COOLE PARK Y BALLYLEE, 1931

Debajo del alféizar las aguas se apresuran,

abajo está la nutria y el urogallo arriba,

corren toda una milla límpidas cara al Cielo

y luego caen, oscuras en la “tasca” de Raftery,

avanzan subterráneas, se elevan entre rocas

en la heredad de Coole, y allí para acabar

se extienden por un lago y caen por una poza.

¿Y qué es el agua, pues, sino el alma engendrada?

Justo al borde del lago se extiende una arboleda,

hoy toda ramas secas bajo un sol invernal,

y en un pequeño hayedo detuve yo mis pasos

pues el coturno trágico calzó Naturaleza

y todo su discurso reflejo es de mi ánimo:

al tronar repentino del cisne que se alzaba

me di la vuelta y vi donde las ramas quiebran

la refulgente cuenca del lago desbordado.

¡He aquí otro emblema! El blanco proceloso

parece condensar el cielo, y, como el alma,

se adentra por la vista y, luego, en la mañana

desaparece y nadie conoce la razón,

pero su encanto es tal que endereza las cosas

que el saber o su ausencia habían torcido; es tanta

su arrogante pureza que un niño pensaría

que podría matarlo una mancha de tinta.

El ruido de un bastón en el suelo, ese ruido

de alguien que de silla en silla va, afanándose;

la amada biblioteca de lujosos volúmenes,

viejos bustos de mármol y pinturas antiguas;

grandes salas muy gratas a viajeros y niños;

un último heredero donde nadie ha reinado

que no tuviera un nombre o poseyera fama

o preso de locuras a locuras se diera.

Aquí los fundadores vivieron y murieron,

parecía este sitio valer más que la vida,

árboles ancestrales o jardines muy ricos

en recuerdos honraban bodas, hijos, alianzas,

colmando los anhelos que tiene toda esposa.

Allá donde la moda o el capricho disponga,

nos marchamos —ya toda esa gloria pasada—

igual que un beduino humilde con su tienda.

Los últimos románticos éramos; nuestro tema,

la santidad y encanto tradicionales; todo

cuanto aparece escrito en el libro del pueblo,

como dice el poeta; lo que mejor adorna

la mente de los hombres o suscita una rima;

pero todo ha cambiado, va el corcel sin jinete,

aunque lleve la silla en que montara Homero

donde flotan los cisnes en la corriente oscura.