Quisiera ignorarlo todo como el alba
que ha contemplado desde arriba
a esa vieja medir una ciudad
con el alfiler de un broche,
o a ese hombre ajado que vio
desde su pedante Babilonia
los planetas impasibles en sus órbitas,
las estrellas que se apagan cuando sale la luna,
y cogió sus tablillas e hizo cálculos;
quisiera ignorarlo todo como el alba
que estuvo detenida, meciendo el carro fulgente
sobre el nuboso lomo de los caballos;
quisiera ser —pues no hay saber que valga un comino—
ignorante y lascivo como el alba.