Kahlan enarcó una ceja.

—¿Me estás diciendo que en el siguiente baile de gala, si me pide que baile con él, debo declinar la oferta?

Nicci sonrió levemente.

—Eso sería lo mejor.

—Sea como sea, hay algo en ese hombre punta del equipo del comandante Karg… Me conoce. Puedo verlo en sus ojos. Deberías verle jugar Ja’La.

—Odio el Ja’La.

—No es eso a lo que me refiero. Ese hombre es diferente. Es… peligroso.

Nicci miró con el entrecejo fruncido a Kahlan.

—¿Peligroso? ¿En qué modo?

—Creo que trama algo.

—¿Como qué?

—No lo sé. No quiere que nadie del campamento lo reconozca.

—¿Cómo sabes eso?

—Es una larga historia, pero encontró un modo de que nadie lo reconociera. Se pintó la cara con dibujos extravagantes… con pintura roja… a la vez que pintaba también las caras de todos los hombres de su equipo. —Kahlan se inclinó más cerca—. A lo mejor es un asesino o algo así. Podría ser que tenga la intención de matar a Jagang.

Nicci volvió a cerrar los ojos, perdiendo interés.

—Yo no me haría muchas ilusiones sobre tal cosa.

—Lo harías si vieses los ojos de ese hombre.

Kahlan quiso hacer a Nicci un millar de preguntas, pero oyó voces al otro lado de la entrada. Luego oyó que una mujer en el exterior despedía a un esclavo.

—Creo que viene la Hermana. —Kahlan oprimió la mano de Nicci—. Sé fuerte.

—No creo…

—Sé fuerte por Richard.

Nicci la miró fijamente, incapaz de hablar.

Kahlan gateó a toda prisa lejos de la cama. La colgadura colocada sobre la entrada se abrió y la hermana Armina entró, tirando de Jillian tras ella.