¿Qué necesitáis, llenos de sentido común,
sino buscando a tientas en un cajón grasiento
sumar medios peniques a peniques
y una oración a otra trémula oración,
hasta secar el tuétano del hueso?
Para rezar y ahorrar los hombres nacen;
la Irlanda Romántica ha muerto y se fue,
yace con O’Leary en la tumba.
Pero ellos eran de otra clase,
los nombres que acallaron vuestro juego infantil
se han dispersado por el mundo como el viento,
pero poco tiempo tuvieron de rezar
por aquel por quien se hiló la soga del verdugo,
¿y qué, que Dios nos ampare, ahorrar pudieron?
La Irlanda Romántica ha muerto y se fue,
yace con O’Leary en la tumba.
¿Fue por esto por lo que los gansos salvajes
extendieron el ala gris sobre toda marea;
por esto por lo que se vertió tanta sangre,
por esto por lo que Edward Fitzgerald murió,
y Robert Emmet y Wolfe Tone,
todo aquel frenesí de los valientes?
La Irlanda Romántica ha muerto y se fue,
yace con O’Leary en la tumba.
Mas si pudiésemos hacer volver los años
y llamar a los exiliados que estaban
llenos de soledad y de aflicción,
gritaríais “El pelo rubio de una mujer
ha enloquecido a todo hijo de madre”:
pesaron tan liviano lo que dieron.
Pero que sigan así, han muerto y se fueron,
yacen con O’Leary en la tumba.