EN MEMORIA DE EVA GORE-BOOTH Y CON MARKIEWICZ

I

La luz cuando atardece, Lissadell,

ventanales abiertos hacia el sur,

dos chicas en kimonos de seda, ambas

hermosas; una, una gacela.

Mas un otoño delirante arranca flores

de la guirnalda del verano;

la mayor está condenada a muerte;

indultada, alarga años solitarios

conspirando entre ignorantes.

Ignoro lo que sueña la más joven

—alguna vaga Utopía— y parece,

vieja marchita y descarnado esqueleto,

fiel imagen de esa política.

Muchas veces pienso en ir a buscar

a la una o a la otra, y hablar

de aquella vieja mansión georgiana, mezclar

figuras de la mente, recordar

la mesa y la tertulia juveniles,

dos chicas en kimonos de seda, ambas

hermosas; una, una gacela.

II

Queridas sombras, ahora ya lo conocéis todo,

toda la locura de luchar

con la razón o el error común.

Inocentes y bellas

no tienen más enemigo que el tiempo;

levantaos y mandadme encender una cerilla

y luego otra hasta que prenda el tiempo;

si la conflagración se eleva

corred hasta que todos los sabios lo sepan.

Nosotros construimos la grandiosa glorieta,

ellos nos declararon culpables;

mandadme encender una cerilla y soplad.