Ven meneándote, guapa pécora,
y hazme bailar todavía,
porque puedo estar sobrio
aunque beba hasta el hartazgo.
La sobriedad es una joya
que yo adoro;
así que sigamos bailando
aunque los borrachos mientan y ronquen.
Cuidado con los pies, oh ten cuidado,
sigue bailando como una ola,
y bajo todo bailarín
hay un muerto en su tumba.
Nada de altibajos, guapísima;
sirena sí, pero no pécora;
un borracho es un muerto,
y todos los muertos borrachos.