PAUDEEN

Con rabia por lo lerdo y el oscuro rencor

del tendero Paudeen, me marché dando tumbos

entre piedras y espinos a la luz de la aurora;

hasta que gritó un tordo, y en el viento esplendente

otro tordo le habló; y de pronto pensé

que en la altura remota donde Dios nos observa

no habrá, si se olvida nuestro ruido confuso,

un alma que no tenga una voz pura y nítida.