—Aunque manden los que astillan la lógica,
y todo hombre y doncella y rapaz
se haya fijado un objetivo distante,
una alegría sin porqué es una pura alegría
—eso o algo parecido dijo Tom O’Roughley,
que vio pasar las grandes olas al lado—,
y la sabiduría es una mariposa
y no una sombría ave de rapiña.
Si lo poco planeado es poco pecado
no hay necesidad de angustiar a la tumba.
¿Qué es el morir sino un segundo aliento?
¿Cómo sino con zigzagueante capricho
podría ser tan valiente el trompeta Miguel?
—eso o alguna cosa parecida dijo—.
Y si mi mejor amigo muriera,
bailaría una danza en su tumba.