Todo puede tentarme a abandonar el verso;
un rostro de mujer en tiempos, o peor:
las supuestas demandas de este país de necios,
cualquier cosa que venga más rápido a la mano
que esta habitual labor. Cuando yo era más joven,
jamás hubiera dado un duro por un canto
si el poeta al cantarlo no se daba unos aires
que me hicieran creer que guardaba una espada;
mas hoy quisiera ser, de obtener mi deseo,
más gélido y más mudo y más sordo que un pez.