EL SANTO Y EL JOROBADO

Jorobado. Levántate, alza tus manos y bendice

a un hombre que halla gran amargura

al pensar en su renombre perdido.

Un César romano está preso

bajo esta chepa.

Santo. Dios pone a prueba a cada uno

según un designio diferente.

No dejaré de bendecir porque

vaya de un lado a otro con el flagelo

para poder azotarme día y noche

sacando al griego Alejandro de mi carne,

César Augusto, y tras éstos

a ese gran bribón Alcibíades.

Jorobado. A cuantos se han alzado en tu carne,

y han bendecido, les doy las gracias,

honrado por todos según su grado,

pero sobre todo a Alcibíades.