Cuando tú y mi fiel amor os encontráis
y él toca melodías entre tus pies,
no digas nada malo del alma,
ni pienses que el cuerpo lo sea todo,
pues yo que soy su dama de día
conozco un mal peor del cuerpo;
mas honradamente divide su amor
hasta que ninguno de los dos tenga bastante,
para que yo pueda oír si debemos besar
el silbido de una serpiente, en contrapunto;
y tú, si el alma debe explorar un muslo,
todos los afanosos cielos suspiran.