UNA PLEGARIA POR MI HIJO

Ordena que un fuerte espíritu esté en el cabecero

para que mi Michael tenga un sueño profundo

y no llore, y no dé vueltas en la cama

hasta que sea la hora de su primera toma;

y que el crepúsculo que huye mantenga

lejos los miedos hasta el alba

y que no le falte a su madre

tampoco el sueño.

Ordena que el espíritu empuñe la espada;

algunos hay, pues a fe mía

que esas cosas diabólicas existen,

que planean asesinarlo, pues bien saben

de una hazaña o alto pensamiento

que lo aguarda en sus días venideros,

y querrían por su odio a los laureles

dejarlo en nada.

Aunque Tú puedes formar cualquier cosa

de la nada a diario, y enseñas

a cantar a los luceros del alba,

no tienes palabras que digan

Tu necesidad más simple, y has conocido,

gimiendo en las rodillas de una madre,

la peor ignominia

de ser de carne y hueso,

y cuando por toda la ciudad corrían

los siervos de Tu enemigo,

una mujer y un hombre,

si no mienten las Santas Escrituras,

huyeron por llanos y montañas,

por pastos y baldíos,

protegiéndote, hasta que el peligro pasó,

con humano amor.