Hijo y hermano de pintores, perteneciente a la minoría protestante de su patria representada por la Iglesia de Irlanda, William Butler Yeats (1865-1939) abrazó durante un tiempo la causa del nacionalismo irlandés y, en raro maridaje, unió a sus preocupaciones por la mitología de su país la inclinación por otras imaginerías y mitos, antiguos pero remodelados a su antojo, que llevó a la intrincada multiplicidad de temas y sentidos por la que se caracteriza su extensa obra. En él, como escribió Luis Cernuda, nos hallamos en presencia de un gran poeta. “Y no sólo de un gran poeta, sino de un hombre excepcional cuya actividad, tanto en la vida como en la poesía, resulta ejemplar y puede por lo tanto, y debe, ser guía para otros.”
De niño, pasó largas temporadas en el Sligo de su familia materna, los Pollexfen, las cuales alternó con otras transcurridas en Londres. John O’Leary lo inició en las traducciones de la literatura vernácula irlandesa, y se familiarizó con los textos de Standish James O’Grady, Thomas Davis, Samuel Ferguson y James Clarence Mangan, que, reelaborados, entrelazó en su obra con leyendas y consejas escuchadas en el oeste de Irlanda.
Otra fuerza que operó en él fue el interés por las doctrinas esotéricas, y formó parte de la Dublin Hermetic Society primero, después militó entre los teósofos y llegó finalmente a ser miembro de la rosacruciana Hermetic Order of the Golden Dawn (que también tuvo su influjo en Fernando Pessoa). Como escribió Seamus Heaney, “su rutina diaria comprendía prácticas y meditaciones basadas en las ‘disciplinas secretas’, tal como la rutina diaria de los píos Victorianos de su época comprendía los ritos y rezos del cristianismo”.
En 1889 conoció a la que sería musa de muchos de sus poemas, la revolucionaria Maud Gonne, para quien escribiría su obra de teatro La condesa Cathleen (1892), al año de proponerle matrimonio por vez primera (lo hizo varias veces más, cosechando las correspondientes e invariables negativas). Junto a su interés por la Cábala y la astrología, y sus lecturas de Blake (cuyas obras editó en 1891-1893), Swedenborg y Böhme, animó el llamado renacimiento literario irlandés, que tuvo en 1893 una fecha emblemática con la fundación de Conradh na Gaeilge, la Liga Gaélica. Ese mismo año publicó El crepúsculo celta, donde da cabida al mundo sobrenatural de las hadas, que se filtra en no pocas de sus páginas.
Providencial en su carrera fue el encuentro con Lady Augusta Gregory, la autora de Cuchulain de Muirthemne, en 1894, a quien visitó dos años después en su mansión de Coole Park, en el condado de Galway, donde fue acogido durante largos períodos en los años siguientes. Lady Gregory le prestó además el dinero que le permitió abandonar los escritos periodísticos con los que hasta entonces se había ganado, más mal que bien, la vida.
Fundador del dublinés Teatro de la Abadía, Cathleen Ni Houlihan (1902) es una obra de teatro en la que Maud Gonne interpretó a la protagonista, trasunto o personificación de Irlanda, lo que no impidió que al año siguiente ella casara con John Mac-Bride en un efímero matrimonio que se rompió en 1904. Ante los rechazos de Gonne, retomó una relación interrumpida con Olivia Shakespear, prima de Lionel Johnson y cuya hermana Dorothy se casaría en 1914 con Ezra Pound, que de 1913 a 1916 actuó como secretario de Yeats. No contento con ser rechazado una vez más por Gonne, pidió en matrimonio a la hija de ésta, Iseult, y las calabazas de la joven lo arrojaron a los brazos de Georgie Hyde Lees, a quien casi doblaba en edad. Se casaron en 1917.
Georgie cultivaba la escritura automática, lo mediúmnico, y el libro de Yeats Una visión (1925, pero edición revisada de 1937) no es entendible sin el concurso y la influencia de ella. En 1923 obtuvo el Premio Nobel de Literatura, el primero que obtenía un autor irlandés. El 28 de febrero de 1939 murió en Roquebrune (Francia), en “un día oscuro y frío”, como reza el verso de W. H. Auden en el poema que dedicara a su memoria.
El primer libro que integra la obra poética de Yeats es Las errancias de Oisin (1889), en el que intervienen san Patricio, evangelizador de Irlanda y patrón de la misma; Oisin, por otro nombre Ossián (popularizado por las reelaboraciones dieciochescas de Macpherson); Oscar (de donde recibe el nombre Oscar Wilde) y varios otros héroes fenianos (los de bandas de guerreros y cazadores que tenían por caudillo al padre de Oisin, Finn MacCumhaill). Es un poema que hunde sus raíces en la mitología irlandesa, con pueblos de los que se habla en el Lebor gabála o Libro de las conquistas, como los firbolg o los Tuatha Dé Danann (que el poeta escribe danaan), y también de la Rama Roja, la corte del rey Conchobar a la que pertenece ese campeón, Cuchulain, que será recurrente en su obra posterior.
Le sucederá Encrucijadas (1889), que no fue publicado nunca como volumen exento, sino que agrupa composiciones recogidas en Poemas (1925). Va dedicado a AE, el poeta, pintor y místico George Russell. Tras algunos poemas ambientados en la antigua India (pesaba en él el prestigio de las Upanishads y otros textos religiosos), “El niño robado” es el primero de los poemas populares o baladas que se harán frecuentes en la poesía yeatsiana. Dos poemas de esta colección han adquirido popularidad como canciones: el citado “El niño robado” en la voz de Loreena McKenitt, y “Por las saucedas abajo” en las de los componentes de grupos e intérpretes tradicionales como Clannad o Maura O’Connell o el gran tenor John McCormack, por ejemplo. Comparecen aquí los olaves (poetas célticos), como en algún poema posterior lo harán los rainn o estrofas de la literatura gaélica o el ogham, ese alfabeto primitivo irlandés que se nombra en “Los dos reyes”.
En La rosa (1893) hallamos la simbología que continuará en su siguiente libro. Según Maud Gonne, Yeats quería aludir con este símbolo a ella misma, y mediante ella, a Irlanda. Así no es de extrañar que estén presentes figuras del pasado legendario de la isla. También se incluyen en este poemario piezas mil veces antologadas como “La isla en el lago de Innisfree” o “Cuando seas vieja”, que es eco de uno de los sonetos de Ronsard a Elena (precisamente Yeats compara a Maud Gonne con la Helena homérica en varios poemas), así como dos poemas concebidos para su obra dramática La condesa Cathleen, a cuyo estreno asistió un James Joyce de diecisiete años: “La condesa Cathleen en el Paraíso” y “¿Quién va con Fergus?”.
Lo feérico encarna en muchos poemas de El viento entre los juncos (1899), donde avistamos Tír na nÓg, el País de los Jóvenes, el otro mundo céltico que tanto comparte con el Avalón artúrico. Uno de estos poemas, “La canción del errante Aengus”, ha sido interpretada, y con qué sensibilidad, por Christy Moore; uno de sus versos, además, da título a Las doradas manzanas del sol, el conocido volumen de relatos de Ray Bradbury.
El título de la colección siguiente, En los siete bosques (1904), se refiere a las arboledas que rodean la finca de Coole, perteneciente a Lady Gregory. Hay en Yeats mucha presencia de la poesía topográfica hibérnica conocida como Dindsenchas, y no es extraño por tanto que se mencione la colina de Tara, secular sede de los reyes supremos de Irlanda. Yeats la califica de “arrasada” porque en 1902 se realizaron en ella excavaciones a cargo de un grupo de chalados que creían que allí se hallaba el Arca de la Alianza. Pero en Yeats hay siempre geografía e historia; así, una alusión a Eduardo VII, que fue coronado también en 1902.
El yelmo verde y otros poemas (1910) menciona a Craobhin Aoibhinn, Douglas Hyde, estudioso y traductor del gaélico que de 1938 a 1945 llegaría a ser el primer presidente de la República irlandesa (de su precedente, el Estado Libre de Irlanda, llegó a ser senador Yeats en 1922). Y encierra ese gran poema de amor y perdón, de aceptación de lo fatal, que es “Sin otra Troya”, un soneto tan truncado como imposible y nunca consumada fue la relación con Maud Gonne.
Viene a continuación Responsabilidades (1914), un libro que se aleja de la ensoñación y el simbolismo para hundirse en la realidad más incómoda de su patria y su fariseísmo. En “La roca gris” nos asomamos al Cheshire Cheese, un pub londinense frecuentado por muchos escritores a lo largo de los siglos, desde Samuel Johnson a Cernuda. Yeats compartió en él tertulia con los poetas integrados en el denominado Rhymers’ Club: Ernest Dowson, Lionel Johnson, Arthur Symons y otros. Entre los nombres del poema que el lector agradecerá conocer está Goban (o Goibniu), el herrero de los Tuatha Dé Danann. En otro aparecen los nombres populares y peyorativos, algo así como Fulano y Mengana, de Patrick y Bridget (Paudeen y Biddy), en contraposición a los valores aristocráticos encarnados por el mecenas Sir Hugh Lane (sobrino de Lady Gregory). En cuanto a John O’Leary, fue una figura destacada de la Irish Republican Brotherhood (una organización independentista a la que perteneció brevemente Yeats, arrastrado por Maud Gone), como nacionalistas fueron otros personajes mencionados. A otro dirigente se refiere en “Un espectro”: James Stewart Parnell, muerto en 1891 y enterrado en el cementerio de Glasnevin, en Dublín. En “A una niña” y el poema siguiente aparece Iseult, la hija de Maud Gonne. En “Amigas”, Yeats se refiere por este orden a Olivia Shakespear, a Lady Gregory y a la ubicua Maud Gonne.
Vamos llegando al período de madurez del poeta. Los cisnes salvajes de Coole (1919) rinde homenaje al hijo único de Lady Augusta Gregory, Robert Gregory, piloto militar caído sobre Italia en la primera guerra mundial, en sendos poemas: “Un aviador irlandés prevé su muerte” y el dialogado “Pastor y cabrero” (neoplatónico como era, Yeats opta numerosas veces por el poema como diálogo). También se honra a John Millington Synge, autor de The Playboy of the Western World y a George Pollexfen, tío materno de Yeats. “Sobre una dama agonizante” se ocupa de Mabel Beardsley, hermana del pintor Aubrey Beardsley (ambos miembros del Rhymers’ Club). “Una oración para entrar en mi casa” alude a la residencia del poeta en Thoor Ballylee, recia torre normanda cercana a Coole Park que Yeats adquirió en 1917. En “Las fases de la luna” emplea dos personajes ficticios para su diálogo ya aparecidos en el relato “Rosa alchemica” (1897), uno de los cuales, Michael Robartes, se convertirá en una recurrente máscara. Es un texto en el que ya hallamos, embrionario, el mundo de Una visión, donde Robartes pasará por ser el descubridor de la filosofía de una secta mesopotámica.
En el siguiente poemario Yeats retoma este personaje ficticio en Michael Robartes y la bailarina (1921). Aparece también aquí uno de los más conocidos poemas de toda la obra de Yeats: “Pascua de 1916”, que versa sobre el Levantamiento que el 24 de abril de ese año proclamó infructuosamente la República irlandesa y fue aplastado, siendo la mayoría de sus cabecillas ejecutados (George Bernard Shaw publicó una carta en la que deploraba los fusilamientos y defendía para los apresados el status de prisioneros de guerra). Por el poema y los siguientes desfilan Constance Gore-Booth Markiewicz, Padraic Pearse, Thomas MacDonagh, John MacBride (ex marido de Maud Gonne) o James Connolly, que estuvo al frente de los alzados en la Central de Correos y fue posteriormente acribillado amarrado en una silla, dado que sus heridas no le permitían tenerse en pie. A Yeats le torturó la sospecha de que con sus poemas y cultivo de una mitología autóctona rediviva hubiera, sin proponérselo, empujado a aquellos hombres a la muerte. Es, además, un poema al que Yeats dota de un latente simbolismo numerológico: la primera estrofa y la tercera tienen 16 versos (16 era el año y el número de dirigentes ejecutados); la segunda y cuarta, 24 (el día del mes en que se produjo el alzamiento).
La torre (1928) está considerada por muchos como la obra maestra de Yeats, donde alcanza la plenitud de sus facultades. El libro comienza, desde luego, con una pieza difícilmente superable, “Rumbo a Bizancio”. En el poema “La torre” se menciona a Hanrahan el Rojo, protagonista de algunos de los relatos de Yeats y de un poema que fue el favorito de Maud Gonne. Los impresionantes poemas de “Meditaciones en tiempo de guerra civil” fueron escritos durante el conflicto que a partir de junio de 1922 enfrentó a los seguidores del Estado Libre Irlandés con los contrarios al tratado anglo-irlandés que mantenía seis condados del Ulster como parte del Reino Unido. Siempre imbricando su obra de lo místico o mágico, nombra a Jacques Molay, Gran Maestre de los templarios, muerto en 1314. Edipo en Colono de Sóflocles se representó en adaptación de Yeats en el Abbey Theatre el 12 de septiembre de 1927, y algunos versos fueron a nutrir el libro. “Los tres monumentos” se refiere a las estatuas de Nelson, Parnell y Daniel O’Connell en Dublín.
La escalera de caracol y otros poemas (1933) presenta la particularidad de que uno de los poemas, “En memoria de Eva Gore-Booth y Con Markiewicz” fue escrito en Sevilla en noviembre de 1927 cuando Yeats visitó España (entró por Gibraltar y salió por Barcelona, rumbo a la Costa Azul). Las dos hermanas eran hijas del barón de Lissadell. Casada con un conde polaco, Constance participó como hemos visto en el Levantamiento de Pascua (se salvó de ser ejecutada gracias a ser mujer) y murió pocos meses antes de la redacción del poema (su hermana Eva había fallecido el año anterior). El Raftery al que se menciona era el poeta ciego que recorrió Galway a principios del siglo XIX y para el que Lady Gregory y otros erigieron una lápida conmemorativa en 1900. Anne Gregory era una de las tres hijas de Robert Gregory, y por tanto nieta de la benefactora de Yeats. Por lo que hace a Mohini Chatterjee, fue un brahmán perteneciente a la Sociedad Teosófica de Madame Blavatsky. “Los instructores desconocidos” son para el poeta los espíritus que comunicaron con él y su esposa desde 1917.
Tras Luna llena de marzo (1935), donde aparecen una vez más personajes históricos y legendarios (como el amante altomedieval Ribh), Yeats dio a la estampa Nuevas Poesías (1938). “Roger Casement” y “El fantasma de Roger Casement” son poemas sobre uno de los héroes del independentismo irlandés, que aparece en la novela Nadan dos chicos de Jamie O’Neill (junto con otros protagonistas del Levantamiento de Pascua que asimismo concurren en poemas yeatsianos) y es el protagonista de la esperada novela de Mario Vargas Llosa El sueño del celta.
La última entrega de Yeats es el resultado de la ordenación que el poeta hizo de sus últimos escritos dos semanas antes de morir. Los textos líricos se publicaron el mismo año de 1939 junto con las obras de teatro La muerte de Cuchulain y Purgatorio. Hay aquí un poema al monte que domina la iglesia de Sligo vinculada a su familia, y en cuyo cementerio de Drumcliff yacen hoy los restos del poeta, haciendo realidad la sección VI del poema. En este libro se alude a la protagonista de La Bruja del Atlas de Shelley, pero nadie busque la identidad de John Kinsella o Mary Moore que dan título a uno de los poemas, pues son, como en tantas otras ocasiones, invenciones de Yeats.
Por su parte, los tres últimos poemas que se incluyen en el volumen aparecieron en la colección de prosas Sobre la caldera, publicada póstumamente en el otoño de 1939.
Yeats, proteico y en continua evolución, ofrece una coherencia última que cristaliza en una obra tan variada como única: lo popular y lo elevado, lo íntimo y lo colectivo, lo sobrenatural y lo político, las raíces y la mirada al futuro, lo atemporal y la historia se unen en esas espirales que el poeta integró en su cosmovisión. Y son espirales dinámicas, en movimiento. La mejor poesía de Yeats, como la gran poesía en general, encierra tensiones, como la que aflora en “Pascua de 1916” o “Política”, donde lo individual se cruza con lo general, las grandes fechas en letras de molde con las anotaciones a mano en la agenda propia. Una tensión que es manifiesta en sus numerosos poemas dialogados, como el “Diálogo entre el ego y el alma”. Es una interlocución que siempre está presente: incluso cuando parece cultivar lo más arbitrario e intransferible, como en su libro Una visión, Yeats tiene en cuenta la tradición literaria y tradicional de su país, el fenómeno visionario conocido como aisling (como ya observó Declan Kiberd).
Dos objetivos me he propuesto a la hora de verter estos poemas, además, claro está, de mantener la fidelidad a lo expresado: preservar la musicalidad de los originales y, al mismo tiempo, dar idea de la variedad de metros y sones que emplea su autor, ese ritmo que ya fue subrayado en su día por Louis MacNeice. No en vano, Yeats leía sus poemas con entonación de bardo, como un rapsoda. Igual hicieron Basil Bunting o Dylan Thomas en las grabaciones que tenemos de sus lecturas de poemas del irlandés.
La traducción que aquí presento es el resultado de muchos años de trabajo y también —espero que el lector pueda apreciarlo— de una intensidad de esfuerzo que el mero transcurso temporal es incapaz de medir. Como en el caso de Shakespeare, del que comencé a traducir para mí mismo algún soneto y acabé vertiendo toda su Poesía, a los primeros versos que traduje de Yeats hace varios lustros se fueron añadiendo poco a poco otros que podrían dar, todos juntos, para una antología de tamaño respetable. Pero en la operación me di cuenta de que en un poeta de la talla de Yeats, y de su complejidad, unos poemas remiten a otras composiciones, unos versos son ecos de otros, separados por décadas, y los temas se repiten y metamorfosean (como le sucede al Amergin de la mitología de su país). Decidí por tanto, y con la complicidad de Manuel Borrás y los amigos de Pre-Textos, embarcarme en la Poesía reunida de William Butler Yeats, no pequeña empresa.
Mencionaba antes a Shakespeare y es pertinente volver a hacerlo ahora: como él, el Nobel irlandés escribió mucho verso que no fue a parar a su “poesía”, sino a sus dramas (La condesa Cathleen, El país de nuestros anhelos, Deirdre…). Y también empleó el verso en tres poemas narrativos y dramáticos que, por su extensión y por su carácter de relatos versificados, he preferido omitir aquí, en esta recopilación de su obra lírica: me refiero a La vejez de la reina Maeve, Baile y Aillinn y Las aguas sombrías (los dos primeros de 1903 y el tercero de 1906). Sí he incluido por su importancia y por su carácter pionero, de piedra angular, el más extenso de estos poemas narrativos basado en la tradición vernácula irlandesa, Las errancias de Oisin, libro con el que Yeats, ya lo hemos dicho, se convierte en poeta publicado en 1889.
Si nunca hasta la fecha se había abordado la traducción completa de su poesía a nuestra lengua, existen algunos títulos de Yeats traducidos al español, así como varias antologías. Libros exentos son Encrucijadas (traducción de Ibón Zubiaur, 2006), Los cisnes salvajes de Coole y La torre (ambos vertidos por Carlos Jiménez Arribas respectivamente en 2003 y 2004). En cuanto a las antologías, éstas son Poemas (versión de Jaime Ferrán, 1957), y tres libros que llevan idéntico título, Antología poética (traducción de Enrique Caracciolo Trejo, 1984 y reediciones; traducción de Manuel Soto, 1991; y traducción de Daniel Aguirre, 2005). Todas estas ediciones he examinado, más muestras representativas a cargo de Álvaro Ros o Ángel Rupérez. De las traducciones a otras lenguas he podido consultar la parcial de Yves Bonnefoy al francés (Quarantecinq Poémes, Gallimard, 1989) y la completa de Ariodante Marianni en italiano (L’Opera Poética, Mondadori, 2005). Además, grandes poetas de nuestra lengua han traducido algunos poemas suyos, como Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Mariá Manent, Alberto Girri, Jordi Doce…
Aquí sólo he podido dar una sucinta información, pero quien desee conocer más a fondo la vida y la obra de William Butler Yeats hará bien en leer el ya clásico Yeats, the Man and the Masks, de Richard Ellmann, y si aún quiere profundizar más puede abordar la magna y muy recomendable biografía de R. F. Foster, W. B. Yeats. A Life, publicada en dos tomos subtitulados respectivamente I. The Apprentice Mage y II. The Arch-Poet. En Internet, naturalmente, son varios los recursos disponibles sobre nuestro poeta, pero por su calidad y amplitud quisiera dejar constancia aquí de la exposición virtual que le dedica la Biblioteca Nacional de Irlanda: www.nli.ie/yeats
ANTONIO RIVERO TARAVILLO,
Navidad de 2009