ALABANZA DE COLONO

(De Edipo en Colono)

Coro. Alabemos los caballos de Colono, y alabemos

la tinta oscuridad del intrincado bosque,

al ruiseñor que allí ensordece a la luz del día,

si es que ésta visita el lugar donde,

sin que las visite el sol o la tormenta,

pisan la tierra damas inmortales,

ebrias del sonido armónico,

y el mozo de Sémele por alegre compañero.

Y allí en el jardín de los gimnastas prospera

la forma a sí misma sembrada y engendrada

que da al intelecto ateniense su dominio,

hasta el olivo de hojas grises

milagrosamente surgió de la piedra viva;

ni casualidad de paz ni guerra

marchitarán esa vieja maravilla, pues

la gran Atenea de ojos grises no le quita la vista.

Quien viene hasta esta tierra, y ha venido

donde florecen el azafrán y el narciso,

donde la Gran Madre, llorando por su hija,

y ebria de la belleza junto al agua

que centellea entre olivos de hojas grises,

ha arrancado una flor y cantado su pérdida;

quien halla al pletórico Cefiso,

halla el espectáculo más bello que existe.

Porque esta tierra tiene espíritu piadoso,

así recuerda que cuando toda la humanidad

hollaba los caminos, o chapoteaba en la playa,

Poseidón le dio bocado y remo,

todo mozo o moza de Colono conversa

de aquel remo y aquel bocado;

verano e invierno, día y noche,

de caballos y caballos del mar, blancos caballos.