El hiperespacio existe. No caben dudas al respecto. Lo hemos probado matemáticamente. Pese a que todavía no conocemos las leyes del hiperespacio, podemos estar seguros de que no son las mismas que las del espacio normal. No hay motivo para suponer que la barrera de la velocidad de la luz se verifique en el hiperespacio. De modo que lo que queda por averiguar es el modo de pasar del espacio normal al hiperespacio y viceversa. ¡Dadme los fondos para descubrir el medio de hiperviajar, y os daré las strellas!
Dr. Frederick D. Canferelli
Fundador de la Fundación FTL,
en carta al Comité de Evaluación Tecnológica,
Senado Mundial, Ginebra. 21 de mayo de 2016
Es bien sabido que una hormiga no puede
mover una planta del árbol del caucho.
Lema de la Fundación FTL
Kinery entró corriendo, con un grueso legajo bajo su brazo. Era un joven agresivo, de cabellos rubios cortos, barba en punta y modales de quien no se ocupa de cosas sin importancia. No mostraba ningún miramiento.
Jerome Schechter, el director adjunto de la Fundación FTL. Observó con ojos cansados a Kinery, que se sentó sin esperar invitación y arrojó su pesado legajo sobre el atestado escritorio de Schechter.
—Buenas, Schechter —dijo Kinery secamente—, me alegro de haber burlado al fin su escolta palaciega. Es usted un hombre difícil de encontrar, ¿lo sabía?
Schechter asintió.
—Y usted es muy persistente.
El director adjunto era un hombre gordo, tirando a obeso, con cejas pobladas y una melena de espeso cabello gris.
—Hay que ser persistente para tratar con ustedes. Schechter, no voy a malgastar palabras. Estoy recibiendo un desplante de FTL, y quiero saber por qué.
—¿Un desplante? —Schechter sonrió—. No entiendo lo que me quiere decir.
—Mire, no juguemos. Usted y yo sabemos que soy uno de los mejores físicos que haya aparecido en mucho tiempo. Conocerá mis estudios acerca del hiperespacio, si es que se mantiene al día en su especialidad. Debe saber que mi enfoque es válido. Ha ocasionado la mayor conmoción de este terreno desde lo de López. Y eso fue hace treinta años.
Estoy en la pista de una máquina para hiperviajar, Schechter. Cualquiera que sepa algo está enterado de eso… Pero necesito dinero. Mi Universidad no puede afrontar los costes del equipo que necesito. Por eso acudí a la Fundación FTL. Maldita sea, Schechter, su gente tendría que haber saltado de alegría al ver mi requerimiento. En lugar de eso, recibo evasivas durante un año, y luego, un rechazo. Ni siquiera puedo obtener una explicación de nadie. Usted está siempre en reuniones, sus asistentes me despachan con mentiras, y López parece estar de vacaciones permanentes.
Kinery se cruzó de brazos y se sentó en su asiento, sofocado. Schechter jugó con un pisapapeles y suspiró.
—Está usted enojado, señor Kinery —dijo—. Nunca es bueno estar enojado.
Kinery se inclinó hacia adelante nuevamente.
—Tengo derecho a estar enojado. La Fundación FTL fue creada con el expreso propósito de encontrar una vía al hiperespacio. Yo estoy a punto de conseguirla. Sin embargo, ustedes ni siquiera me prestan atención, por no mencionar el dinero.
Schechter suspiró otra vez.
—Usted está basándose en una serie de malentendidos. Para empezar, la Fundación FTL fue creada para investigar el método para viajar mes rápido que la luz (FTL=faster-than-light). Digamos, la energía estelar. El hiperespacio es sólo un camino hacia ese objetivo. En este momento, estamos dedicados a otros caminos que parecen más prometedores. Así…
—Lo sé todo acerca de esas otras vías —interrumpió Kinery—. Caminos sin salida. Eso es lo que son. Están malgastando el dinero de los contribuyentes. Y, por Dios, ¡las cosas que están financiando! Allison y sus experimentos de teletransporte; Claudia Daniels y sus disparates acerca de una supermáquina. ¡Y la hipótesis tempostasial de Chung! ¿Cuánto le están dando a él? Si quieren mi opinión, les diré que la Fundación FTL ha estado mal administrada desde la muerte de Canferelli. El único que estaba haciendo algo bien era López, y ustedes, son tontos, lo sacaron de su campo y lo convirtieron en administrador.
Schechter estudió a su interlocutor. La cara de Kinery se veía un poquitín enrojecida, y sus labios estaban apretados.
—Entiendo que ha ido a ver al senador Markham —dijo el director adjunto—. ¿Es que piensa llevar estas acusaciones ante él?
—Sí —dijo Kinery de manera cortante—. A menos que obtenga algunas respuestas. Y le garantizo que si esas respuestas no me satisfacen, me ocuparé de que el Comité Tecnológico del Senado eche una mirada a fondo en la Fundación FTL.
Schechter sacudió la cabeza.
—Muy bien —dijo—. Le daré sus explicaciones. Kinery: ¿tiene idea de lo poblada que está la Tierra en estos momentos?
Kinery bufó.
—Por supuesto, yo…
—No —dijo Schechter—. No rechace la idea. Piénselo. Es importante. No nos queda mucho sitio, Kinery. Ni aquí ni en ningún otro lugar de la Tierra. Las colonias en Marte, Luna y Calisto son una broma, los dos sabemos esto. El hombre está en un callejón sin salida. Necesitamos los astros para que sobreviva nuestra especie. La Fundación FTL es la esperanza de la humanidad, y gracias a Canferelli, el público ve a la Fundación sólo en términos de hiperespacio.
Kinery no estaba convencido.
—Schechter, ya tuve suficiente ración de tonterías de parte de su gente durante el último año. No necesito más.
Schechter tan solo sonrió. Luego se levantó y caminó hasta la ventana, mirando las torres de los rascacielos de la megalópolis que los rodeaba.
—Kinery —dijo, sin darse vuelta— ¿alguna vez se preguntó por qué López no inició ningún proyecto de investigación acerca del hiperespacio desde que fue nombrado director? Después de todo, es su campo…
—Bueno… —empezó Kinery.
Schechter le cortó.
—No importa —dijo—. No es importante. Financiamos las estupideces que financiamos porque son mejor que nada. El hiperespacio es un callejón sin salida, Kinery. Lo mantenemos vivo para el público, pero sabemos la verdad.
Kinery hizo una mueca.
—Oh, vamos, Schechter. Eche un vistazo a mis papeles. Deme la financiación y le devolveré una máquina para hiperviajar antes de los dos años.
Schechter dio la vuelta y lo miró.
—Estoy seguro que lo haría —dijo, con una voz infinitamente cansada—. Sabe usted, Canferelli dijo una vez que no había motivo para suponer que la barrera de la velocidad de la luz se aplicase en el hiperespacio. Tenía razón. No se aplica. Lo siento, Kinery. De verdad lo siento. López nos entregó una máquina para hiperviajar hace treinta años. Fue entonces que descubrimos que la velocidad límite en el hiperespacio no era la velocidad de la luz. Era más lenta, Kinery. Es más lenta.