4.
Opinión de un adolescente sobre el hecho de mentir

Tom Ekman

«Enfréntese a ello: su hijo le mentirá hasta que uno de los dos muera.»

Aunque había entrevistado a muchos adolescentes, siempre me preguntaba qué parte de lo que escuchaba estaba adaptado para mis oídos. Pensé que conocía a mi hijo, Tom, lo suficientemente bien para creer que no me censuraría sus pensamientos, así que le pedí que escribiera este capítulo. En ese momento tenía catorce años. La adolescencia es un período tan difícil, tanto para los niños como para los padres, que pensé que la opinión no censurada de un adolescente sobre el tema de la mentira sería una oportunidad única de la cual todos podríamos obtener más comprensión.

No le dije lo que tenía que escribir, ni él había leído nada de lo que yo había escrito. Le pasé una corta lista de temas para que tuviera en cuenta. Dado el hecho de que Tom no estaba de ningún modo influido directamente por mí, me tranquiliza ver que muchas de sus ideas concuerdan con las mías, tales como la teoría de que el evitar el castigo es uno de los motivos principales por el cual mienten tanto los niños como los adultos. El análisis de Tom de por qué los niños inteligentes mienten menos también encaja con los descubrimiento que expuse anteriormente de que los niños listos no hacen tantas trampas en los exámenes escolares. Además, como él destaca, en la adolescencia los niños mienten para conseguir una mayor intimidad Y la enorme presión por mantener una condición social puede llevar a mentir.

Aunque acorté algunas frases demasiado largas y arreglé otras para mejorar la gramática, todas las palabras y las ideas son de Tom. He añadido algunos comentarios sobre estos puntos al final del capítulo.

Creo que estarán ustedes de acuerdo en que Tom sabe escribir.

De hecho, está pensando en seguir la carrera de periodista. Aunque algunas ideas puede que le hagan olvidar que tiene catorce años, de vez en cuando alguna de sus defensas más audaces sobre las mentiras le harán recordar de repente su edad.

Paul Ekman

Era el verano de 1986 y acababa de terminar el octavo curso. Mi amigo de Londres, Lucien, estaba conmigo y ambos íbamos a ir a un campamento de vela situado a una corta distancia de nuestra casa de veraneo en Inverness, una pequeña comunidad de Tomales Bay. El campamento era de día, y como se puede suponer practicábamos la vela durante el día. Por la noche los chicos del campamento, de trece a dieciocho años de edad, salían e iban a fiestas. Nosotros éramos los más jóvenes del grupo. Era verano y mi padre trabajaba de miércoles al lunes siguiente en Inverness, regresando a su despacho de la ciudad el martes por la mañana y volviendo a casa el miércoles por la mañana, así que los martes por la noche estábamos solos. (Mi madre se quedaba en la ciudad durante ese tiempo, mientras que mi padre se quedaba principalmente en Inverness, exceptuando esa noche a la semana). Como verán ustedes, no teníamos suficiente edad para asumir la responsabilidad.

Todo empezó un día en que Lucien y yo les contamos a los demás chicos sobre nuestro nuevo jacuzzi. Entonces decidí celebrar una fiesta el martes por la noche, cuando mi padre estuviera ausente. Mi razón para querer celebrar una fiesta sin supervisión de adultos era que si mis padres estuvieran allí los chicos se sentirían coartados, sobre todo con respecto al tema de las bebidas, y yo sabía que mis padres nunca permitirían que los mayores trajeran cerveza.

La fiesta fue estupenda, y nadie trajo cerveza. La gente venía, se daba un baño en el jacuzzi y entraba en la casa, y a mí me pareció que yo iba a salir ileso porque nadie rompió nada ni los vecinos se quejaron por el ruido ni nada. A la mañana siguiente llegó el sentimiento de culpabilidad y empecé a preocuparme por ser descubierto. Le dije a Lucien que lo confesaría en el momento en que mi padre llegara a casa. Pero cuando éste llegó estaba de un humor de perros, producido por la tensión del trabajo, la falta de sueño y el hecho de que habíamos descuidado cumplir con las tareas que nos habían sido asignadas. Entonces me sentí demasiado atemorizado para decírselo, y decidí hacerlo más tarde, pero nunca reuní el suficiente valor. En realidad nunca mentí a mi padre, pero alguien de la fiesta había roto un pato de madera que valía cien dólares sin yo saberlo, y cuando mi padre me preguntó cómo había ocurrido, le dije que no lo sabía, engañándole, porque yo sabía que tenía que haber sido alguien de la fiesta.

Transcurrió una semana y pensé que conseguiría ocultar mi fiesta secreta, pero mis padres lo descubrieron por otros padres, y les escandalizó que los chicos que habían estado en la fiesta hubieran dicho a sus padres que los míos habían estado en la fiesta pero se habían mantenido ocultos. El castigo fue bastante severo, pero lo peor fue, con diferencia, que todavía no me dejan quedarme solo en casa casi nunca.

Mis padres se sintieron muy mal porque yo había dado esa fiesta. No creían que fuera capaz de un engaño así. También estaban enfadados porque me habían ofrecido celebrar una fiesta para disfrutar del jacuzzi pero con ellos presentes y entonces yo había dado una cuando ellos no estaban. Se sintieron avergonzados cuando otros padres descubrieron que habían dejado a dos chicos de trece años solos y que habían celebrado una fiesta, y se sintieron irresponsables. Mi imagen se había reducido drásticamente ante sus ojos y ellos sintieron que ya no se me podía considerar responsable, como antes parecía que era. Les gustaba dejarme mi libertad y creían que era estupendo que yo supiera manejarla, pero después de la fiesta estaban preocupados por si se habían equivocado al darme tanta libertad.

La principal diferencia en la manera en que mis padres y yo vimos la mentira radicaba en la pérdida de confianza. Cuando conté la mentira, naturalmente que tuve en cuenta las consecuencias de ser descubierto. Supuse que mis padres se enfadarían por el hecho de que hubiera dado la fiesta, por si se bebía, por el desorden, etcétera. Pensé que sería castigado y que no me dejarían volver a quedarme solo en casa, pero con todo el jaleo de la fiesta y de todo lo demás, no presté mucha atención a eso.

Mis padres vieron la mentira de una manera muy diferente a la mía. Su disgusto porque yo hubiera celebrado una fiesta sin adultos no era nada comparado con su enfado por el hecho de haberles engañado. Para ellos esto era mucho más grave que cualquier otra cosa, porque de repente yo había hecho algo que no pensaban que pudiera hacer, y después les había engañado. Esto demuestra cómo los hijos y los padres pueden ver una mentira de manera bien diferente.

Para el niño, mentir significa lo mismo que para un adulto. Ofrecer a otro información falsa para evitar, conseguir, engañar, vencer o beneficiarse es lo mismo para los niños que para los adultos. Pero como pueden ver por el relato anterior, los adultos y los niños pueden ver la mentira de maneras diferentes. La diferencia realmente depende de la propia mentira, como verán si siguen leyendo.

MENTIRAS PIADOSAS

La única categoría de mentira que creo que es virtualmente la misma tanto para los niños como para los adultos es la de las piadosas. Lo que yo considero una mentira piadosa es aquella que beneficia a alguien y que no se espera tenga una gran repercusión. Se suelen decir este tipo de mentiras para no herir los sentimientos de otra persona, como por ejemplo decirle a alguien que te gusta su ropa cuando en realidad no es así. Por lo que puedo ver, este tipo de mentira protectora es igual de común entre adultos que entre niños, al contrario que otros tipos de mentira.

Creo que cualquier mentira que se cuenta para hacer que una situación se pueda tratar más fácilmente, o la que beneficia a alguien, es una mentira piadosa. Entre ellas incluyo las pequeñas mentiras sobre no vaciar el lavaplatos o por qué no estás de buen humor. Por ejemplo, muchas veces cuando regreso a casa después de un mal día en la escuela, estoy de mal humor y deprimido y no tengo ganas de hablar con nadie. Cuando papá o mamá me preguntan qué me pasa, a veces miento para evitar una confrontación y digo que nada, o algo insignificante. Una mentirijilla no es grave cuando la cuentas, pero potencialmente puede llegar a serlo si es descubierta. Por ejemplo, mentir sobre el tema de vaciar el lavaplatos no es una mentira grave, a menos que siempre evadas tu tarea de vaciarlo, o que mientas repetidamente sobre si lo has vaciado o no. En ese caso la mentira se convertiría en grave, porque podría implicar alguna repercusión por parte de los padres, bajo la forma de un castigo o reprimenda.

MENTIRAS SOCIALES

Después de las mentiras piadosas viene toda la gama de mentiras sociales, que normalmente son una variante más grave de mentira. En muchos casos, este tipo de mentira es más grave cuando la utilizan los adultos, como en casos de infidelidad. Obviamente, cuanto más importante y fuerte sea la relación entre un hombre y una mujer, más graves serán las mentiras sobre infidelidades Aunque durante los años de instituto muchos adolescentes se involucran muy en serio en relaciones, en general estas relaciones y cualquier mentira referente a ellas no podrían ser tan graves como en el caso de adultos, donde los problemas se agravan con más sexo y el factor añadido del matrimonio e hijos.

Casi todo el mundo que conozco estaría de acuerdo en que son mucho más honrados y veraces con sus mejores amigos del mismo sexo que con un novio o una novia. Pero muchos también dirían que son más honrados y veraces con su novio o su novia que con sus amigos normales. Así pues, parece que el orden de importancia de la sinceridad en situaciones sociales empieza por los amigos más íntimos, después novios o novias, y finalmente los amigos normales. Todos mis mejores amigos están de acuerdo en que no hay ninguna chica que sea más importante que nuestra amistad, y que si tuvieran que escoger entre su novia o sus amigos íntimos, dejarían a la chica. Esto en realidad pasa muchas veces.

Recientemente presenté una chica a uno de mis amigos y ocurrió que los dos se gustaron mucho. Aunque por alguna razón, la chica (de la que había sido buen amigo) la tomó conmigo y empezó a ser muy desagradable. Mi amigo y yo no estábamos seguros de por qué lo hacía, pero sabíamos que tenía que ver con la creciente relación entre mi amigo y ella. Aunque me hubiera gustado verles juntos, mi amigo sabía que eso impediría nuestra relación. Debido a ello, decidió olvidar a la chica porque pensó que mi amistad era más valiosa, algo por lo que le sigo estando agradecido.

Durante el curso pasado, un amigo de mi escuela llevó la infidelidad al extremo, engañando a su novia con ¡tres chicas! Es un poco difícil conseguir esconder algo así, pero durante semanas, antes de que su novia pudiera estar segura, él le mentía constantemente y negaba sus sospechas con mentiras. Cuando ésta se enteró, se acabó la relación y su novia no estaba precisamente contenta de que él le hubiera mentido sobre todo el asunto.

Las mentiras sociales que no tienen que ver con relaciones suelen implicar algún tipo de exclusión. Para los niños, es muy importante saber quién es tu amigo y quién tu enemigo, y existen muchos grupos sociales y pandillas (esto desaparece con la edad). Es inevitable que donde existen grupos y camarillas, algunos niños van a quedar fuera. Esto a menudo crea mentiras del tipo que se dicen para mantener a alguien alejado de un grupo.

Recuerdo un día hace algunos años cuando unos amigos y yo estábamos en el autobús haciendo planes para la fiesta de cumpleaños de Mike. De repente nos dimos cuenta de que alguien a quien Mike no quería invitar estaba de pie a nuestro lado. «¿Quién va a dar una fiesta de cumpleaños?», preguntó. Sin prácticamente ni un segundo de vacilación empecé a inventarme una mentira para salir del paso. «Ah, bueno, verás», empecé, «estábamos planeando cómo entrar sin ser invitados en la fiesta de cumpleaños de mi hermana, pero ahora hemos decidido que no funcionaría.» Esta mentira se me quedó en la cabeza porque más adelante la persona a quien mentí descubrió la fiesta y la mentira y sintió que yo le había traicionado. Cuando una mentira como ésa hace que alguien se sienta mal, ya no la puedo llamar mentira piadosa porque es algo más grave y por lo tanto, como en este caso, se debería llamar una mentira social.

Independientemente del hecho de que los adultos probablemente mienten más sobre relaciones de matrimonio, adulterio e hijos, los niños tienen más peso específico en las mentiras sociales, simplemente porque los niños tienen una vida social mucho más activa. Cuando los niños maduran y se convierten en adultos pierden a muchos de sus grupos o pandillas de la infancia. Los adultos todavía se preocupan un poco por sus amigos, pero la actitud general parece ser que los amigos van y vienen y uno siempre puede hacer amigos nuevos, así que no es necesario disgustarse por asuntos de amigos. Por otro lado, los niños en la escuela tienden a implicarse de manera muy fuerte en temas de amistades y de grupos. La parte principal de la vida de un adolescente es su condición social, cuántos amigos él o ella tiene, y si le dejan o no de lado muchas veces.

En un campamento de verano para familias al que fuimos recientemente, me di cuenta de que esto ocurría. Como era nuestro primer año, no conocíamos a nadie, y parecía que todos los demás hubieran ido allí durante años y que todos se conocían entre si. Como todos los campistas veteranos se conocían, tenían sus grupos. Eso era así tanto para los adultos como para los niños. La primera noche tanto mi hermana como yo nos sentimos un poco excluidos, porque no conocíamos a nadie y todos los demás se lo estaban pasando estupendamente de fiesta. A mis padres tampoco les iba mucho mejor, así que por curiosidad les pregunté si ellos también se sentían excluidos. Creo interesante comentar que a ellos no parecía importarles. Dijeron que no estaban preocupados por hacer amigos porque ya tenían muchos y que probablemente no volverían a ver más a ninguna de las personas que estaban allí. Además, se tenían el uno al otro, así que para ellos no era importante. Creo que éste es un buen ejemplo de la diferencia entre la reacción de un adulto y de un niño ante las mismas circunstancias sociales.

En cuanto a los preadolescentes, creo que entre cuarto y sexto curso empiezan a pensar en cómo encajan ellos socialmente en su grupo de semejantes. Las mentiras que se cuentan a esa edad temprana son menos graves, simplemente porque a esa edad (y antes) los niños todavía no comprenden todas las potenciales aplicaciones de las mentiras, y sus padres les dicen que no mientan. Yo creo que a esa edad sí existen las mentiras sociales, pero en menor grado porque los niños no son capaces de contar mentiras graves.

Recuerdo una vez en quinto cuando unos amigos y yo llamamos por teléfono a una chica y uno de nosotros le pidió que fuera su novia. Ella dijo que no y nos colgó, pero el lunes siguiente en la escuela dijimos a todo el mundo que había dicho que sí. El propósito de nuestra mentira era ponerla en ridículo. Aunque lo recuerdo como una broma infantil, cuando ocurrió nos pareció la cosa más divertida del mundo hacer que esa chica quedara en ridículo debido a nuestra mentira.

MENTIRAS RELACIONADAS CON LA AUTORIDAD

La mayor diferencia entre las mentiras de los adultos y las de los niños es cuando se trata de mentir a figuras de autoridad. Una vez más, la razón por la cual mienten los niños en esta situación viene del hecho de que los niños se meten más en situaciones de este tipo que los adultos. Para un niño, prácticamente todos los adultos son figuras de autoridad, de una manera u otra. Para un adulto, lo que suele caracterizar a una persona con autoridad es una categoría financiera, de negocios o social más alta. Para un niño, normalmente se trata de la edad: la autoridad tiene más edad que tú.

La razón por la cual las relaciones que implican autoridad están relacionadas con la mentira es que generalmente este tipo de relaciones implica un gran escrutinio del lado inferior de la relación por parte del superior. Debido a que se cuestiona gran parte de lo que hace la parte inferior de la relación, se la vigila y es regulada por la parte superior, y la oportunidad de mentir surge con frecuencia. La parte inferior miente sobre lo que ha hecho y la parte superior (aunque con menor frecuencia) miente para pacificar a la parte inferior o para crear un incentivo para que la parte inferior cumpla con un deber, sea el que sea.

Otra razón habitual por la que los adultos mienten a los niños es para encubrir algo o para que los niños no se enteren de algo que según ellos son demasiado pequeños para saber o que no deberían saber. Éste es un tipo de mentira protectora.

Un amigo mío iba a quedarse una noche solo en casa. Sus padres estaban preocupados por si iba a traer amigos a casa —cosa que no le permitían y que él hizo sin permiso la última vez que le dejaron solo en casa— así que se inventaron una mentira para tenerle controlado. Le dijeron que le habían pedido a la vecina de al lado que le vigilara y que, si traía amigos a casa, ella lo sabría y se lo diría a los padres. El niño sabía que no podía hacer nada, así que siguió las normas de los padres. Salió esa noche y volvió solo a casa. Después de un rato, se dio cuenta de que el perro de la familia no estaba. Tras buscar durante media hora y no encontrar al perro, decidió llamar a alguien y preguntar qué debía hacer. Sus padres le habían dicho que llamara a la policía en caso de emergencia, pero no creyó que el tema fuera suficientemente importante, así que decidió llamar a la vecina de al lado, la que sus padres habían dicho que estaría en casa. Salió el contestador automático y ¡resultó ser que ella estaba en el lago Tahoe! Encontró luego al perro con otro vecino, pero se sintió traicionado por sus padres porque le habían mentido para controlarle.

¿Por qué este tema de las relaciones con la autoridad tiene tanta importancia en las mentiras infantiles? Porque las dos relaciones principales de autoridad que tienen los niños son la de padres/hijos y profesor/estudiante. Estas dos relaciones, en especial la de padres/hijo, crean más situaciones en las que los niños mienten que todas las demás juntas. Los adultos tienen relaciones similares, pero esa cosa de las relaciones con la autoridad disminuye a medida que una persona va cumpliendo años. Puede que los adultos todavía tengan que tratar con sus padres, pero eso genera muchas menos mentiras a esa edad porque les ven menos y viven separados. Esta situación también podría dar pie a mentiras, porque sería difícil para los padres descubrir si el hijo miente, pero el menor contacto eliminaría todas las mentiras que resultan del contacto diario.

El otro tipo de relación con la autoridad, la de profesor/estudiante, también disminuye con la edad. Para un adulto, se transforma en la relación jefe/empleado. En ambas relaciones el individuo está tratando con alguien que le podría hacer la vida más fácil o más difícil. Esto solo ya crea una relación superior/inferior, y en el caso de los niños está el añadido de la diferencia de edad. La relación jefe/empleado tiene ese aspecto de superior/inferior, pero el factor edad desaparece casi por completo porque la relación jefe/empleado se da entre dos personas adultas.

MENTIRAS A LOS PADRES

¿Por qué los niños mienten tanto a sus padres? Principalmente porque los padres siempre desean el bienestar de sus hijos y por ello están siempre vigilando lo que hacen. Muchas veces los niños intentan ocultar algo, algo que les traería problemas. Creo que la mayor parte de mentiras que se cuentan a los padres tienen la intención de evitar un castigo o un sermón. Lo que están intentando ocultar podría ser cualquier cosa merecedora de castigo. Naturalmente este tipo de mentiras a menudo tiene que ver con drogas, sexo, o haberse metido en líos. Aunque probablemente las mentiras más habituales sean sobre la escuela. Esto es así porque todos los niños tienen que pasar por ella y es muy importante saber cómo le irá al niño en la vida; evidentemente, los padres estarán muy preocupados y tendrán muchas preguntas. Esto crea una situación estupenda para la mentira porque muchas veces el contacto limitado que los padres tienen con la escuela hará imposible que puedan refutar lo que el niño les cuenta.

Un amigo mío tenía problemas en la escuela con una asignatura. Después de ver lo mal que le iba por el informe del primer trimestre, sus padres se enfadaron mucho. Amenazaron con castigarle y retirarle sus privilegios si las notas no mejoraban. Los padres dijeron que si el próximo boletín de notas no mostraba ninguna mejora, le castigarían bien. Pero incluso con las amenazas de sus padres, siguió sacando malos resultados. Finalmente llegó la época de las notas y él sabía que iban a ser malas. Sus padres realmente pensaban que estaba mejorando porque cada vez que le preguntaban por la clase, él mentía y decía que le iba bien. Se llegó a preocupar tanto de lo que sus padres le harían que robó la hoja con las puntuaciones de esa clase, falsificó una nota mejor e interceptó el informe real. Cuando sus padres vieron la nota, se pusieron muy contentos e incluso le premiaron. He perdido el contacto con este amigo, pero supongo que más tarde o más temprano sus padres descubrirán la falsificación y siento pena por él al pensar qué pasará entonces. Debido a que las mentiras diarias se habían ido amontonando, se vio forzado a correr el riesgo de meterse en problemas mucho más graves de los que hubiera tenido si no hubiera falsificado la nota.

Además, yo creo que los niños mienten por otras cosas por las que no se les castigaría porque quieren mantener una cierta intimidad. Hay cosas que los niños quieren reservarse, por ejemplo cosas que les turban, otras de las que se sienten avergonzados y otras que simplemente no quieren que los padres sepan. Sé perfectamente que la mayoría de niños no les cuenta gran cosa a sus padres sobre sus relaciones con el sexo contrario. Ello se debe normalmente al hecho de que los niños se sentirían turbados o avergonzados de hablar con sus padres de estos temas, así que lo evitan mintiendo Durante mucho tiempo yo no les dije a mis padres lo que hacemos en nuestras fiestas. No es porque pensara que me iban a castigar, simplemente quería evitar sermones y no me apetecía contarles la verdad.

MENTIRAS A LOS PROFESORES

Muchas de las razones por las cuales las niños mienten a los profesores son las mismas por las cuales mienten a los padres, pero existen algunas diferencias porque la relación que tienen con los padres es distinta. Hay que tratar con los padres constantemente, y estarán allí gran parte de su vida, así que si pierdes su confianza podrías tener que vivir con eso mucho tiempo. Los profesores, por otro lado, sólo están contigo de un trimestre a cuatro años, así que se les cuenta otro tipo de mentiras. Al contrario que con los padres, a quienes ves constantemente, solamente ves al profesor una vez al día en la escuela, y generalmente los niños intentan causar una mejor impresión durante la clase porque te ponen nota basándose en tu actuación de cuarenta minutos una vez al día.

Creo que la mayoría de niños están menos dispuestos a mentir a un profesor que a los padres, porque es más difícil hablar con los profesores si te descubren y, al fin y al cabo, el profesor es el responsable de ponerte nota, lo que le confiere a él o a ella mucho poder. No obstante, como los profesores siempre están vigilando a sus estudiantes (como los padres vigilan a sus hijos) siempre existirá algún engaño por parte de los niños debido a la relación de superior/inferior que surge entre estudiantes y profesores.

Evidentemente, las razones principales por las cuales los niños mienten a los profesores están relacionadas con temas escolares. Por ejemplo mentiras sobre los deberes, copiar en un examen y trabajos realizados en la escuela. También se miente mucho sobre temas de puntualidad, comportamiento en la escuela y fuera de ella. Todos estos tipos de mentira hacen que en la escuela se mienta bastante.

Yo personalmente nunca hago trampa en los exámenes. Es demasiado arriesgado, te podrían llegar a expulsar de la escuela. Pero sí lo he hecho, como casi todo el mundo, en algunos cuestionarios porque sé que no son importantes y que no me van a castigar si me descubren.

Se podría dar la vuelta al tema y mirarlo desde otra perspectiva. La gente podría pensar que los niños serían menos reticentes a mentir a los profesores que a los padres porque las consecuencias sólo durarían el tiempo que el estudiante mantiene una relación con el profesor, cosa muy distinta a la relación con los padres, que puede durar hasta su muerte. Yo no creo que esto sea así. Si un niño le miente al profesor, se podría ver reflejado en las notas, que afectan a la vida futura del niño. No obstante, con los padres se puede volver a ganar el respeto y el niño tiene mucho más tiempo para enmendarse.

Casi todo el mundo que conozco ha mentido acerca de los deberes en repetidas ocasiones. Es algo que se da, especialmente porque el profesor normalmente no tiene tiempo de descubrir si estás mintiendo o no. Asimismo casi todos los niños que conozco han mentido sobre el tema de copiar o hacer trampas, en exámenes y trabajos hechos en clase. El tipo de cosa que ocurría en nuestra clase de ciencias del año pasado combina constantemente las tres mentiras estudiante/profesor que he mencionado en un solo período repleto de mentiras. En primer lugar, nuestro profesor nos pedía los deberes. Muchos mentían y se inventaban excusas falsas como no terminar el laboratorio, haberse olvidado el libro, o alguna historia creativa. Después, cuando terminaba la clase, el profesor nos preguntaba si habíamos tomado notas. ¡Todos decíamos que sí las habíamos tomado y nos las copiábamos después!

¿ESTÁ MAL MENTIR?

Acabo de escribir muchas páginas sobre las mentiras de los niños. Pero ¿está bien mentir? Lo que he escrito no tiene intención de animar a mentir, simplemente lo explica.

¿Está mal que una persona comunique información falsa de manera intencional a otra para así conseguir algo? La opinión general, tanto de niños como de adultos, es que algunos tipos de mentira son buenos y otros son malos. La cuestión es: ¿dónde trazamos la línea divisoria? Creo que todos los niños y adultos estarían de acuerdo en que las mentiras piadosas son buenas. Casi todo el mundo, niños y adultos, las cuenta frecuentemente. Pueden hacerlo conscientemente e incluso inconscientemente, por hábito. Cuando alguien me pregunta si me gusta la ropa que lleva, normalmente digo que sí, incluso sin pensar mucho en ello. Si no tuviéramos este tipo de mentirijilla, se herirían muchos sentimientos. El propósito de hacer una pregunta como la mencionada no es tanto pedir un comentario sincero sobre la ropa que él o ella lleva puesta, más bien es pedir que el otro nos refuerce el ego, porque se espera que el otro nos conteste que sí, aunque ello implique mentir.

Los niños no sienten remordimiento, o muy poco, por decir este tipo de mentiras, siempre y cuando el propósito sea bueno. Lo del buen propósito incluye intentar evitar meterse en líos. Los niños tienden a aprobar las mentiras sobre cosas como la hora en que te acostaste. Si la mentira funciona y hace que el niño evite un problema, ¿qué hay de malo en ella? No se hace daño a nadie, y sigue el viejo refrán que dice que «ojos que no ven, corazón que no siente». Esta manera de pensar parece ser cierta para el razonamiento de los niños acerca de todo tipo de mentiras: siempre y cuando no se haga daño a nadie, ¿qué hay de malo?

En una relación se desaprueban las mentiras. Aunque la mayoría de niños admiten que puede ser necesario mentir en una relación, se cree que las mentiras deberían ser pocas y que el chico y la chica deberían ser sinceros uno con el otro. Ello es así porque en una relación se supone que el chico y la chica deben ser fieles, sinceros, veraces y otras cosas de este tipo.

Debido a que en una relación se supone que hay que seguir estas «reglas» no escritas, es mejor mentirle a un amigo que a la pareja. Las «reglas» no escritas para ser un buen amigo prácticamente no existen, así que mentirle a un amigo es un tema mucho menos tabú. No obstante, todo el mundo reconoce que a menudo hay motivos por los cuales mentir en una situación social, y siempre y cuando se haga sin hacer daño a nadie, se considera correcto. Por ejemplo, ¿qué pasa si un chico le miente a su novia sobre haber visto a su ex, que volvió a casa para el fin de semana del internado? Es correcto que mienta porque no está siendo infiel, le evita una discusión y hace que la novia no se disguste por algo que no tiene importancia. Pero si él la engañara y ella lo descubriera, entonces, por supuesto, la mentira es mala.

Mentir en la escuela parece ser algo que los niños defienden menos. Aunque muchas personas opinan lo mismo sobre este tema que los niños con respecto a las mentiras piadosas y las mentiras sociales, también hay muchas otras que no lo aprueban. Eso es por la manera en que nuestra sociedad está montada y cómo se les enseña a los niños desde que nacen que la escuela es tan importante y que hay que escuchar lo que dice el profesor. Con todo este respeto inculcado hacia las instituciones educativas, no es extraño que muchos niños sientan que mentir a los profesores es un tema tabú. Los profesores también son quienes ponen las notas, lo que les da mucho poder y les hace ganar respeto.

Pero nadie respeta en realidad tanto a la escuela, así que la mayoría de niños no creen que esté mal mentir sobre cosas menores como los deberes o la puntualidad. No obstante, con respecto a las mentiras sobre hacer trampa en exámenes, romper las reglas y cosas similares, muchos niños creen que mentir a los profesores está mal, debido a su posición de autoridad.

Pero no es lo mismo con los padres. Todos los niños del mundo han mentido a sus padres muchas veces. En general, los niños parecen creen que muchas veces es necesario mentirle a los padres y que es correcto hacerlo. Los padres están contigo toda la vida, no sólo hasta el fin del semestre, y por lo tanto es imposible portarse bien todo el tiempo y no mentir. Asimismo, debido a que los niños saben que tienen que mentir alguna vez, mentir a los padres se convierte en algo casi natural y correcto. A veces se transforma en un pequeño concurso para ver lo listo que uno puede ser y no ser descubierto. Este tipo de cosa es más peligrosa con los profesores; los castigos sólo duran un tiempo, las notas son para toda la vida.

No vale la pena escribir sobre las pequeñas mentiras que se cuentan a los padres, porque son muy comunes y todos los niños están de acuerdo en que es correcto contarlas. Las mentiras más gordas, como las de temas de drogas, sexo y la escuela, son menos corrientes y los niños no las aprueban tanto. Casi todos los chicos con quienes hablé sobre las mentiras importantes estaban divididos o se sentían inseguros sobre contar este tipo de mentira a los padres. Muchos dijeron que a veces es necesario y otros que no se debería hacer con frecuencia y que no es correcto. Parece que las opiniones están divididas en un 50 % sobre si contar mentiras importantes a los padres está bien. Si tuviera que describir el tipo de persona que representa cada opinión, diría que los que sostenían que a veces es necesario contar mentiras grandes a los padres en general eran los que tenían más relaciones sociales y que sacaban notas no muy buenas. Yo atribuyo esto al hecho de que las personas qué no van muy bien en la escuela están más acostumbradas a mentir, por las cosas que hacen con sus amigos y porque tienen que mentir más sobre la escuela.

Es difícil definir algún tipo de mentira que no encaje en la categoría de mentirijilla o mentira piadosa, mentira social, la que contamos en la escuela o del tipo hijos/padres. Lo primero que se me ocurre cuando pienso en algún tipo de mentira diferente a las anteriores es mentirle a la taquillera del cine. Tengo esto en la cabeza porque lo he hecho muy a menudo. A todos los niños a quien conozco les parece bien, y su excusa es que el cine ya gana bastante dinero, así que no importa. Mis padres están totalmente en desacuerdo y dicen que no existe motivo alguno para mentir; tenemos el dinero, dicen, y no necesitamos mentir.

CONSEJOS A LOS PADRES

Enfréntese a ello: su hijo le mentirá hasta que uno de los dos muera. No hay manera de evitarlo. Le habrá mentido en el pasado y le mentirá en el futuro. Como padre, hay poco que pueda hacer para evitar que sus hijos le mientan. Como dije antes, con el tipo de relación parte superior/parte inferior que se da en una relación padres/hijos, no hay manera de evitar las mentiras. Pero si quiere que su hijo deje de mentir totalmente, si quiere intentar desanimarle y que no mienta, siga leyendo.

Me temo que no tengo una solución milagrosa para que los niños dejen de mentir. Es algo en gran parte inevitable, y habían mentiras que usted no podría haber evitado. Pero si crea más situaciones en las que su hijo se sienta menos obligado a mentir y pueda decir la verdad, entonces existirá una gran diferencia en la cantidad de mentiras que cuente su hijo.

Creo que las mentiras piadosas tendrían que ser totalmente descartadas de este apartado. En cuanto a las mentiras sociales, las de la escuela y cualquier otro tipo de mentira en la que su hijo le está mintiendo a alguien más aparte de usted, es difícil evitar que su hijo las cuente. Muchas veces usted no tendrá manera de saber siquiera si se contó una mentira. Lo único que se me ocurre para evitar que el niño mienta fuera del hogar es solamente hacer lo que probablemente ya ha estado haciendo: sermonear a su hijo sobre lo que está bien y lo que está mal. Ahora no le puedo decir exactamente qué debería enseñar a sus hijos, pero aunque es algo que nos fastidia a todos, la mejor manera de enseñar algo a un niño y hacer que lo recuerde es la repetición. Desde una edad temprana, debería empezar a enseñar a sus hijos qué es lo que usted piensa sobre el tema de las mentiras, si quiere evitar que mientan. Aunque muchos niños americanos van a odiarme por decir esto, la la verdad del asunto es que los sermones repetitivos funcionan y son eficaces. Las mentiras en el hogar son algo sobre lo que usted, a diferencia del otro tipo de mentira que acabo de comentar, sí tiene control. Aunque a veces puede evitar este tipo de mentiras con sermones, también cuenta con el doble poder de interrogar y castigar.

El interrogatorio se debería hacer con calma y no con una voz airada. Yo a veces he tenido miedo de contar la verdad a mis padres, simplemente porque están de mal humor y ello me hace sentir intimidado y que no quiera decir la verdad. Aunque antes y después del interrogatorio probablemente prefería confesar y librarme del sentimiento de culpabilidad y de las consecuencias, cuando llega la hora de la verdad normalmente lo único que intento hacer entonces es salvarme y no pienso en las posibles repercusiones.

Una técnica útil que suele llevar a la verdad es negociar. Ofrecer reducir el castigo si el niño confiesa en lugar de seguir con la mentira puede resultar muy tentador para el niño, especialmente si él o ella tienen dudas sobre la credibilidad de su mentira. Asimismo, creo que funciona mejor si se empieza a interrogar con cosas pequeñas, para que su hijo no se sienta tentado a hacer de todo una gran mentira, simplemente porque la primera pregunta le asustó. Si sospecha que su hijo ha bebido, no le pregunte directamente: «¿Has estado bebiendo?». Tómeselo con calma y empiece preguntando cosas como: «¿Dónde has estado?» y «¿Qué has hecho?». Si pregunta con calma y de manera razonable, su hijo sentirá menos necesidad de mentir.

Aunque eso también me ganará el odio de muchos niños de América, voy a revelar los mejores castigos de mis padres, que se pueden utilizar como factor disuasivo. Cuando era más joven y mis padres me pillaban mintiendo, me hacían escribir de cincuenta a quinientas veces la misma frase: NO MENTIRÉ A MIS PADRES, NO MENTIRÉ A MIS PADRES, NO MENTIRÉ A MIS PADRES… Este castigo era bastante eficaz, porque odiaba tener que escribir esas frases. Ahora que soy un poco mayor, los dos castigos favoritos de mis padres son ponerme una multa o hacerme trabajar para ellos sin cobrar. Créanme, estas tres técnicas funcionan, y si las utilizan como castigo o factor disuasivo contra las mentiras, les puedo garantizar su eficacia.

Aun con los suficientes sermones, interrogatorios y castigos, no podrá conseguir que su hijo deje de mentir completamente, pero sí reducirá la cantidad, la gravedad y la frecuencia de sus mentiras.

Comentarios de Paul Ekman:

Todavía le resulta difícil a Tom comprender que celebrar una fiesta secreta y no contárnoslo después fue una mentira. Pero lo importante es lo que dijo sobre que mi mal humor había hecho que le resultara difícil confesar lo que había hecho. No creo que se inventara después la excusa. El doctor Thomas Lickona ha escrito que «el miedo a la cólera paterna es sin duda la causa más importante de las mentiras de los niños. Así que, si quiere que su hijo sea sincero con usted, intente minimizar el temor a su enojo como obstáculo»[1].

Mi propio padre tenía un carácter explosivo y una mecha muy corta. Se podía poner violento físicamente con poca provocación. He luchado toda mi vida para controlar este tipo de cólera, y nunca me he acercado a la violencia. Los comentarios de Tom me han ayudado a dar un paso más para alejarme de mi frecuente reacción airada ante sus malas acciones. No siempre puedo evitar sentirme enojado, pero he mejorado un poco y evito actuar o hablar cuando siento cólera en mi interior. Tom ha aprendido a recordarme que no me enoje o que no actúe de manera exagerada, y acepto este consejo con admiración por su capacidad de tratar conmigo. Tom también tiene la mecha corta para enfadarse. El compartir este problema afortunadamente no ha conducido a batallas, sino a una cierta comprensión de aquello con lo que ambos tenemos que luchar interiormente.

Sobre el tema de dejar a los adolescentes solos: sigo creyendo que nos equivocamos al poner toda esa tentación frente a dos muchachos de trece años, dejándolos solos toda la noche una vez por semana.

Sobre la confianza: en su primer borrador, Tom no mencionaba el tema. Cuando le pregunté acerca de la pérdida de confianza, reaccionó con sorpresa por haberlo olvidado.

Sobre las relaciones entre inferior/superior: Tom aporta un tema que yo no tuve en cuenta sobre la diferencia de condición entre padres e hijos, entre lo que él llama la parte superior y la parte inferior. En los talleres que imparto sobre el tema de las mentiras suelo avisar a los padres de que no actúen como policías. Les pregunto con qué frecuencia mentirían ellos si tuvieran a alguien parecido a un policía de tráfico viviendo en su casa, atrapándoles cada vez que transgredieran una regla menor.

Sobre las lecciones de moral de los padres: el que Tom hablara de educación moral fue una sorpresa para mí. Mi esposa y yo sacamos noticias de los periódicos una o dos veces por semana y las comentamos con los niños, hablando de lo que sería correcto hacer. Esta es la primera vez que me hace saber que piensa que esas sesiones son de alguna utilidad.

Sobre la «negociación»: no estoy de acuerdo con Tom en este punto. Creo que se debería hacer saber a los niños que la mentira casi siempre es peor que la mala acción que están intentando encubrir, y que usted estará mucho más disgustado si le mienten que si le cuentan lo que han hecho mal. Pero no creo que tenga que ponerse a negociar directamente sobre el tipo de castigo. Puede que el tema no siempre implique un castigo.

Cuando yo creo que Tom o Eve han hecho algo sobre lo que se pudieran sentir tentados a mentir, intento evitar esa tentación antes que poner las cosas de tal manera que se sientan obligados a mentir. No les digo: «No te castigaré si me dices si hiciste esto o aquello». Cuando estoy seguro de que uno de ellos ha vuelto a casa más tarde de la hora que les marco, antes que decir: «¿A qué hora llegaste anoche?», les diría: «Te oí llegar bastante tarde anoche. ¿Qué ocurrió para que tuvieras que incumplir tu horario?». Si no estoy tan seguro, podría decir algo como: «Antes de que digas nada, quiero que pienses antes de contestarme. Creo que es posible que anoche volvieras más tarde de tu hora límite. Por favor no me mientas si lo hiciste; eso sería mucho peor que incumplir las normas. Pero sabes que las normas tienen una razón de ser, y yo tengo que saber por qué las rompiste».