La posición de Gogol en la literatura rusa ha sido muy discutida, llegando al extremo de que unos le han considerado el representante de la «escuela naturalista» de Bielinski, y, en cambio, otros, un precursor de las más modernas tendencias romántico-grotescas.
Gogol pertenece a la generación de 1830; dentro del romanticismo, es él quien inicia en la literatura rusa la corriente realista. Su vida transcurrió bajo el régimen reaccionario del zar Nicolás I, y en él se dan fundamentales características que le diferencian tanto de los escritores anteriores como de los posteriores o coetáneos más jóvenes que él. Contrariamente a los que le sucedieron, Gogol no intervino nunca en las querellas ideológicas de la crítica literaria que entonces cobraba auge, así como tampoco pensó ni remotamente en acusaciones contra el Estado ni en reformas e innovaciones progresistas. De este modo Gogol se mantuvo alejado de la orientación social, que no tardaría en ser la principal característica de los escritores rusos. En cambio, se diferencia de los anteriores como Pushkin, o los coetáneos como Lermontov, en que con su obra exclusivamente en prosa llevó a cabo el tránsito del romanticismo al realismo, inspirándose directamente en la realidad de su patria, a pesar de que lo hiciera con temperamento de humorista, y ofreciendo de este modo el ejemplo a seguir. Así, pues, en la historia de la literatura nacional, su obra no sólo representa el paso decisivo del romanticismo al realismo, sino que abre el camino de la época áurea de la narrativa de su país.
Sin embargo, Gogol no se limita a copiar la realidad; al mismo tiempo que la describe, aparecen en sus obras numerosas escapadas hacia el mundo de la fantasía (mediante la intervención de diablos, brujos…) y, cosa nada de extrañar, hacia un reformismo moral a ultranza. No obstante, esto no le separa de lo que en adelante será la gran literatura del siglo 19, en la que, a pesar de su realismo, es frecuente encontrar también elementos fantásticos y reformismo moral; así ocurrirá, por ejemplo, en Chéjov y en Dostoievski.
De ahí que en sus obras deban tenerse en cuenta estos dos aspectos, tanto el romántico y moralizador como el realista, aunque no hay que decir que acierta mucho más en el segundo. Por otra parte, no es posible separar uno de otro, ya que ambos se interfieren en la mayoría de sus obras; por los dos lados es como hay que verle, y así lo hicieron casi todos sus compatriotas y especialmente sus coetáneos. Gogol mismo atestigua lo evidentes que son ambos planos cuando explica la impresión que le causó a Pushkin la obra Almas muertas al leerla ante éste: «Pushkin, tan aficionado a reír, a medida que yo leía se iba poniendo cada vez más sombrío, y al acabarse la lectura exclamó con desesperación: ¡Dios mío, qué triste es nuestra Rusia!». Pushkin había interpretado como amarga revelación de la realidad aquello que a primera vista aparecía como una obra caricaturesca. Entonces Gogol sigue diciendo: «En aquel momento me di cuenta de la importancia que podía tener todo cuanto saliera directamente del alma, y, en general, todo cuanto poseyera una verdad interior». Gogol acababa de ver la superioridad de lo real, y advirtiendo que esto obliga al escritor a esforzarse más, exclama: «Cuanto más común es un objeto, más por encima de él debe hallarse el artista a fin de conseguir de él lo no común, para que esto llegue a ser verdad completa».
Al principio tal vez resaltó más el aspecto romántico, pudiéndose decir que casi entró en la literatura como un típico romántico; pero no por ello sus primeras obras dejaron de ser auténticamente realistas; cuanto más avanzaba en su carrera literaria, más iba destacándose este segundo aspecto, y así Gogol llegó a convertirse en director del nuevo movimiento novelístico, hasta que el realismo cristalizó definitivamente. Pero Gogol se diferenció de los grandes escritores realistas que le siguieron, en que a éstos les movía una tendencia, un interés por la situación político-social que presentaba Rusia en aquellos momentos; todos ellos se dieron cuenta de que a Rusia era preciso cambiarla, de que su estructura social no podía subsistir; Rusia llevaba varios siglos de atraso con respecto a los demás países europeos y tenía que ser reformada; pero la severidad del régimen, la censura, la vigilancia policial, no permitían el progreso del país ni la libre expresión de las ideas; sin embargo, paradójicamente, la censura sólo prohibía los ataques personales y no las ideas generales; mientras no se atacara a Dios, al zar o a la Administración, en los escritos se toleraba todo, hasta el punto de que incluso, sin prever sus consecuencias, se permitió la entrada en el país de El capital, de Carlos Marx. De este modo la literatura se convirtió en la tribuna del pueblo, y los escritores clamaron por la justicia y el progreso social. Estas características se dieron en todos los literatos posteriores a Gogol y también en algunos coetáneos. A Gogol, por el contrario, no le movía la crítica social; con sus poderosas dotes de observación plasmó la realidad en sus obras, se limitó a pintar el cuadro de la Rusia que veían sus ojos, abriendo y preparando así el camino que seguiría la literatura hasta la llegada del bolchevismo.
Gogol acentuó el interés de la literatura por el hombre, y concretamente por el hombre en el ambiente ruso. En sus obras hace gala de un gran espíritu de observación, de una gran capacidad para penetrar en la mente y en el alma humanas, pero al mismo tiempo no puede liberarse de algunos elementos característicos del romanticismo. Esto hizo que unos le consideran como romántico y otros como realista, e incluso yendo más allá, llevando todo esto al campo de la vida político-social, hizo que los primeros le consideraran conservador y los segundos liberal. Por ello ha sido el escritor ruso tal vez más discutido por distintas corrientes, y siempre con fervor y apasionamiento. Quizá en nadie como en él se pueda ver mejor la insuficiencia de las etiquetas, puesto que si por un lado fue fruto del romanticismo de sus tiempos, por otro fue también el padre del realismo ruso, siendo, pues, romántico y realista a la vez. Hoy día se le considera el primer representante auténtico del realismo en la narrativa de Rusia, aunque no ajeno al movimiento literario que le precedió y coexistió con él. Ya desde los primeros momentos del romanticismo habían surgido escritores tanto rusos como ucranianos, en general de poca talla (excepto Pushkin y Lermontov), en los que aparecían características totalmente realistas. Estos elementos son muchísimo más marcados en Gogol, constituyendo el escritor un caso más complejo, ya que si por una parte la abundancia de elementos realistas permiten que se le clasifique como autor realista, por otra, los también abundantes elementos románticos permiten encuadrarlo en el anterior movimiento literario. Los críticos contemporáneos a Gogol le incluyeron en el primer grupo, así como los críticos posteriores de matiz más o menos social; en cambio, una parte de la moderna crítica, desligada de las influencias de tendencia sociológica, le incluye en el segundo. No obstante, creemos que lo más acertado, alejados de todo prejuicio, es considerarle como padre del realismo ruso, pero no por ello apartado del romanticismo; si bien se ha hablado de una clasificación de sus obras según en ellas se dé la reproducción de la realidad o la fantasía creadora, es muy difícil poder establecerla, pues ambos elementos se mezclan y se funden casi siempre, resultando a menudo imposible afirmar cuál de ellos predomina. Se suele decir que cuanto más avanza en su obra más característicos y abundantes son también los elementos realistas; sí, es cierto, pero esto no significa en modo alguno que al escribir, por ejemplo, las Veladas en Dikanka o Taras Bulba, Gogol no hubiera concebido la idea de reproducir artísticamente la realidad, por más que intervengan elementos fantásticos como brujos y diablos, que por otro lado formaban parte de las supersticiones tan comunes en el pueblo que intentaba retratar, como en el primer caso, o elementos de la exageración y ampulosidad romántica, como en el segundo.
Si recorremos todas sus obras, vemos que en la primera, las Veladas en la granja de Dikanka, son totalmente realistas las descripciones de los tipos, de la naturaleza, y el estilo en que están escritas, mientras, como acabamos de decir, intervienen numerosos elementos fantásticos, siéndolo también incluso el tema de alguno de estos relatos. En los siguientes cuentos, Mirgorod, en los que se incluye Taras Bulba, una corta novela, aparecen no sólo elementos épicos y líricos en abundancia, sino que los temas están basados en la vida real y en la historia. En Arabescos, Las memorias de un loco y El retrato, aparece también el elemento fantástico. Su comedia El inspector general es una sátira contra la corrupción burocrática y la sordidez de la vida de provincias, y, como tal, está basada en la realidad, viéndose aquí el predominio de ésta. En adelante ambos elementos van alternando hasta llegar a Almas muertas (concebida más tarde como la primera parte de una trilogía que habría de regenerar a Rusia), en que, a pesar de que el mismo Gogol había afirmado que su propósito era pintar una caricatura, y que todo cuanto había escrito sólo era fruto de su imaginación, da la impresión de que no pretendió otra cosa que ofrecer una pintura realista y verdadera de la vida rusa. No cabe, pues, duda de que la realidad fue el último fin de su arte; en la reproducción de esa realidad la imaginación juega un papel básico; de ella se sirvió Gogol, así como de esa fantasía creadora que le acerca a los románticos.