Tres voces [juntas]. Oh, bendecid las manos que interpretan,
la dulce voz, las notas y las cuerdas,
¡oh, señores de la ciudad rutilante!
Oh, soltad las trompetas estridentes,
aunque ebrios de banderas que flamean
por cima de murallas y de torres,
y del fuerte agitar de vuestras alas.
Primera voz. Tal vez se van quedando en el camino.
Uno se recogió su manto púrpura;
otro, gacho, musita junto al muro:
teme el peso de las mortales horas.
Segunda voz. Oh no, oh no, se precipitan, bajan
cual chorlitos que escuchan el reclamo.
Tercera voz. Parientes de los Tres Seres en Uno:
oh, bendecid las manos que interpretan.
Sus notas seguirán viviendo, mientras
toda esta grave historia se termine.
Las manos, nuestras manos ya perecen.
Tres voces [juntas]. Aunque ufanas, serenas, sobrevivan
las notas, bendecid a nuestras manos,
estas manos que ya desaparecen.