A DOROTHY WELLESLEY

Tiende la mano a la medianoche sin luna de los árboles

como si pudiera llegar a donde éstos se alzan,

y no son más que viejas y famosas tapicerías

de tacto delicioso; aprieta esa mano

como para acercarlos aún más.

                                                         Invadida

del voluptuosísimo silencio de la noche

(pues desde que se adquirió el horizonte los perros extraños callan)

sube a tu aposento lleno de libros y aguarda,

sin ninguno en la rodilla, y nadie allí

más que un gran danés que no puede ladrar a la luna

y ahora está sumido en el sueño.

                                                ¿Qué es lo que sube la escalera?

¡Nada sobre lo que mediten las mujeres corrientes

si eres digna de mi esperanza! Ni Contento

ni satisfecha Conciencia, sino esa gran familia

que algunos antiguos y famosos autores malinterpretan,

las Furias Orgullosas cada cual con su antorcha.