Nunca un joven podrá,
desesperado
por esos murallones
de color miel junto a tu oreja
amarte por ti misma
y no por tu pelo rubio.
—Pero puedo teñírmelo
y ponérmelo de color
castaño, negro o zanahoria
para que los mozos desesperados
me amen por mí misma
y no por mi pelo rubio.
—Anoche oí declarar
a un religioso
que había hallado un texto que prueba
que sólo Dios, querida,
te podría amar por ti misma
y no por tu pelo rubio.