En tronos desde la China al Perú
se han sentado todo tipo de reyes
que hombres y mujeres de toda clase
proclamaron grandes y buenos;
¿y qué importa si tales reyes
por razones de Estado
hacían esperar a sus amantes,
hacían esperar a sus amantes?
Algunos se ufanan de reyes mendigos
y reyes bribones blancos y negros
que gobiernan porque un brazo fuerte
atemoriza a todos,
y borrachos y sobrios viven a sus anchas
donde nadie niega sus derechos
y hacen esperar a sus amantes,
hacen esperar a sus amantes.
La Musa es muda cuando los hombres públicos
aplauden un trono moderno:
los vítores que se compran o se venden,
ese cargo que han ocupado bufones,
ese sello de cera, esa firma,
por cosas como éstas, ¿qué hombre decente
haría esperar a su amante,
haría esperar a su amante?