De repente vi el cielo frío en que se delectaban los grajos
que parecía como si el hielo ardiera y fuera aún más hielo,
y entonces la imaginación y el corazón enloquecieron
tanto que todo pensamiento intrascendente
se desvaneció, y no dejó sino recuerdos desparejados
con la caliente sangre de la juventud, del amor que cruzamos hace mucho;
y yo asumí la culpa sin ningún sentido o razón,
hasta que lloré y temblé y me estremecí,
acribillado por la luz. ¡Ay! Cuando el fantasma comienza a animarse,
terminada la confusión del lecho de muerte, ¿es enviado
desnudo a los caminos, como dicen los libros, y golpeado
con el castigo de la injusticia del firmamento?