Manda al halcón que baje;
ponle la caperuza o enjáulalo
hasta que el ojo amarillo se enternezca,
pues alacena y asador están vacíos;
el viejo cocinero, enfurecido;
y salvaje, el pinche.
No quiero que me metan en una caperuza,
ni en una jaula, ni posarme en una muñeca,
ahora que he aprendido a ser orgulloso
planeando sobre el bosque
a través de la niebla que rompo
o la nube deshecha.
¿Qué nube deshecha hendiste,
halcón de ojos amarillos de la mente,
anoche? Que yo, sentado
mudo ante un bribón
tuve que dar a mi amigo
una falsa muestra de ingenio.