TRES CANCIONES PARA UNA MISMA MELODÍA

I

Mi abuelo lo cantó bajo la horca:

“Oíd, caballeros, damas, y todo el género humano:

el dinero es bueno y mejor puede ser una moza,

pero buenos golpes fuertes son un placer para el espíritu.”

Allí, de pie en la carreta,

lo cantó de corazón.

Esos fanáticos querrían deshacer cuanto hacemos;

abajo el fanático, abajo el payaso;

abajo, abajo, aplastémoslos,

aplastémoslos a la música de O’Donnell Abu.

“Tuve una moza, pero se fue con otro,

tuve dinero, y desapareció en la noche,

un fuerte licor, y me dejó pesar,

pero una causa y golpes buenos y fuertes son un placer.”

Todos los presentes se unieron al canto:

“Sigue, sigue, buen hombre.”

Esos fanáticos querrían deshacer cuanto hacemos;

abajo el fanático, abajo el payaso;

abajo, abajo, aplastémoslos,

aplastémoslos a la música de O’Donnell Abu.

“El dinero es bueno y mejor puede ser una moza,

no importa qué pase y quién caiga,

pero una causa…” la soga dio una sacudida,

y dejó de cantar, pues la garganta se quedó muy pequeña;

mas antes de morir pataleó,

lo hizo por orgullo.

Esos fanáticos querrían deshacer cuanto hacemos;

abajo el fanático, abajo el payaso;

abajo, abajo, aplastémoslos,

aplastémoslos a la música de O’Donnell Abu.

II

Justificad a todas esas generaciones renombradas;

dejaron sus cuerpos para engordar a los lobos,

dejaron sus hogares para engordar a los zorros,

marcharon a lejanos países, o se refugiaron

en cuevas, grietas, agujeros,

defendiendo el alma de Irlanda.

“Ahogad todos los perros,” dijo feroz la muchacha,

“que han matado a mi oca y a mi gato.

Ahogadlos, ahogadlos en el tonel del agua,

ahogad todos los perros,” dijo feroz la muchacha.

Justificad a todas esas generaciones renombradas,

justificad a todos los que se han hundido en su sangre,

justificad a todos los que han muerto en el cadalso,

justificad a todos los que han huido, a los que se han quedado,

se han quedado o han desfilado toda la noche

cantando, cantando una canción.

“Ahogad todos los perros,” dijo feroz la muchacha,

“que han matado a mi oca y a mi gato.

Ahogadlos, ahogadlos en el tonel del agua,

ahogad todos los perros,” dijo feroz la muchacha.

Fracasad, y que la historia se torne basura,

todo ese gran pasado una locura de necios;

quienes vengan detrás se burlarán de O’Donnell,

se burlarán de la memoria de los dos O’Neill,

se burlarán de Emmet, se burlarán de Parnell:

todo el renombre caído.

“Ahogad todos los perros,” dijo feroz la muchacha,

“que han matado a mi oca y a mi gato.

Ahogadlos, ahogadlos en el tonel del agua,

ahogad todos los perros,” dijo feroz la muchacha.

III

El soldado se enorgullece al saludar a su capitán,

el devoto ofrece la rodilla a su Señor,

algunos apoyan a una yegua nacida de un purasangre,

Troya apoyó a su Helena; Troya murió y adoró;

las grandes naciones florecen arriba;

un esclavo se doblega ante otro.

“¿Quién se molestará en cavarlos,” dijo el muy, muy viejo,

“esos seis pies señalados con tiza?

Mucho hablo, más camino;

hora es de que me entierren,” dijo el muy, muy viejo.

Cuando los países están vacíos allá en la cumbre,

cuando se ha debilitado el orden o la disputa es fuerte,

es hora de que todos elijamos una buena melodía,

echarnos al camino y pasar desfilando.

De frente, ¡mar! ¿Cómo sigue…?

Oh, cualquier letra vieja que vaya con una melodía.

“¿Quién se molestará en cavarlos,” dijo el muy, muy viejo,

“esos seis pies señalados con tiza?

Mucho hablo, más camino;

hora es de que me entierren,” dijo el muy, muy viejo.

Los soldados se enorgullecen al saludar a su Capitán,

¿dónde están los capitanes que gobiernan el mundo?

¿Qué le sucede a un árbol que está hueco por dentro?

Oh, viento en marcha; oh, un golpe de viento,

marchando, marchando,

de frente, ¡mar!, elevad el canto:

“¿Quién se molestará en cavarlos,” dijo el muy, muy viejo,

“esos seis pies señalados con tiza?

Mucho hablo, más camino;

hora es de que me entierren,” dijo el muy, muy viejo.