PASTOR Y CABRERO

Pastor. Canta ahora el primer cuco del año.

Antes quería que parara.

Cabrero. Ni aves

ni bestias hacen hoy que quiera nada,

anciano como soy, salvo morir,

y eso va contra Dios y sus designios.

Que quiera el joven. ¿Qué te trae aquí?

Nunca hasta hoy nos hemos encontrado

donde mis cabras triscan en la hierba

o saltan por las piedras.

Pastor. Busco ovejas

descarriadas, pues algo me afligió

y las dejé marchar. Pensé hacer versos,

pues el verso disipa la aflicción

y hace que la luz vuelva a ser dulce,

mas, puesto cada verso en su lugar,

el suyo abandonaron las ovejas.

Cabrero. De sobra sé lo que apartara

a tan buen pastor de su cuidado.

Pastor. Aquel que era el mejor en todo juego

y rústicas labores, y de todos

el más cortés con la vejez morosa

y la rápida juventud, ha muerto.

Cabrero. El mozo que me trae la empanada

trajo la noticia.

Pastor. Apartó el cayado

y murió en la gran guerra allende el mar.

Cabrero. A menudo tocaba el caramillo

en mis cerros, y era su soledad,

lo que sonaba, un júbilo de piedra,

en sus dedos.

Pastor. Lo supe por su madre,

y su hato pacía ante la puerta.

Cabrero. ¿Cómo aguanta su pena? No hay pastor

que no diga su nombre con ternura,

recordando favores. ¿Cómo puedo,

yo que sin cabras aún ni pastizales

nueva acogida y viejas enseñanzas

recibí ante su fuego hasta esfumarse

las frías ráfagas, sino hablar de ella

antes que sus retoños y su esposa?

Pastor. Se mueve por la casa, erguida y calma,

del arcón de la ropa a la despensa,

o bien se asoma al prado o al pastizal

y ve a sus jornaleros, cual si aún

siguiera entre los vivos su querido,

mas por su nieto ahora; nada cambia

salvo aquello que he visto por su rostro

observando los juegos de pastores

en la siega, sin su hijo.

Cabrero. Canta tú.

Yo también he rimado mis ensueños,

mas el joven ansía destacarse,

y hasta entonces no espera ni hace nada.

Mas los viejos cabreros y sus cabras,

si en todo lo demás les aventaja

el joven, son maestros de la espera.

Pastor. Tan sólo él no había reunido aperos,

ni puesto a trabajar al ebanista

en ancha mesa o banco prolongado,

o alzado el cobertizo de las vacas

como hacen los otros cuando heredan.

Lo dejó como en tiempos de su padre,

tal si se supiera ave, y nunca un hombre

que se asienta, y ahora que no está

sólo quedan de él una docena

de tristes, sobrias, dulces melodías.

Cabrero. Has puesto el pensamiento en verso.

Pastor. Todo

el día trabajé, mas tan sin fruto

que un “Lo siento” en prosa sin adornos

sonaría mejor a tu rudeza.

[Canta]

Como el ave pinta que viaja

miles de leguas sobre el mar,

y corre o sobrevuela

con patas amarillas nuestros prados,

él se quedó sólo un instante;

y apenas si se hizo nuestro oído

a su voz cuando raya el día,

y apenas si se hicieron nuestros ojos

a su figura en el lavadero

entre sombras vespertinas

cuando se ausentó de oídos y de ojos.

Debí haber pedido un deseo

a su llegada, mas el hombre es necio.

Cabrero. Cantas a la naturaleza, como siempre,

y yo que hice música así en mi juventud

oyéndola ahora he suspirado

por ese joven y otros compañeros

que perdí.

Pastor. Dicen que en tus montes yermos

has medido el camino que hace el alma

cuando huye a nuestros ojos naturales;

y que has hablado con apariciones.

Cabrero. Ciertamente, mis diarios pensamientos,

desde el primer estupor juvenil,

recorren el sendero que mis cabras

no hallan.

Pastor. Canta: tal vez hayan cortado

hierbas medicinales con que alivien

nuestro dolor.

Cabrero. De un cerro me trajeron

vainas y flores que no son de adormidera.

[Canta]

Se va haciendo más joven cada día

aquel que si se cuentan sus cumpleaños

demasiado solemne semejara;

a causa de lo que había soñado

o por las ambiciones que sirviera,

demasiado solemne y reservado.

Paseando, viajando

hacia su propia aurora

deshace la madeja

de todo lo aprendido con dolor o goce,

de todo lo que hiciera.

Desaparecerá la guerra infame,

con un viejo raigón de espino albar

practicará la flauta pastoril

o sobre la hierba bien segada

hará la corte a su pastora

o pondrá el corazón en algún juego

hasta hacerse uno el día con los juegos;

devanará el conocimiento

a través de victorias de la mente,

hasta que gateando por la cuna

sueñe que es el orgullo de su madre,

todo saber perdido en ese trance

de la dulce ignorancia.

Pastor. Recojo estos borregos y el carnero

en el redil, e iremos hasta el bosque

grabando nuestros versos en cortezas

sin nombre, que pondremos en su puerta.

Saber que monte y valle se conduelen

dará serenidad a esposa y madre

y al hijo cuando alcance nuestros hombros.