LA NECEDAD DE CONSOLARME

Alguien que es siempre amable dijo ayer:

“El pelo de tu amada tiene canas

y vagas sombras cercan sus ojeras;

el tiempo hace más fácil ser sensato:

aunque hoy te parezca imposible,

todo lo que te hace falta es paciencia.”

Pero el corazón exclama: “No,

no tengo ni una pizca de consuelo.

El tiempo ha de renovar su belleza,

porque de su nobleza, al agitarse,

el fuego que se agita en torno a ella,

arde con mucha más intensidad.

Ojalá que no hubiera sido así

cuando estaba el verano en sus pupilas.”

Ay, si volviera el rostro, corazón,

verías la necedad de consolarme.