Los momentos pasaron como un drama;
alcancé el saber que el amor otorga;
yo poseía ingenio natural,
y a pesar de lo que pude decir,
y aunque ella me alabara por lo mismo,
una nube del norte encarnizado
de pronto ocultó la luna del Amor.
Creyendo las palabras que le dije,
cómo ensalcé su cuerpo y su talento,
hasta que el orgullo encendió sus ojos,
y aligeró la vanidad su paso.
Pese a tantos elogios no pudimos
ver más que oscuridad sobre nosotros.
Nos sentamos callados como piedras,
sabiendo, aunque no pronunció palabras,
que el más perfecto amor ha de morir;
y estaríamos sin piedad deshechos
si no es porque el Amor, oyendo el grito
de un pájaro minúsculo y ridículo,
rasgó de entre el celaje su gran luna.