RAMÓN GARRIDO Y LA MEMORIA DEMOCRÁTICA DE O GROVE

En julio de 2006, la procuradora Raquel Santos García, a instancias de Antonio C. y María Eloísa Álvarez Corbacho[33], solicitó que se eliminara del dominio free.fr el contenido de la página http://bteysses.free. ff/espagne/Cuando_estallo_la_guerra.html, un texto de carácter autobiográfico escrito por Ramón Garrido Vidal, y que en caso de que no se pudiera se procediera al bloqueo de la página. En el auto del juez Juan Carlos Carballal, de 1 de septiembre de 2006, un largo párrafo inicial teorizaba sobre la justificación de las medidas cautelares amparándose en dos supuestos: la apariencia de buen derecho y la previsible existencia de peligro por mora procesal. Según los demandantes en dicha página «se aprecia una intromisión en el honor de su padre D. Joaquín Álvarez Lores, fallecido el 29 de agosto de 1981». En ella se leía que éste, alcalde de O Grove durante la dictadura primorriverista y también luego tras el golpe militar, «era vox populi que se dedicaba a realizar listas de “paseados”, esto es, que era uno de los encargados de seleccionar las personas que, por ideas contrarias a las existentes en aquel momento, debían ser fusiladas o asesinadas». El auto reconocía no poder «analizar el fondo del asunto debatido por razones procesales obvias», pero al mismo tiempo admitía las razones aducidas por la familia del alcalde, quienes

cuestionan la publicación […] en el hecho de que se está imputando a su directo ascendiente la participación, hace más de setenta años, en los acontecimientos trágicos sucedidos en España, como fue la Guerra Civil, y más concretamente que sin pruebas de ningún tipo, y basándose solo en rumorologías (vox populi se indica en el propio artículo de información) se afirma que era uno de los que se encargaba de señalar las personas que debían ser asesinadas.

Como ya hemos visto en otras ocasiones, se refería a que si a la libertad de expresión no cabe exigirle pruebas por tratarse de juicios de valor personales y subjetivos no era éste el caso de la libertad de información, que tiene por objeto la difusión de hechos y a la que cabe exigir que tengan relevancia pública y veracidad. A continuación, el juez Carballal afirmaba que

no existe dato alguno que pueda considerar acreditados los hechos que en la información se hacen constar y cuya trascendencia para el honor de los sucesores del Sr. Álvarez Lores es evidente, pues no debe olvidarse que en la villa de la que fue alcalde éste y en donde residen ahora sus hijos y familiares se conocen prácticamente todos los vecinos, por lo que rememorar tantas décadas después lo que mediáticamente se llama ahora «memoria histórica» de una forma revanchista, incontrolada, aviesa o sin datos serios y ciertos que acrediten lo que se afirma vulnera de forma cierta el honor y la fama de las personas y de sus familias, siendo igualmente razonable acoger el argumento del que parten los solicitantes según el cual la trascendencia de la afección a su honor es mayor si cabe pues el acceso a dicha página es fácil poniendo en cualquier buscador los conceptos de «guerra civil en O Grove», existiendo incluso enlaces directos con dicha página, por lo que de no procederse a dicho bloqueo se podrá seguir realizando la intromisión de forma continuada en el honor de las personas afectadas.

Con esto último, según Carballal, se corría «el riesgo de perpetuar la afrenta moral que se trata de remediar». Por lo tanto, el juez titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción n.º 2 de Cambados acordó que el dominio free.fr debería eliminar el contenido de la página con el escrito de Ramón Garrido Vidal.

Conviene decir que Ramón Garrido Vidal (O Grove, 1915), marinero comunista y el autor del escrito que aparecía en la página web eliminada, había fallecido once años antes, en enero de 1995, y que el texto que había motivado la demanda, «Cuando estalló la guerra», se trataba de una breve memoria sobre la vida política durante la Segunda República y las consecuencias de la sublevación del 18 de julio en O Grove encontrada por su hijo tras su muerte. Garrido, obligado a incorporarse a las fuerzas de Franco, se pasó a zona republicana en octubre de 1937. Luego, en 1939, cruzó la frontera y conoció la amargura del exilio. Luchó contra la ocupación nazi en la zona de Bretaña al frente de cuatrocientos cincuenta miembros de la resistencia española. Fue detenido en 1942 y acabó en Dachau. Una vez liberado se instaló en Montigny Le Bretonneux, en la región de París. Fabien, su hijo, consideró que los escritos autobiográficos tenían interés para O Grove —estaba pendiente un homenaje a Garrido por su trayectoria de combatiente antifascista—, y decidió darlos a conocer[34].

La parte en que aludía al exalcalde era ésta:

Al frente de la guardia cívica, o por lo menos el que la mangoneaba, estaba el exalcalde de la Dictadura de Primo de Rivera, Xaquín Álvarez, apodado O Potro. Este personaje, que volvería a ser alcalde con Franco, era un verdadero chulo con una fuerte dosis de matón de aldea, o sea de can de palleiro que ladra cuando se ve protegido por la huerta familiar y huye cuando se encuentra fuera de sus límites. O Potro era «valiente» cuando con un vergajo en la mano y encuadrado con una pareja de la guardia civil de antes, iba por las tabernas echando fuera a los marineros que estaban tomando un chiquito y charlando. Yo no sé las fechorías que habrá podido hacer a lo largo de la guerra; pero lo que sí sé es que era voxpopuli, que él y su padre habían participado en la confección de las listas de paseados. En todo caso, su padre D. Eloy Álvarez en los últimos momentos de su vida confesaba que no conseguía dormir porque lo impedía el recuerdo de algunas personas castigadas, perseguidas o fusiladas como su examigo Ángel Cadavid sin haber cometido delito alguno.

Prosiguiendo con ese «personaje», me acuerdo que un día, me parece que era domingo, yendo para arriba, por la acera donde tiene ahora la librería Pepe Besada, vi bajar por la de enfrente un personaje muy vistoso, con indumentaria de falangista, anunciadora de malos presagios. Camisa azul, pantalón negro de montar, correaje, polainas de cuero y un pistolón que debía ser del 9 largo y las hebillas de cobre relucientes. Cuando vi que era el Potro no pude contenerme y me eché a reír. ¡Que no había hecho yo! Me miró, su cara quiso volverse pálida, cosa difícil porque su cutis no se le permitía, no dijo ni media palabra y se fue hacia el cuartel de la Guardia Civil. Aún no habían transcurrido dos horas cuando el guardia cívico Pepe Troncoso ya me tenía al tanto de lo ocurrido. Llegó hecho una fiera, diciendo que me iba a estropear y que las ocasiones no iban a faltarle durante las noches. Debo aclarar que durante las noches, mientras duraba la charla del borracho Queipo de Llano para quien habían instalado altavoces, se podía circular por las calles; pasada esa hora se corría el peligro de llevar una paliza o recibir un tiro, porque la guardia era más propensa a amenazar con el fusil que con el látigo.

En julio de 1937 nos movilizaron a filas. El Potro, hasta esta fecha, no tuvo ocasión de pegarme la tunda que me había prometido. Ganas no debían de faltarle si he de juzgar por el hecho siguiente.

Muchos años más tarde, estando yo en Francia, conseguí volver a O Grove. Durante uno de mis viajes, tuve que ir a Pontevedra, para lo cual tomé el autocar de línea en el Corgo. Al llegar un poco más arriba —a fonte do galo— se detuvo el autocar para tomar viajeros. Entre ellos subió el Potro por la puerta de atrás. Yo lo había visto subir. Al darse cuenta de que a mi lado —sin saber que era yo por estar de espalda— había un asiento vacío, se acercó y en el momento de ir a sentarse y al darse cuenta de que yo ocupaba el otro asiento, dio media vuelta y se fue hacia atrás, donde siguió de pie durante un rato hasta que dejé de interesarme en lo que hacía. Por lo que se ve no había perdido la memoria ni su mala espina.

Como vemos, se trata de un testimonio personal de alguien que, además de estar respaldado por su trayectoria, cosa que el juez obvió por completo, había vivido los hechos que relataba y que, por tanto, aunque comentara que la participación de Álvarez Lores en la represión era vox populi, lo sabía de primera mano. El vox populi simplemente venía a reforzar al «lo que sí sé». El caso es, y esto es interesante señalarlo, que el testimonio oral o escrito de Ramón Garrido bien pudo ser utilizado por algún historiador de la represión fascista en O Grove y que en ese caso, al estar arropado por los métodos de la Historia, es decir, unido a otras fuentes y firmado por un historiador, hubiera tenido perfecta validez y el juez hubiera tenido que admitir su trascendencia pública y su veracidad. Lo que en realidad decidió el juez Carballal a instancias de la familia fue acallar la voz de un testigo incómodo que recordaba hechos y nombres que, sin duda alguna, estaban en la memoria de O Grove, como era el caso del exalcalde fascista.

De hecho, y ésta es otra de las peculiaridades del caso, el texto de Ramón Garrido Vidal ya había sido publicado por la profesora de Lengua y Literatura de la Universidad de Santiago Aurora Marco en el año 2003 dentro de una obra dedicada al impresor socialista pontevedrés Ramón Paz Carvajal[35]. Y, sin embargo, ni la familia ni el juez actuaron ni mencionaron en momento alguno este hecho. Según parece, tampoco la propia Aurora Marco hizo público aquel hecho cuando pudiera haber sido útil que así constara.

El mismo artículo antes indicado de la edición gallega de El País recogió algunas opiniones de interés, como la del historiador Ramón Villares, presidente del Consello da Cultura Galega, quien afirmó que «lo que se plantea no solo es el grado de veracidad de las fuentes», sino «si el historiador puede usar en España fuentes que vinculan a personas vivas». O las certeras palabras de Angel Viñas: «Verdugos y víctimas deben ser identificados por igual, sean quienes sean. Si no se puede hablar de la guerra española setenta años después, apaga y vámonos». También fue interesante, además de cierta, la declaración de Dionisio Pereira: «Dentro de los represores también hay clases. Si cito a los asesinos más arrastrados no tendría problemas». Posteriormente, en declaraciones a José Andrés Rojo, añadió: «La situación no se ha normalizado aún en este país. Quizás en Madrid, Barcelona o Vigo, pero en los pequeños pueblos y aldeas sigue sin reconocerse la dignidad moral de las víctimas». También se recogía ahí la opinión de Julián Casanova: «Los ganadores de la guerra estaban, sin embargo, tan convencidos de haber acabado con el mal y de ser ellos los portadores del bien, que dejaron muchas huellas de sus desmanes: juicios sin garantías, fusilamientos, expropiación de los bienes de los derrotados… Dejaron las pistas incluso escritas, y por eso se ha podido conocer la envergadura del terror que generó la dictadura franquista». Rojo cerraba así su artículo: «Quizá las investigaciones sobre testimonios orales no cambien nuestra mirada sobre la historia reciente. En términos sociales, sin embargo, la reparación moral que declaman las víctimas y sus descendientes es la energía que alienta a tantos historiadores a buscar la verdad para cerrar definitivamente las heridas de aquella terrible guerra»[36].

En diciembre de 2006, Fabien Garrido, hijo de Ramón, escribió una carta al juez Carballal Paradela informándole de que se había recibido el auto en su domicilio de Montigny le Bretonneux (Francia) el 23 de noviembre de 2006 a nombre de su padre, cuyo fallecimiento bien pudo saber por la propia página que había eliminado, y porque, además, fue enterrado en O Grove. Y añadía: «Entendemos, por ello, que una persona fallecida no puede ser demandada. A estos efectos y por si fuese la actuación de los demandantes constitutivas de mala fe, solicitamos que se tenga por comunicado a ese Juzgado el fallecimiento de…». Esta carta no obtuvo respuesta por parte del juez Carballal, quien, además, como puede leerse en el anexo, un año después se jactaba de que del asunto «hace un año y nadie se ha personado para decir que estaba equivocado, nadie, hasta ahora nadie, y ya han pasado los plazos por cierto…». Tampoco ocurría esto por primera vez. De hecho, Fabien Garrido nunca fue informado del acto judicial en que se aprobó el auto por el que se decidió suprimir la página que había abierto sobre su padre, por lo cual nunca pudo ofrecer su versión ante el juez de Cambados ni defender su memoria.