PARA ANNE GREGORY

Nunca un joven podrá,

desesperado

por esos murallones

de color miel junto a tu oreja

amarte por ti misma

y no por tu pelo rubio.

—Pero puedo teñírmelo

y ponérmelo de color

castaño, negro o zanahoria

para que los mozos desesperados

me amen por mí misma

y no por mi pelo rubio.

—Anoche oí declarar

a un religioso

que había hallado un texto que prueba

que sólo Dios, querida,

te podría amar por ti misma

y no por tu pelo rubio.