A UN RICO QUE PROMETIÓ UNA SEGUNDA SUSCRIPCIÓN AL MUSEO MUNICIPAL DE DUBLÍN SI SE PROBABA QUE EL PUEBLO QUERÍA CUADROS

Ya diste, pero no darás de nuevo

si bastantes peniques de Paudeen

no se juntan con los medios de Biddy

y conforman “algún tipo de prueba”,

antes de que tú sueltes tus guineas,

de que aquello que enorgullecería dar

es lo que la ciudad ciega e ignorante

imagina que la hará más próspera.

¿Qué importó al Duque Ercole, que envió

sus mimos a la plaza del mercado,

qué hicieran o pensaran los tenderos

para que su Plauto marcara la pauta

de todas las comedias italianas?

Y cuando creó Guidobaldo

aquella escuela de modales

donde ingenio y belleza se aprendieron

sobre el ventoso cerro de Urbino,

no despachó corredores por doquier

para conocer el deseo de los pastores.

Y cuando expulsaron a Cosimo,

indiferente a cómo se extendía el rencor,

dedicó las horas que dejaron libres

al postrer plan de Michelozzo

para la Biblioteca de San Marco,

de lo que la turbulenta Italia obtendría

deleite en el Arte, cuyo fin es la paz,

con la lógica y la ley natural

mamando de las ubres de Grecia.

Tu mano abierta muestra nuestra pérdida,

porque él supo mejor cómo vivir.

Que jueguen los Paudeens a la rayuela.

Alza la vista al sol y entrega

lo que el corazón exultante llama bueno

para que un nuevo día pueda engendrar lo mejor

porque tú diste, no lo que querrían,

¡mas las ramas precisas para un nido de águilas!