TRES CANTOS DE MARCHA

I

Recuerda todas aquellas generaciones renombradas,

dejaron sus cuerpos para engordar a los lobos,

dejaron sus casas para engordar a los zorros,

huyeron a lejanos países, o se refugiaron

en caverna, grieta o agujero,

defendiendo el alma irlandesa.

Callad, callad, ¿qué puede decirse?

Mi padre cantó esa canción,

pero el tiempo repara viejos males,

todo cuanto termina dejad que se esfume.

Recuerda todas aquellas generaciones renombradas,

recuerda a todos los que se han hundido en su sangre,

recuerda a todos los que han muerto en el cadalso,

recuerda a todos los que han huido, a los que se han quedado,

quedado, y recibido muerte como una melodía

sobre una vieja pandereta.

Callad, callad, ¿qué puede decirse?

Mi padre cantó esa canción,

pero el tiempo repara viejos males,

todo cuanto termina dejad que se esfume.

Fracasa, y que la historia se vuelva basura,

todo aquel gran pasado para inquietud de necios;

quienes vengan detrás se mofarán de O’Donnell,

se mofarán de la memoria de los dos O’Neill,

se mofarán de Emmett, se mofarán de Parnell,

toda la nombradía que cayó.

Callad, callad, ¿qué puede decirse?

Mi padre cantó esa canción,

pero el tiempo repara viejos males,

todo cuanto termina dejad que se esfume.

II

El soldado se enorgullece al saludar a su capitán,

el devoto ofrece una rodilla a su Señor,

algunos montan a una yegua que engendró un purasangre,

Troya montó a su Helena; Troya murió y adoró;

las grandes naciones florecen en lo alto;

un esclavo se inclina ante otro esclavo.

¿Qué es lo que marcha por el desfiladero?

No, no, hijo mío, todavía no;

aquel es un lugar aireado,

nadie sabe qué es lo que pisa la hierba.

Sabemos qué pícaro poder ha mancillado,

la elevada inocencia que asesinara,

si no hubiéramos nacido de aldeana cuna,

¿dónde perdona el hombre si gana la panza?

Más temen la vida que vivimos,

¿cómo puede perdonar la mente?

¿Qué es lo que marcha por el desfiladero?

No, no, hijo mío, todavía no;

aquél es un lugar aireado,

nadie sabe qué es lo que pisa la hierba.

¿Qué pasa si no hay nada arriba allí en la cima?

¿Dónde están los capitanes que gobiernan a la humanidad?

¿Qué es lo que arranca un árbol vacío en su interior?

Una ráfaga de viento, oh, un viento que marcha,

un viento de marcha, y un son cualquiera,

marchad, marchad, ¿y cómo sigue?

¿Qué es lo que marcha por el desfiladero?

No, no, hijo mío, todavía no;

aquél es un lugar aireado,

nadie sabe qué es lo que pisa la hierba.

III

Mi abuelo lo cantó bajo la horca:

“Oíd, damas y caballeros, gentes todas:

bueno es el oro, y quizá mejor una moza,

pero los buenos golpes fuertes son un placer para el espíritu.”

Allí, de pie sobre el carro,

lo cantó de todo corazón.

Le habían robado su vieja pandereta,

pero él bajó la luna

y tamborileó una melodía;

le habían robado su vieja pandereta.

“Tuve una moza, pero se fue tras otro,

oro tuve, y desapareció en la noche,

bebidas fuertes, y me trajeron pesar,

pero una causa buena y fuerte, y golpes tales, son un placer.”

Todos allí dijeron en coro:

“Sigue, sigue, buen hombre.”

Le habían robado su vieja pandereta,

pero él bajó la luna

y tamborileó una melodía;

le habían robado su vieja pandereta.

“Bueno es el oro, y quizá mejor una moza,

no importa qué ocurra y quién caiga,

pero una causa buena y fuerte…” —la soga dio un tirón,

y dejó de cantar, muy estrecha ya la garganta;

pero pataleó antes de morir,

lo hizo por orgullo.

Le habían robado su vieja pandereta,

pero él bajó la luna

y tamborileó una melodía;

le habían robado su vieja pandereta.