LA BALADA DEL PADRE JOHN O’HART

El buen padre John O’Hart,

cuando las leyes penales,

fue a un ricacho con tierras

y sus perdices y truchas.

John le confió sus tierras;

pero el otro era de una raza ruin:

las dio como dote a sus hijas,

y éstas se casaron muy lejos.

Pero el padre John viajó

de aquí para allá, y tenía

agujeros en las botas

y rotos en la sotana.

Todos lo querían, menos

el ricacho del demonio;

mujeres, gatos y niños,

y los pájaros del aire.

Éstos porque abría sus jaulas

mientras iba de un lado a otro

y decía sonriendo “Tened paz”

y seguía su camino con enojo.

Pero si cuando alguien moría

venían plañideras roncas como grajos,

les prohibía que hicieran sus lamentos;

pues él era un hombre de libros.

Y éstas eran las obras de John,

cuando llorando por docenas,

las gentes vinieron a Coloony

pues había muerto a los noventa y cuatro años.

No hubo lamentos humanos;

los pájaros de Knocknarea

y todos los de en torno a Knocknashee

hicieron su lamento ese día.

Los pájaros jóvenes y los viejos

vinieron volando, pesarosos, tristes;

vinieron de Tiraragh a llorarlo,

vinieron a llorarlo de Ballinafad;

vinieron a llorarlo de Inishmurray,

y no se quedaron para tomar bocado o sorbo;

de esta forma fueron reprobados

quienes desentierran las viejas costumbres.