Esta gran mariposa púrpura,
en la prisión de mis manos,
tiene una sabiduría en su ojo
que un pobre loco no entiende.
Una vez vivió un maestro de escuela
con aire negador y severo,
una sucesión de alumnos temió
su gran vara y su libraco.
Como el repiqueteo de una campana,
dulce y chillón, chillón y dulce,
así es como aprendió tan bien
a tomar como alimento las rosas.