LA DESERCIÓN DE LOS ANIMALES DEL CIRCO

I

Busqué un tema y lo busqué en vano,

lo busqué a diario durante seis semanas.

Tal vez al final, ya que estoy destrozado,

me deba contentar con mi corazón, aunque

invierno y verano hasta empezar la vejez

los animales de mi circo todos se exhibían,

aquellos zancudos, aquel carro bruñido,

el león y la mujer y Dios sabe qué más.

II

¿Qué puedo hacer sino enumerar viejos temas?

Primero, a Oisin, a caballo del mar, arrastrado

por tres islas encantadas, alegóricos sueños,

vana alegría, vana batalla, vano reposo,

temas del corazón amargado, o así parece, que pueden

adornar las viejas canciones o los espectáculos de la corte;

¿pero qué me importaba a mí lo que lo hizo cabalgar,

ávido como yo estaba del seno de su esposa feérica?

Y luego una verdad opuesta completó la comedia,

La Condesa Cathleen fue como la llamé;

loca de piedad, ella entregó su alma,

mas el Cielo imperioso intervino para salvarla.

Creí que mi amada debía destruir su alma,

tanto la esclavizaban el fanatismo y el odio,

y con esto di luz a un sueño, y muy pronto

tuvo este sueño todo mi amor y mis pensamientos.

Y cuando el Loco y el Ciego robaron el pan

Cuchulain luchó con el mar indomable;

misterios del corazón, y cuando todo se diga,

fue el propio sueño el que me encantó:

carácter aislado por una hazaña

para acaparar el presente y dominar la memoria.

Para los actores y los escenarios pintados fue todo mi amor

y no las cosas de las que eran emblemas.

III

Aquellas imágenes imperiosas por completas

crecieron en una mente pura, pero ¿cuál fue su origen?

Un montón de desechos o la basura de una calle,

viejas cacerolas y botellas, y un bidón roto,

viejos hierros, huesos y harapos, esa delirante mujerzuela

a cargo de la caja. Ahora que ya no tengo escalera,

debo tenderme donde empiezan todas las escaleras,

en la sucia trapería del corazón.