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zedd condujo a Nicci y Cara en dirección a la zona del Alcázar que Nicci sabía que era un laberinto de vestíbulos y corredores fuertemente protegidos por capas de escudos. Esferas de cristal en soportes de hierro se encendían por turnos a medida que se acercaban a cada una, luego volvían a sumirse en la oscuridad una vez que pasaban. A Nicci el Alcázar le parecía un enorme lugar silencioso y sombrío. No era tan sólo inmenso, sino intrincadamente complejo, y no se le ocurría cuál podía ser el problema que tanto preocupaba a Zedd.

Antes de que hubieran llegado muy lejos, Rikka, Tom, el fornido d’haraniano rubio de la guardia de élite de lord Rahl, y Friedrich, el anciano dorador, salieron de una sala de lectura para unirse a la silenciosa procesión. Nicci imaginó que habían estado aguardando allí a que ella despertara de su encuentro con Seis. Probablemente Zedd les había pedido que permanecieran alerta y los esperaran, lo cual no hizo más que incrementar la creciente preocupación de la hechicera.

—Tienes muchísimo mejor aspecto que anoche —dijo Rikka mientras empezaban a cruzar una acogedora estancia llena de cuadros de todos los tamaños. Los cuadros, cada uno en un lujoso marco de pan de oro, cubrían por completo las paredes.

—Gracias. Ahora estoy perfectamente.

Nicci reparó en que los cuadros de aquella estancia eran todos retratos, aunque los estilos variaban enormemente. Los sujetos de algunos, ataviados con vestiduras ceremoniales, estaban sentados en poses formales mientras que en otros la gente estaba de pie con aire informal en jardines hermosos, conversaban unos con otros entre columnas espléndidas o se relajaban en bancos situados en patios.

Vio que, en muchos de los retratos, el Alcázar, o partes de él, resultaban visibles en un segundo plano. Resultaba un tanto alarmante y triste reparar en que todas aquellas personas probablemente habían vivido en el pasado en el Alcázar, un lugar que había estado lleno de vida. Eso hacía que el palacio resultase ahora todavía más desierto y vacío.

Rikka paseó una mirada por el cuerpo de Nicci.

—Ese camisón era de color rosa.

—Odio el rosa —respondió Nicci.

Rikka pareció decepcionada.

—¿De veras? Cuando Cara y yo te lo pusimos pensé que te hacía parecer aún más bonita.

Sobresaltada en un principio por una declaración como aquélla viniendo de una mord-sith, Nicci comprendió de improviso el significado del camisón de color rosa. Aquella mujer que intentaba encontrar el modo de salir del oscuro erial de la locura, intentaba desprenderse de las ataduras de emociones que le habían inculcado desde que era una niña. Todo en su vida, su mundo, había sido feo y violento. El camisón de color rosa representaba algo inocente y bonito; la clase de cosa prohibida a personas como las mord-sith. Al apreciar una cosa tan simple en Nicci, Rikka ponía a prueba la posibilidad de gozar de algo atractivo e inofensivo… ponía a prueba sus sueños. Era muy parecido a una niña confeccionando un precioso vestido para una muñeca. Era una apreciación estética y, más que eso, era tener aspiraciones propias.

—Gracias —dijo Nicci, y tras reflexionar un instante añadió—: Es un camisón bonito, simplemente es del color equivocado para mí, eso es todo. Qué tal si una vez que me vista le devuelvo el color al camisón y te lo quedas tú.

La expresión de Rikka se tornó suspicaz.

—¿Yo? No sé si…

—Te quedaría precioso. Lo digo en serio. El color rosa quedaría bien con el tono de tu piel.

Rikka pareció un poco indecisa.

—¿De veras?

Nicci asintió.

—Sería perfecto para ti. Me gustaría que lo tuvieras.

Rikka vaciló un momento.

—Bueno, lo pensaré —dijo por fin.

—Lo limpiaré y me aseguraré de que el color sea exactamente el tono de rosa apropiado para ti.

Rikka sonrió.

—Gracias.

Nicci deseó que Richard pudiera haber estado allí para ver la pequeña sonrisa de la mord-sith. Él habría comprendido que un hecho tan insignificante en apariencia era en realidad un cambio enorme para una mujer como aquélla. Nicci advirtió, también, que era reconfortante para su propio corazón ver un paso tan positivo, si bien diminuto, de vuelta a las sencillas alegrías de la vida.

Cayó entonces en la cuenta de otra cosa, y estuvo a punto de lanzar una sonora carcajada. Richard no sólo apreciaría el crecimiento personal de Rikka, también habría visto a Nicci —la Señora de la Muerte— aprendiendo a reconocer en otra persona la alegría de vivir y a conectar con ella, aunque sólo fuera en una cuestión de poca importancia. Ella ni siquiera se había dado cuenta de que Rikka y ella acababan de dar un paso juntas. Nicci era incapaz de imaginar cómo debía haberse sentido Richard al haberla traído de vuelta de la oscura existencia en la que había vivido toda su vida.

Durante un instante, tuvo un vislumbre, una visión, de la vida a través de los ojos de Richard. Fue una perspectiva asombrosamente dichosa, una imagen de cómo las elecciones de cada persona podían mejorar su propia vida. Fue una visión de cómo podían y debían ser las cosas.

Cómo lo echaba en falta. Habría dado cualquier cosa en aquel momento sólo por ver su sonrisa, aquella sonrisa que parecía reflejar todo lo que era bueno y decente. Lo echaba tanto de menos que pensó que iba a echarse a llorar.

Rikka lanzó a Nicci una mirada de reojo.

—¿Estás bien? La bruja no te hizo ningún daño permanente, ¿verdad? Pareces un poco, no sé… angustiada.

Nicci desechó tal preocupación con un movimiento de la mano y cambió de tema:

—¿Encontraste a Rachel?

Mientras salían de una habitación de piedra cubierta de tapices de escenas campestres y penetraban en un amplio vestíbulo con paredes revestidas en madera, la mord-sith dedicó a Nicci una mirada inescrutable.

—No. A primeras horas de esta mañana Chase regresó y nos contó que encontró sus huellas fuera del Alcázar. Salió en su busca.

Rachel era otra de aquellas conexiones que devolvían a Rikka a las sencillas alegrías de la vida. Nicci sabía que Rikka sentía un gran cariño por la niña, aunque jamás había llegado a admitirlo.

—No sé qué diantre puede haber pensado —dijo Zedd volviendo la cabeza mientras doblaba una esquina y penetraba en un corredor más estrecho—. No es propio de ella salir corriendo.

—¿Crees que podría tener algo que ver con que Seis estuviera aquí? —sugirió Nicci—. A lo mejor ella es la responsable.

Rikka negó con la cabeza.

—Chase dijo que no vio ninguna huella de Seis. Sólo de Rachel.

—¿Piensas lo que pienso yo? —preguntó Cara a Nicci.

—¿Te refieres a la lección que Richard nos dio en una ocasión sobre huellas?

Cara asintió.

—Habló sobre que la magia es capaz de ocultar huellas.

—Muy cierto —interpuso Zedd—. Pero Rachel desapareció antes de que Seis apareciera. Si Seis estuviera intentando ocultar sus huellas con alguna clase de magia, ¿de qué serviría ocultar las suyas si no ocultaba también las de Rachel?

De repente, Nicci giró en dirección a la entrada que acababan de cruzar. Un pilar dorado se alzaba a cada lado del portal del corredor. Los pilares sostenían una sólida viga con símbolos tallados en ella.

Contempló los pilares con mirada torva.

—¿No había un escudo de protección ahí, antes?

La sombría mirada de Zedd le indicó que tenía razón. Éste volvió a ponerse en marcha y todos apresuraron el paso para alcanzarlo. Al final del corredor, dobló por un pasillo corto a la derecha que conducía a una escalera de caracol.

Comparada con alguna de las espléndidas escaleras del Alcázar, aquella escalera de caracol era pequeña, pero aún así era notable. Los escalones eran lo bastante anchos para permitir a dos personas caminar lado a lado. El hueco de la escalera era grande, no obstante, y cada escalón requería varios pasos antes. La escalera también efectuaba un giro curioso, serpenteando hacia abajo en un tirabuzón oblongo. Todo ello resultaba desorientador y requería que la hechicera prestara suma atención, no fuera a tropezar y caer. Mientras descendían pudo ver por fin que la escalera estaba diseñada de modo que pudiera rodear y luego pasar por debajo de una formación rocosa veteada de minerales centelleantes.

Al pie de la escalera un corredor corto iba a dar a la familiar hendidura en la montaña que separaba las habitaciones del campo de contención del lecho de roca de la montaña. Aquello estaba muy cerca del lugar donde la bruja los había cogido por sorpresa. Nicci pensó que los pasillos parecían especialmente silenciosos tras la irrupción de la bruja. Dado lo que sabía sobre escudos, y era mucho, no creía que tal cosa debiera haber sido posible. Los magos que habían creado el lugar y sus defensas sin duda habrían tomado medidas para protegerlo de todas las clases de magia, incluida la de una bruja.

—Aquí —anunció Zedd a la vez que se detenía— es donde apareció por primera vez.

Indicó los bloques de piedra minuciosamente encajados de la pared opuesta a la pared de tosco granito natural.

Nicci miró a lo largo de la pared y observó manchas oscuras que no parecían naturales. Escrutó varios metros más arriba a lo largo de la elevación de piedra, distinguiendo aquí y allá las mismas zonas oscuras. Parecía como si la piedra rezumara alguna sustancia.

—¿Qué es? —preguntó.

Zedd pasó un dedo por una de las zonas oscuras. Alzó el dedo ante ella.

—Sangre.

Nicci pestañeó. Miró con fijeza la espesa sustancia húmeda y roja del dedo, luego volvió a mirar al mago a los ojos.

—¿Sangre?

Él asintió con solemnidad.

—Sangre.

—¿Sangre auténtica?

—Sangre auténtica —confirmó él.

—¿Sangre de algún animal? —Nicci recordó todos los murciélagos que habían huido volando por aquellos mismos pasillos, corriendo despavoridos por delante de la bruja—. ¿Tal vez los murciélagos?

—Sangre humana —respondió el mago.

Nicci se quedó momentáneamente sin palabras. Miró a Cara.

—Sí, estamos seguros —dijo la mord-sith en respuesta a la pregunta no formulada.

—Me doy por vencida —repuso Nicci por fin—. ¿Por qué esta pared rezuma sangre humana?

—No es sólo en esta pared —dijo Zedd—. Está filtrándose por la piedra en distintos lugares por todo el Alcázar. No parece existir una pauta.

Nicci volvió a mirar algunas de las espesas gotas de sangre que descendían por la pared. No quiso tocarlas.

—Bueno —dijo por fin—, esto, realmente, son problemas. —Devolvió la atención a Zedd—. ¿Tienes alguna idea de lo que significa?

—Significa que el Alcázar mismo está sangrando, en cierto modo. Significa que se está muriendo.

Nicci no pudo hacer otra cosa que pestañear ante lo que acababa de oír.

—¿Muriendo?

Zedd asintió con semblante lúgubre.

—¿Te acuerdas de aquel escudo allá atrás, donde preguntaste? Ha estado operativo en aquel corredor durante miles de años. Ahora ha dejado de funcionar. Hay escudos por todo el Alcázar que están fallando. Todo el tejido del Alcázar tiene graves problemas.

»Seis, a pesar de su mucho talento, no debería haber podido entrar aquí sin disparar alarmas, pero no se dispararon. Las alarmas han fallado. Por eso no supimos que estaba en el Alcázar.

»Si el Alcázar estuviera bien, e incluso si las alarmas fallaran por algún motivo o las inutilizaran de algún modo, los escudos le habrían impedido no sólo moverse libremente sino adentrarse tanto en el Alcázar. Ésta es una zona segura. Sencillamente ella no debería haber podido descender aquí.

»Sólo debido a este trastorno… —alzó una mano en dirección a las sangrantes paredes—, pudo entrar en el Alcázar sin que las alarmas sonaran y los escudos la detuvieran. El Alcázar está demasiado enfermo para impedir su entrada o detenerla una vez dentro.

»Por lo que yo sé, una violación de esta naturaleza no ha sucedido nunca antes. Ha entrado gente en el Alcázar en el pasado, pero no porque el Alcázar no cumpliera con su papel. Esas entradas tuvieron éxito porque el intruso era listo, o con un grandísimo talento, o porque tenían ayuda desde el interior. Seis se introdujo tranquilamente aquí dentro por sí sola sin que las alarmas sonasen o las defensas la detuvieran. Simplemente tuvo que tomar algunos desvíos para rodear escudos que todavía funcionaban.

—Los repiques… —musitó Nicci, comprendiendo de pronto.

Zedd asintió.

—Richard tenía razón.

—¿Puede hacerse algo?

—Sí —dijo Zedd—. Si podemos encontrar a Richard, podemos hacer que abra la caja del Destino correcta. El hechizo Cadena de Fuego también está contaminado por los repiques. Esto es la confirmación de que la contaminación dejada por los repiques está corrompiendo toda magia… no sólo el hechizo Cadena de Fuego… tal como Richard nos dijo que sucedía. Tiene que liberar el poder de las cajas y esperar que su poder sea capaz de purgar al mundo no sólo de Cadena de Fuego sino de la mácula dejada por los repiques cuando anduvieron sueltos por el mundo de la vida.

Nicci ladeó la cabeza.

—Zedd, ese poder está diseñado para un propósito específico: contrarrestar Cadena de Fuego. No va a ponerse a buscar otra magia que nos esté asolando y purgarla también. No está diseñado para hacer eso.

Zedd se echó atrás algunos mechones de pelo blanco a la vez que elegía sus palabras con cuidado.

—Tú misma dijiste que el poder de las cajas, como cualquier otro poder, puede utilizarse para objetivos distintos del propósito para el que fue diseñado. Richard necesita usar el poder de las cajas no sólo para eliminar de nosotros la mácula de Cadena de Fuego, sino también para eliminar la contaminación dejada por los repiques.

Nicci no sabía si ese curso de acción tan amplio era del todo sensato, o incluso posible, pero no creía que aquél fuera el momento ni el lugar para debatirlo. Estaban muy lejos de poder tener a Richard intentando tal cosa. Primero debían encontrar a Richard antes de que pudiera considerarse cualquier otra cosa. Después de eso, existían dificultades para que Richard abriera una caja del Destino que Nicci ni siquiera había empezado a revelar a Zedd porque no había querido preocuparle más de lo necesario.

—Entre tanto —dijo Zedd—, debemos evacuar el Alcázar.

Aquello desconcertó a Nicci.

—Pero si el Alcázar está debilitado, entonces debemos hacer justo lo contrario: debemos defenderlo. Hay cosas inestimables aquí que no debemos permitir que caigan en las manos equivocadas. No podemos arriesgarnos a que Jagang o las Hermanas se apoderen de los poderosos objetos mágicos que hay aquí; los que todavía funcionan, en todo caso. Por no mencionar las bibliotecas…

—Precisamente por eso debemos irnos —insistió Zedd—. Si nos vamos, puedo poner todo el Alcázar en un estado que mantendrá fuera a todo el mundo. Es algo que hasta donde sé nunca antes se ha hecho, pero no veo otra solución.

Nicci alzó la mirada hacia la sangre que manchaba la pared de piedra.

—Bueno, si el Alcázar está enfermo, y la magia está fallando, ¿cómo puedes hacer algo así?

—Los libros antiguos que explicaban el diseño defensivo del Alcázar contaban lo de las paredes que sangran. Esta sangre, esta advertencia, siendo tan truculenta como es, significa lo grave que es el problema del Alcázar. Por lo que yo sé, una cosa así no ha sucedido nunca antes. Ésta es la primera vez que una advertencia tan drástica ha sido necesaria. Es una de las cosas sobre este lugar que tuve que aprender cuando me convertí en Primer Mago.

»Esas mismas fuentes también describían los procedimientos de emergencia en el caso de que una cosa así sucediera. Existe un modo de cerrar a cal y canto el Alcázar con un estado de poder elevado que no está aún degradado.

Nicci halló esa idea muy inquietante.

—¿Estado de poder elevado?

—Estaba guardada… necesité la mayor parte del día para encontrarla.

—¿Qué estaba guardada?

Zedd indicó con un ademán las cercanas puertas de latón donde había estado la caja del Destino hasta que Seis la robó.

—Una caja de hueso. Está ahí dentro. Es más o menos del tamaño de una de las Cajas del Destino. Si bien es de hueso, no sé de qué bestia procede dicho hueso. Tiene símbolos antiguos tallados por todo el exterior.

»Contiene un hechizo construido armonizado con la naturaleza del Alcázar. Lo construyeron los mismos magos que confirieron al Alcázar sus muchas defensas. Podrías compararlo con una pequeña cantidad de masa inicial que reservas para tener siempre un poco de la original para poder seguir confeccionando la misma clase de pan. Este hechizo contiene elementos de la magia original del Alcázar. Es de lo más extraordinario, cuando te pones a pensarlo.

—¿Cuánto tiempo durará tal clase de hechizo, una vez activado, antes de que la contaminación de los repiques empiece a degradarlo también?

Zedd hizo una mueca a la vez que movía la cabeza.

—No tengo ni idea. Por las cosas que he leído y las pruebas que he realizado, creo que un estado así durará bastante tiempo, pero no hay modo de saberlo con seguridad. Todo lo que podemos hacer es intentarlo.

—¿Y si ya lo han corrompido los repiques? —preguntó Friedrich—. Al fin y al cabo, si el Alcázar está infectado, y este hechizo forma parte del poder original del Alcázar, ¿quién nos dice que no está ya corrompido?

Friedrich, por haber estado casado con una hechicera durante la mayor parte de su vida, sabía bastante sobre magia aun cuando él no poseía el don.

—Intenté llevar a cabo redes de verificación sobre algunos de los aspectos corrompidos del Alcázar, como las alarmas. La corrupción impidió que funcionasen las verificaciones. La verificación del hechizo que contiene la caja de hueso funcionó sin la menor dificultad. Según mis pruebas sigue siendo viable.

—¿Por qué no podemos quedarnos aquí y poner al Alcázar en ese estado de protección? —preguntó Cara.

—Es demasiado peligroso —le contestó Zedd—. El procedimiento de emergencia no se ha empleado nunca. No estoy seguro de su naturaleza precisa, de cómo funciona con exactitud, pero la información que examiné decía que esa clase de estado impedirá que nadie entre. Sólo puedo asumir que un estado de emergencia así, por necesidad, tratará con dureza a cualquier intruso. Parece ser una forma de hechizo de luz. Por mis limitados conocimientos sobre las condiciones del Alcázar en un estado así, sería muy peligroso para nadie estar aquí.

»Después de todo, ¿cómo sabemos que no hay intrusos en el Alcázar ahora mismo?

Cara se irguió muy tiesa.

—¿Ahora?

—Sí. Si las defensas del Alcázar están fallando, y las alarmas no funcionan, ¿cómo sabríamos si hay personas vagando por ahí que no pertenecen a este lugar? Por todo lo que sabemos, Seis podría seguir acechando por aquí. Chase dijo que no encontró ninguna huella de ella que indicara que se fue. Asimismo, podrían haberse deslizado dentro del Alcázar algunas Hermanas de las Tinieblas. Ya no existe un modo digno de confianza de que podamos saberlo.

»Aún es más preocupante que pudieran entrar enemigos mediante la sliph. Richard es el único que podría volver a dormir a la sliph, nosotros no podemos. La sliph no está diseñada para negar sus servicios a nadie que se los pida y posea el poder adecuado. No somos suficientes para custodiar la sliph todo el tiempo, y no hay suficientes de nosotros con bastante poder para defendernos contra un ataque de Hermanas de las Tinieblas.

»Sin la capacidad para poder volver a dormir a la sliph, o sin alarmas y escudos para proteger el Alcázar, éste es vulnerable a intrusiones de todas clases. Debe asumirse que un hechizo como ése, por su propia naturaleza, eliminaría a cualquiera que estuviera en el Alcázar. Puesto que es una medida de último recurso tenemos que asumir que podría resultar tan fatal para nosotros estar aquí dentro como lo sería para un intruso.

»Por lo tanto, tenemos que irnos y luego activar el estado de protección.

—¿Cómo volveremos a entrar? —preguntó Cara.

—Tendré que desconectarlo. Conozco la secuencia necesaria para volver inactivo el hechizo. Una vez que lo desactive, no obstante, no creo que pueda ser reactivado, así que no osaremos desactivarlo a menos que sea absolutamente necesario por algún motivo, o hasta que la contaminación de los repiques pueda ser eliminada del mundo de la vida.

Nicci soltó un suspiro.

—No se me ocurre ningún argumento contra ese plan. Parece el único modo de preservar el Alcázar por el momento.

—Además de eso —dijo Zedd—, sencillamente no podemos seguir aquí sin hacer nada.

—No —repuso Nicci—, supongo que no podemos.

Ya pensaba en las cosas que debían hacerse. Había varios lugares a los que tenía que ir.

—Me parece —dijo Zedd a la vez que paseaba la mirada por los que aguardaban su dictamen— que lo primero que hay que hacer es intentar devolverle a Richard su poder. Si volviera a estar conectado con su don tal vez eso lo ayudaría.

»Tenemos motivos para creer que le fue amputado por un hechizo dibujado en las cuevas sagradas de Tamarang. A menos que alguien tenga una idea mejor, yo digo que vayamos a Tamarang y ayudemos a Richard eliminando lo que sea que le impide tener acceso a su don.

Ambas mord-sith asintieron.

—Si existe la posibilidad de que ayude a lord Rahl, yo digo que vayamos —dijo Cara.

—Estoy de acuerdo —la secundó Tom.

—Me temo que yo os haría ir más despacio —indicó Friedrich—. Ya no soy tan joven. Tal vez sería mejor si permaneciera en la zona por si aparece Richard. Tendrá que saber lo que está sucediendo. Puedo permanecer cerca, vigilar el Alcázar desde el exterior.

—Eso tiene sentido —dijo Zedd al anciano.

—Creo que lo mejor será que yo vaya al Palacio del Pueblo —dijo Nicci.

Zedd frunció el entrecejo.

—¿Por qué?

—Bueno, puedo usar la sliph. Desde el Palacio del Pueblo puedo viajar en la sliph hasta la zona de Tamarang y reunirme con vosotros allí. La sliph es mucho más rápida, de modo que tendré tiempo de comprobar unas cuantas cosas en el palacio.

—¿Cómo cuáles? —inquirió Zedd.

—Bueno, con Richard desaparecido y aislado de su poder, Nathan está actuando en calidad de lord Rahl. Ese vínculo es todo lo que se interpone entre nosotros y que el Caminante de los Sueños sea capaz de penetrar en nuestras mentes. Quiero ver cómo le va.

Zedd asintió pensativo.

—Hay defensas en el palacio que funcionan mediante magia, de un modo muy parecido a lo que sucede aquí en el Alcázar —dijo Nicci—. Ann y Nathan necesitan saber que los repiques están corrompiendo esa magia. Tienen que saber lo que sucedió aquí, y así estarán preparados si sucede también allí, y no se verán cogidos por sorpresa como nos sucedió a nosotros.

»Pero más que nada necesitamos recuperar la caja del Destino. Seis procedía del Viejo Mundo. Ann y Nathan vivieron allí mucho tiempo. Dijeron que no sabían nada sobre Seis, pero a lo mejor se les ha ocurrido algo o pueden ofrecer una pista. Seis era reservada cuando vivía allá abajo, en el Viejo Mundo, pero tal vez alguien sepa algo sobre ella. Ann y Nathan podrían indicarme cómo llegar hasta tal persona. En estos momentos no sabemos casi nada sobre la bruja. Necesitamos información.

»Yo no tengo ni idea de dónde buscar a Seis. Ése sería el primer lugar donde empezar a hacer preguntas, donde están Ann y Nathan.

—Tiene sentido —repuso Zedd con un suspiro—. Pero si averiguas algo, ven a Tamarang primero. Acude a mí antes de ir tras ella por tu cuenta. Puede que necesitemos tu ayuda para ocuparnos de lo que sea que esté sucediendo en Tamarang, y tú, desde luego, necesitarás mi ayuda para idear un modo de encargarnos de Seis. Ya ha demostrado lo peligrosa que es. No vas a poder acercarte a hurtadillas a ella y recuperar la caja. Si conseguimos una pista de dónde podría estar, vamos a tener que colaborar y elaborar un plan.

—De acuerdo —respondió la hechicera—. ¿Qué hay de la sliph… después de que me haya ido, quiero decir? ¿Podrá alguien volver a introducirse en el Alcázar?

—El hechizo de protección toma precauciones especiales en los puntos de acceso. La sliph atraerá ramificaciones del hechizo, que endurecerán las trabas para acceder a ese punto de entrada al igual que con cualquier otro. Una vez que te hayas ido a través de la sliph activaré el hechizo.

—Voy contigo —dijo Cara a Nicci, y no era una petición.

—Yo iré con Zedd, entonces —dijo Rikka—. Necesitará que una de nosotras cuide de él.

Zedd le lanzó una furiosa mirada agria pero no dijo nada.

Cara acarició su rubia trenza con una mano.

—Está decidido, entonces.

Era como si ellas dos estuvieran acordando cómo debía llevarse a cabo la operación. Nicci empezaba a apreciar la formidable paciencia de Richard.

—Reunamos nuestras cosas —dijo Zedd—. Pronto será de día.

Nicci cogió a Rikka del codo y se la llevó aparte.

—En cuanto me ponga mis ropas, arreglaré el camisón para que te lo quedes tú.

Rikka sonrió.

—De acuerdo.

Nicci pensó que la mujer parecía discretamente emocionada ante la perspectiva de tener algo bonito, algo que no tenía nada que ver con la vestimenta de una mord-sith.

La hechicera se concentró en aquel pensamiento alegre, más que en lo nerviosa que estaba por tener que viajar en la sliph otra vez. Esta vez, Richard no estaría con ella para ayudarla.