Me levanto con el alba, me arrodillo y soplo
hasta que la semilla del fuego parpadea y reluce;
y luego tengo que fregar, cocer, barrer
hasta que salen las estrellas y titilan;
y las jóvenes están acostadas y sueñan en su cama
con lazos a juego para su pecho y cabeza,
y pasan el día desocupadas
y suspiran si el viento les mueve una trenza;
mientras, yo he de trabajar porque soy vieja
y la semilla del fuego se hace débil y fría.