Un golpe repentino: las grandes olas baten
en la atónita joven, acarician sus muslos
las oscuras membranas, prende el pico su nuca,
su desvalido pecho pone el cisne en el suyo.
¿Cómo pueden sus dedos, leves, horrorizados,
apartar de sus muslos esa gloria emplumada?
¿Y qué puede su cuerpo, en esa blanca embestida,
sino oír el latido del corazón extraño?
Un temblor en el lomo allí entonces engendra
murallas destruidas, fuego en tejado y torre,
y a Agamenón muerto.
Estando así cautiva,
a merced de la sangre aérea de la bestia,
¿recibió su poder y su sabiduría
antes que la soltara el insensible pico?