Busqué un tema y lo busqué en vano,
lo busqué a diario durante seis semanas.
Tal vez al final, ya que estoy destrozado,
me deba contentar con mi corazón, aunque
invierno y verano hasta empezar la vejez
los animales de mi circo todos se exhibían,
aquellos zancudos, aquel carro bruñido,
el león y la mujer y Dios sabe qué más.
¿Qué puedo hacer sino enumerar viejos temas?
Primero, a Oisin, a caballo del mar, arrastrado
por tres islas encantadas, alegóricos sueños,
vana alegría, vana batalla, vano reposo,
temas del corazón amargado, o así parece, que pueden
adornar las viejas canciones o los espectáculos de la corte;
¿pero qué me importaba a mí lo que lo hizo cabalgar,
ávido como yo estaba del seno de su esposa feérica?
Y luego una verdad opuesta completó la comedia,
La Condesa Cathleen fue como la llamé;
loca de piedad, ella entregó su alma,
mas el Cielo imperioso intervino para salvarla.
Creí que mi amada debía destruir su alma,
tanto la esclavizaban el fanatismo y el odio,
y con esto di luz a un sueño, y muy pronto
tuvo este sueño todo mi amor y mis pensamientos.
Y cuando el Loco y el Ciego robaron el pan
Cuchulain luchó con el mar indomable;
misterios del corazón, y cuando todo se diga,
fue el propio sueño el que me encantó:
carácter aislado por una hazaña
para acaparar el presente y dominar la memoria.
Para los actores y los escenarios pintados fue todo mi amor
y no las cosas de las que eran emblemas.
Aquellas imágenes imperiosas por completas
crecieron en una mente pura, pero ¿cuál fue su origen?
Un montón de desechos o la basura de una calle,
viejas cacerolas y botellas, y un bidón roto,
viejos hierros, huesos y harapos, esa delirante mujerzuela
a cargo de la caja. Ahora que ya no tengo escalera,
debo tenderme donde empiezan todas las escaleras,
en la sucia trapería del corazón.