a).— Generalidades
Almas muertas o las aventuras de Chichikov es la gran novela de Gogol, de la que, como de algunas otras de diversos autores, se ha dicho que es la mejor novela rusa, y que ha influido mucho en escritores posteriores. Esta primera parte, iniciada en 1835, fue publicada en 1842, y su autor le dio el nombre de «poema», cosa muy frecuente en aquellos tiempos. Gogol consideraba que lo que había escrito hasta aquel momento carecía de valor, y se propone trabajar en serio. Su poema resultará ser a un tiempo la más verdadera, la más cómica y la más cruel de todas sus obras.
Su argumento es muy sencillo; sucede con frecuencia en Gogol que en sus obras la acción es incluso pobre; dotado de un gran poder de transformación, triunfa al detallar siempre lo pequeño, lo absurdo, enreda y desenreda los caracteres, y, en consecuencia, apenas si hay acción. En Almas muertas, cuyo tema se lo proporcionó Pushkin, se relatan las aventuras de Chichikov, un personaje procedente de la nobleza, aunque de origen un tanto oscuro, que después de pasar por la experiencia de ser funcionario, de formar parte de una comisión de obras, de trabajar en Aduanas y de haber intentado repetidas veces enriquecerse, fracasando siempre tras conseguirlo por descubrirse todo, organiza un plan que está seguro que no le ha de fallar para lograr hacer fortuna. Mediante la compra de siervos muertos después del último censo (aquellos censos se llevaban a cabo cada diez años) y que aún figuran como vivos en los registros a efectos de impuestos, conseguirá que el Estado le facilite tierras; por supuesto que se trata de una especie de fraude, es decir, un fraude legal, ya que estas tierras son facilitadas a quien posea cierto número de siervos, y Chichikov, para poder demostrar que está en posesión de ese número, compra siervos fallecidos a un precio mucho más reducido, haciéndolos pasar por vivos a fin de transferirlos, en el papel, a dichas tierras. Con ese propósito Chichikov va recorriendo diversas provincias rusas y trabando relaciones con toda clase de terratenientes, muchos de los cuales, ignorando las verdaderas intenciones de Chichikov, le ceden o le venden a bajo precio esos siervos muertos a causa de enfermedades que han asolado la comarca, con lo que se libran al mismo tiempo de pagar las cargas fiscales.
De este modo Gogol ofrece un cuadro de muchos aspectos de la vida rusa, y hace desfilar por la obra un gran número de personajes verdaderamente típicos, situados en los medios más diversos; es un cuadro realista visto, sin embargo, a través de un prisma caricaturesco. En esta obra el autor intercala de vez en cuando observaciones personales, digresiones filosóficas o morales, o arranques de lirismo.
Hay que hacer notar que la expresión «almas muertas» era utilizada comúnmente para designar a los siervos de la gleba que habían fallecido después de cada uno de los censos, los cuales, como hemos dicho, se realizaban cada diez años. A esos siervos se les llamaba «almas» y todavía figuraban en los registros como vivos. Por supuesto que la frase puede tener otra interpretación, pero de ello hablaremos más adelante, y aquí nos limitaremos a decir que fue en el sentido indicado en que lo aplicó Gogol.
Antes de su publicación, el presente «poema» pasó por diversas vicisitudes; el autor envió el manuscrito a un censor llamado Sneguiriov, a la sazón profesor de la Universidad de Moscú, a quien consideraba más inteligente que a sus colegas; probablemente temía que la censura pusiera reparos a una obra como aquélla, sobre todo teniendo en cuenta lo sucedido con El inspector general. Sneguiriov repuso que estaba dispuesto a conceder el permiso de publicación sólo a condición de que hiciera algunos pequeños cambios, y Gogol se mostró satisfecho. No obstante, después surgieron problemas, puesto que el presidente del comité de censura de Moscú interpretó de otro modo el título de Almas muertas, en el sentido de que no eran inmortales, y no sólo mostró indignación por esto, sino que cuando lograron convencerle del auténtico sentido de la frase, declaró que se trataba de un ataque contra la institución de la servidumbre.
Otros, en cambio, constataron que la empresa llevada a cabo por el protagonista era una pura estafa, a lo que Sneguiriov replicó que, si bien era así, el autor no justificaba en modo alguno su conducta; entonces alegaron sus oponentes que tal vez habría alguien que se atrevería a imitarle. A otros les pareció inmoral que por seres humanos se pagara la irrisoria cantidad de dos rublos y medio como máximo, replicando Sneguiriov, siempre en defensa de Gogol, que no había que olvidar que aquellos seres eran «almas muertas», no vivos. Y por último hubo quien en la figura del terrateniente arruinado, que a pesar de ello se hizo construir una magnífica casa en Moscú, pretendió ver al zar, que acababa de edificar allí un palacio. Por todo esto decidieron, finalmente, no conceder la autorización para publicar la obra, y Gogol probó en San Petersburgo, adonde envió el manuscrito; consiguió al fin la autorización, y Almas muertas vio la luz en mayo de 1842.
Gogol, al iniciar su «poema», tenía la intención de presentar al publico una caricatura de la vida rusa, presentar al hombre ruso con todas sus virtudes y sus defectos, los cuales, tanto los unos como los otros, le hacen superior a todos los demás pueblos. No abrigaba ningún propósito de reforma, ni es probable que al comenzar a escribir concediera gran importancia a su obra. Sin plan preconcebido, se abandona a la fantasía y no prevé las dificultades que se le pueden presentar, ni el alcance de su empresa. Sin embargo, apareció Pushkin, su amigo y protector, y le leyó, como hemos explicado antes, los primeros capítulos de la nueva obra. Conocemos ya cómo reaccionó Pushkin, reacción que sorprendió a nuestro autor, y cuáles fueron a continuación las reflexiones que se hizo éste. Entonces ve cada vez con mayor claridad y advierte el significado y la importancia que puede tener su libro. Decide, según sus propias palabras, «endulzar la impresión penosa que podía causar Almas muertas». Llega un momento en que, tras una interrupción, al reanudarla y leer lo que había escrito, él mismo se asustó, llegando a afirmar que si alguien hubiera visto los monstruos que había pintado, habría sentido terror. Y no es de extrañar que así fuera, teniendo en cuenta cómo es la versión «suavizada».
Dos años después de iniciarla, exclama: «Si llego a escribir este libro como es preciso que sea escrito, entonces… ¡Qué tema original, inmenso! ¡Qué diversidad en esta masa! Toda Rusia aparecerá en mi poema. Será mi primera obra pasable, la obra que salvará mi nombre del olvido». Y poco más tarde escribe a un amigo: «Mi obra será inmensa y todavía no veo su fin. Numerosas gentes se dirigirán contra mí, tendré contra mí clases enteras. Pero ¡qué puedo hacer! Mi destino es batallar contra mis contemporáneos. ¡Paciencia! Una mano invisible, pero poderosa, escribe misteriosamente bajo mis ojos. Sé que mi nombre será más feliz que yo mismo. Quizá los descendientes de mis compatriotas, con lágrimas en los ojos, se reconciliarán con mi nombre». Y en efecto, así fue, como si Gogol lo estuviera presintiendo.
b).— La realidad y el autor en «Almas muertas».
Almas muertas es, de todas las obras de Gogol, la más realista, si bien esta realidad está presentada de un modo grotesco, como una caricatura. Gogol tiende aquí a la exageración, pero ello no significa en modo alguno que no represente los tipos y las cosas tal como son.
En Las aventuras de Chichikov aparecen innumerables personajes de todas las clases sociales y profesiones, colocados todos y cada uno en el medio que les corresponde; esto permite a Gogol presentarnos un cuadro completo de todos los ambientes rusos, a la vez que a nosotros conocerlo. Terratenientes, nobles y aristócratas, gobernadores, militares, funcionarios, campesinos, desfilan por estas páginas, cada uno en su medio social. Son muchos los terratenientes con quienes Chichikov se relaciona, mientras va en busca de las «almas muertas»; todos ellos aparecen con las características propias de los propietarios de la época: grandes bebedores en general, buenos comedores (son muy notables sus comidas, en las que abundan toda clase de manjares y en gran cantidad), menesteres ambos, comer y beber, en los que a menudo dilapidan una considerable fortuna; arruinados, con sus propiedades hipotecadas, no sólo a causa de sus caprichos y continuos derroches, sino también por su imprevisión y la incapacidad de dirigir una hacienda; extremadamente vagos, que nunca se molestan en lo más mínimo, a excepción de Konstantin Kostanzhoglo, que sabe llevar las riendas de su hacienda con sumo acierto; excéntricos, cualidad que queda perfectamente retratada en Nozdriov, así como en el coronel Koshkariov y en Jlobnev, y que era muy normal en aquella época, de modo que no resulta nada extraño que a Nozdriov se le ocurra ordenar a sus criados que azoten a Chichikov por la simple razón de que éste se niega a proseguir una partida de damas en la que aquél hacía trampas. Todas estas características se daban en los terratenientes y en los nobles del momento.
De igual manera desfilan también por el «poema» los campesinos, aunque ninguno de ellos sea una figura principal de la obra. Ésta es una de las novelas rusas en que mejor se describe el ambiente y la vida de los siervos campesinos, las condiciones en que se hallan según sea su amo, aunque en general, menos los que pertenecen a Kostanzhoglo, suelen vivir en condiciones ínfimas, especialmente los que pertenecen a un señor arruinado, como es el caso de Jlobnev. Al mismo tiempo, Gogol describe la tierra rusa, sus cualidades, sus productos, su aprovechamiento si se sabe llevar bien. El autor aprovecha para expansionar su ánimo y hace algunas digresiones líricas al acompañar a Chichikov en sus viajes.
Pero quizá lo que mejor retrata el escritor es la ciudad, la atmósfera de capital de provincia, con sus calles, sus fiestas, sus comilonas, sus murmuraciones y sobre todo el mundillo de los funcionarios, ya descrito anteriormente en El inspector general y en El capote, y tal vez el más conocido de Gogol, por haber sido funcionario público en San Petersburgo; en ellos se ve ese servilismo y adulación, el afán de enriquecerse, los sobornos, tan peculiares entonces; asimismo se habla de las oficinas, en general sucias y repugnantes.
Otro aspecto que aparece en su libro es la educación; no sólo nos narra la manera en que fue educado Chichikov, sino que en determinado momento nos habla de la educación recibida por la señora de Manilov en el pensionado, en el que se enseña, como en todos, piano, francés y economía doméstica. Es de notar que, igual que hará más tarde Chéjov en Mi vida, Gogol no identifica la ciudad que retrata, llamándola simplemente ciudad de N.
Pero esto no es todo; Gogol se introduce a menudo en la novela, habla él directamente al lector, como cuando le aconseja que tenga paciencia para leer el relato, añadiendo después que es muy aficionado a los detalles y a la minuciosidad: en otras ocasiones expone sus ideas acerca de la observación requerida para retratar con fidelidad a los personajes, incluso en cierto momento habla brevemente de sí mismo. A menudo expone sus opiniones, como al hablar de los escritores y de la suerte que corren; también son frecuentes sus alusiones al idioma (no olvidemos que éste preocupaba en extremo a Gogol) y a la costumbre de la nobleza rusa de valerse del francés para expresarse; a este respecto es muy significativo el párrafo que sigue: «Con el fin de ennoblecer todavía más el idioma ruso, en la conversación se había prescindido de la mitad aproximadamente de las palabras, razón por la que muy a menudo se recurría al francés; por el contrario, cuando hablaban en francés era otra cosa: entonces estaban permitidas palabras mucho más fuertes que las mencionadas anteriormente». Satirizando, más adelante, «la lamentable costumbre de nuestra alta sociedad, que se expresa en ese idioma a todas las horas del día, claro es que movido por un hondo sentimiento de amor a la patria, y hasta critica el afán que les lleva a imitar a los franceses incluso en el baile, cuando el baile no cuadra con el espíritu ruso».
«Es curioso constatar que en algunas ocasiones Gogol defiende en su obra a Rusia, a la patria. Sabido es que numerosos escritores de la época sienten un acendrado amor por su tierra natal, al mismo tiempo que, paradójicamente, hablan mal de ella y a veces la llenan de insultos y agravios, o bien huyen de ella; Gogol estuvo bastante tiempo en el extranjero, y se hallaba en Italia cuando escribió lo que sigue, casi al final de Almas muertas, en un arrebato de amor patriótico: “¡Rusia! ¡Rusia! Te veo, te veo desde este portento que es mi maravillosa lejanía. Te veo pobre, dispersa, poco acogedora. No alegran ni asustan a la mirada los atrevidos prodigios de la naturaleza… No se levanta la cabeza para contemplar los peñascos que se levantan sin fin sobre ella. No deslumbra la luz a través de los oscuros arcos… No brillan a través de ellos, a lo lejos, las eternas líneas de las montañas resplandecientes…».
«En ti todo es abierto solitario y llano. Como puntos, como signos, sin que nada atraiga en ellas entre las llanuras, aparecen chatas ciudades; nada hay que seduzca ni cautive la vista. Y sin embargo, ¿qué fuerza inefable y misteriosa atrae hacia ti? ¿Por qué mis oídos oyen incansables, por qué resuena en ellos tan triste canción…? ¿Qué hay en ella… que llama y solloza y oprime el corazón? ¿Qué sonidos son esos que acarician dolorosamente, tratan de penetrar en mi alma y se enroscan en mi corazón? ¡Oh, Rusia! ¿Qué quieres de mí? ¿Qué vínculo inescrutable me une a ti? ¿Por qué me miras así y por qué todo cuanto hay en ti vuelve hacia mí sus ojos plenos de esperanza?… ¡Oh! ¡Qué lejanía tan esplendente y portentosa, que, en ningún otro sitio conoce la tierra! ¡Rusia!…».
Sale después en defensa de su patria reprochando a sus lectores el mostrarse contrarios respecto a conocer la verdad de su país, la realidad, la «miseria humana al descubierto», quienes le acusan por ello llamándose a sí mismos patriotas, patriotas «que permanecen tranquilos en sus rincones, se dedican a asuntos completamente ajenos y amasan un capitalito, arreglando sus asuntos a expensas de los demás. Pero en cuanto se produce algo que ellos consideran ofensivo para la patria, cuando aparece un libro en el que se dicen amargas verdades, salen de sus rincones como arañas que vieron una mosca enredada en la tela, y empiezan sus gritos»… Narra a continuación un breve cuento defendiendo su punto de vista, «para contestar modestamente a las acusaciones de ciertos fogosos patriotas, que hasta ahora se ocupaban tranquilamente en alguna cuestión filosófica o de incrementar su hacienda a expensas de esa patria que tan tiernamente aman; no piensan en no hacer nada malo, sino únicamente en que no se diga que hacen cosas malas». E inmediatamente les reprocha su cobardía por no pararse a pensar, por no atreverse a mirar el fondo de las cosas, acusándoles a su vez de que lo que les mueve a sus reproches no es el patriotismo, ni tan siquiera ningún otro sentimiento puro. Porque Gogol, como todos sus coetáneos, como todos los escritores de su siglo, a pesar de todo ama a Rusia, a esa tierra que le vio nacer.
c).— El «poema de la vulgaridad»: personajes
Más arriba se han dicho unas breves palabras acerca del título que Gogol dio a su libro: Almas muertas, y por el que suele conocerse esta obra, aunque su título más exacto es Las aventuras de Chichikov, al que le agregó el subtítulo de Almas muertas. Decíamos que con ello se significaban los siervos de la gleba fallecidos. Sin embargo, ha llegado a tener más alcance de lo que en un principio creyó su mismo autor. Las aventuras de Chichikov se ha convertido en el poema de la vulgaridad, un poema en el que todos sus personajes son terriblemente vulgares, «almas muertas».
Al comenzar su carrera literaria, Gogol dotó a sus obras de seres libres, «almas vivas», hasta que en uno de los relatos de Morgorod, en el cuento Viy, aparece Jomá Brutt, un muchacho arrastrado por una fatalidad interior que no le deja moverse libremente, que no le permite luchar contra esas fuerzas poderosas que le atacan, y al fin cae vencido. Jomá es un ser encadenado, y la línea iniciada por él fue continuada por los personajes de Las aventuras de Chichikov, todos ellos «almas muertas», seres también encadenados, los seres que pueblan el mundo, en fin, todos nosotros. Por ello el libro suscitó tan encontradas oposiciones, y por ello el mismo Gogol dijo: «Si ha asustado a Rusia y ha producido tal alboroto, no es porque ha revelado sus llagas, sus enfermedades, o porque haya mostrado el vicio triunfante y la inocencia perseguida. ¡Nada de esto! Mis héroes no son del todo criminales… Pero lo que asustó al público es la vulgaridad general, el hecho de que mis héroes son todos tan vulgares el uno como el otro, que el desgraciado lector no encuentra la menor imagen consoladora, la menor ocasión de reposar un momento y de respirar a sus anchas, de suerte que cuando se termina el libro se tiene la impresión de salir de una cueva. Se me habría perdonado con gusto si hubiera mostrado algún monstruo pintoresco, pero no me han podido perdonar la vulgaridad. El lector ruso ha tenido horror de su nada, más que de sus defectos y de sus vicios».
Esos muertos a través de los vivos que nos presenta Gogol no son más que los rostros de la vulgaridad humana, y esa vulgaridad es en Las aventuras de Chichikov donde queda expresada con mayor fuerza. En todo el libro sólo hay un personaje que se mantiene alejado de la vulgaridad general: el avaro Plushkin, el único que es «algo», en contraposición con los demás, que son «nada», aunque al mismo tiempo lo son «todo»; es decir, si por un lado no se distinguen en nada de la inmensa multitud de seres que pueblan el universo, por otra son poderosas individualidades a las que sólo se puede designar, por su nombre, hasta el punto de que estos héroes se convirtieron en nombres alegóricos, y no sólo son personajes típicamente nacionales, sino que llegan a convertirse en tipos universales. Todo lo que en ellos pueda haber de grandioso, que les haga típicos, se encuentra precisamente en su mediocridad, ninguno de ellos posee rasgo alguno que le caracterice, algún rasgo dominante, una pasión, un vicio o sentimiento que le distinga de los demás personajes; sólo Plushkin, a quien le domina su avaricia. Los demás son seres mediocres, «muertos vivos», cadáveres, que no poseen ninguna característica particular, pero que todos ellos son arrastrados por algo que llevan en su interior, algo que mina las fuerzas de su alma y que no les permite dejar de ser como son, transformarse. Son seres limitados incluso en su bajeza, y que de la vida no tienen más que la apariencia.