EL INDIO A SU AMOR

La isla sueña a la luz de la aurora,

grandes ramas vierten serenidad;

las pavas reales bailan sobre un liso prado,

un papagayo se mece sobre un árbol

enfurecido con su propia imagen reflejada en el esmaltado mar.

Aquí amarraremos nuestra solitaria nave

y pasearemos siempre con manos enlazadas,

susurrando en voz baja un labio a otro

por medio de la hierba, por la arena,

susurrando cuán lejos están las tierras sin sosiego;

cómo nosotros de entre todos los mortales

nos ocultamos bajo silenciosas ramas distantes,

mientras nuestro amor hace crecer una estrella india,

un meteoro del corazón que arde,

unánime con la marea que reluce, las alas que relucen y se precipitan,

las pesadas ramas, la bruñida paloma

que gime y suspira durante cien días:

cómo cuando muramos vagarán nuestras sombras,

cuando la tarde haya acallado las emplumadas sendas,

con vaporosas plantas los pies junto al fulgor somnoliento del agua.