—¿Qué hacía?
Duda, sorpresa y otras expresiones que no sé reconocer transitan por su cara. Esto último pica más mi curiosidad. Doy otro paso hacia él.
—¡Te dije que no te acercaras! —me grita enojado y yo me detengo otra vez. Aunque, comienzo a preguntarme si no me habré perdido información esencial sobre estos animales. Tal vez son peligrosos, quizás comen nuestra carne al igual que los hombres.
—Sólo quería…
—Verme mejor —me corta—, ya lo has dicho.
—¿Por qué se mueve? —le increpo justo antes de dar un paso hacia la izquierda, él imita mi movimiento pero en dirección opuesta.
Espero que me dé una respuesta, en cambio sólo dice:
—¿Por qué te acercas?
Cruzo mis brazos molesta. El gato no es como imaginaba que sería ¿De qué me sirve cazarlo entonces?
—Esa no es una respuesta —contesto molesta y él sacude sus hombros antes de guardar las manos en los bolsillos de su pantalón azúl, cuando hace esto me fijo en que tiene dos brazos ¡Igual que yo!, pero luego noto que no se parecen en absoluto, los de él tienen una especie de hinchazón entre el codo y el hombro, como pelotas. Definitivamente son mucho, muchísimo más gruesos que los míos.
—Como quiera —me rindo y dejo escapar el aire que ni sabía que estaba conteniendo—. Tú te lo pierdes.
Él junta sus cejas mucho, incluso da un poco de miedo y se da la media vuelta para avanzar en dirección al sur, lejos de mí, luciendo tan… tan desnudo.
¿Es que acaso los gatos no pescan resfríos?
¡Ya casi es de noche!
—¡Vete! —la lengua se me traba por lo que me tomo unos segundos antes de añadir—. ¡Al cabo que ni me importa! —luego corro hacia él y me arrojo con toda la fuerza que puedo contra su espalda.
—¿Qué dem…?
Su cuerpo se tensa cuando entra en contacto con el mío, como si esperara que dentro del mío se escondiera una bomba nuclear o algo peor. Algo extraño ocurre, puedo sentir el calor emanar de su piel y… comienza a quemarme. Me digo que puedo soportarlo y aferro mis manos a su cuello.
—¿Puedes sólo? —intenta forcejear conmigo aún sobre su espalda. Supongo que debido a la diferencia de tamaños no sería problema para él sacarme volando con apenas una sacudida. Me pregunto por qué no lo ha hecho—. ¿Quitarte de encima? —termina la frase, luego de inclinarse sobre su propio cuerpo y darle al mío una vuelta de noventa grados.
El golpe contra el suelo no dolió, supongo que de alguna manera, él se las ingenió para mantener mi peso en su cuerpo y que mi espalda no sufriera los daños correspondientes, de ser ese el caso no sentiría mis piernas.
Las que por cierto empiezan a picar.
—Bueno, bueno… —su voz es ronca, no como la mía o la de Jarvia, ni siquiera la de Nissa, la encargada de las habitaciones en La Grata, llegaba a ese nivel. Y eso que ella se lo pasaba disfónica—, esto es una sorpresa.
Miro hacia el cielo y el último rayo del Sol acaba de irse, en su lugar una mezcla entre rojo, amarillo y añil comienza a disgregarse en el horizonte. Pestañeo confundida, en medio del paraíso de tonalidades un rostro me mira ceñudo.
—No se suponía que me tocaras —explica y por la perplejidad con la que se expresa, comienzo a creer que dice la verdad, lo que no entiendo es el porqué.
—Sólo quería que se detuviera —me defiendo y comienzo a ponerme de pie justo cuando el cosquilleo en mis piernas se hace más intenso,
Una vez que consigo sentarme, noto que mis botas, piernas y rodillas están cubiertas de puntos negros; puntos negros que, de hecho, se están moviendo. Escucho a mi acompañante soltar una maldición sólo un segundo antes de ver que los puntos negros se mueven.
—¡Quítelos! —le grito sacudiendo mis piernas con las manos—, Oh, por todo lo que es sagrado —Ahora estoy a punto de llorar, la mancha negra se está haciendo más grande, de hecho sigue creciendo, y antes de notarlo tengo toda la pierna cubierta por esa cosa.
—No te muevas —me advierte, algo de lo más estúpido ¿A dónde podría ir con mi pierna siendo devorada por pequeños monstruos come-carne?
Estoy por responderle lo lejos que pienso ir cuando el gato huraño se quita los pantalones y comienza a darme golpes con la prenda, enviando a todos los animalejos espantosos lejos de mi piel… O a su mayoría al menos, quién sabe. La verdad es que estoy un poco absorta viendo lo que escondía bajo su ropa, claramente los gatos y las mujeres no se parecen en absoluto.
—Tiene un montón de pelo —suelto después de un rato. Él ahora respira agitado, supongo que es comprensible después de semejante demostración de cacería. Claramente, el animal es un depredador, lo que me viene perfecto, porque desde que dejé La Grata, sólo he comido Sebiata y muero de hambre. Tal vez él podría cazar algo.
—¿Qué has dicho? —pregunta y su voz se quiebra en la última sílaba al percatarse de la dirección de mi mirada. Yo apunto con mi dedo la zona que ha dejado expuesta; todo el largo de sus piernas cubierta por vellos un par de tonos más oscuros que el color de su cabello.
—Tiene un montón de pelo… yo no tengo —él arquea sus cejas estupefacto—. Espere, deje y le muestro.
Me pongo de pie y llevo una mano al ojal de mis pantaloncillos cortos, quito el broche y una vez que está abierto comienzo a bajarlo para mostrarle, salvo que agarra mi muñeca con una de sus manos y me mira con furia.
—¿A qué demonios estás jugando? —Mientras me sujeta, me doy cuenta de que está abrochando su propio pantalón. Ni siquiera vi cuando comenzó a vestirse, supongo que ocurrió mientras le quitaba el seguro a los míos, lo que me recuerda…
—¡Mil gracias! —Me estrello feliz contra su cuerpo una vez que he dado un vistazo a mis piernas ahora libres de motas negras—. ¡Gracias, gracias, gracias, gracias!
Se supone que los gatos son suaves y cariñosos… No como Emil, pero este es demasiado similar a ella.
Se tensa cuando apoyo mi cabeza contra su torso y se tensa todavía más cuando paso mis manos por su cintura. Maldita sea, ¿Otra vez? ¡No es justo!
—¿Es que todo el mundo es tan frío? —Exclamo indignada alejándome de su rígido cuerpo, cruzándome de brazos al igual que un principio—. ¡No se vale! ¡No puedo ser la única anormal!
Escucho como suspira, está molesto.
—Deja ver si entiendo —una de sus manos toma lugar bajo el cuadrado de su mandíbula cubierto por una capa fina de vello claro, el tono de su voz no pierde nunca el grosor. A decir verdad, para tener un timbre tan ronco, no entiendo cómo puede sentirse tan suave, como una caricia—. Primero vienes y me interrumpes cuando… —se calla de repente y algo similar a un rubor se aloja en sus mejillas, aunque no estoy segura si los gatos se pueden sonrojar.
—¿Cuándo…? —le aliento.
—Cuando estoy ocupado —escupe molesto zanjando el tema—. Luego, comienzas a hostigarme con ese cuento de “para verte mejor” —Rueda sus ojos—, Joder, eso es tan del tipo “El lobo y la caperucita”.
¿Qué rayos?
—Antes que todo, mi nombre es Anaya y aprovecho de agregar que entiendo perfectamente de lo que habla, lo sé todo —dije sarcásticamente.
—Detén tu actuación ¿Sí?
«¿Actuación?» Siento como mis cejas se juntan en el centro de mi frente. En serio, este animal no es para nada como lo imaginaba.
—No estoy actuando. Además, para ser un gato, no es nada divertido.
—¡¿Gato?! —Exclama atónito. «¡Ajá! ¿Quién es el actor ahora?»
—Para empezar, es demasiado frío —le increpo, esperando que deje la función y comience a actuar como un gato normal—, se suponía que tendría un andar suave, me dejaría mimarlo, cazaríamos juntos y luego de comer, también juntos, me ayudaría a encontrar a Emil y yo no estaría más sola y…
—¡Alto ahí! —grita llevándose las manos a la parte baja de su cabeza—. ¡Joder hablas mucho!
—¡Y usted es un gato huraño!
—Otra vez con eso…
—Pero si eres un huraño. Yo sólo lo abracé para agradecerle….
—No te preocupes, nadie es perfecto —responde con condescendencia, como si yo acabara de disculparme.
¿Dije ya que era un idiota?
El frío de la noche finalmente barre con mis reservas de paciencia así que me giro y le grito:
—Váyase al diablo, iré por agua…
No lo escucho decir nada pero siento sus pisadas tras de mí. Maldición, son suaves, tal como afirmaba el libro, las mías en cambio, parecen una verdadera orquesta al maltratar las hojas.
—Tú sabes, nosotros los gatos odiamos el agua… —su voz me toma por sorpresa cuando se cuela tras el hueco de mi oído. Salto y lo escucho reír. Me provoca cosquillas, pero no se limitan a la zona de mi oreja sino que por alguna extraña razón; supongo que otra de mis anomalías, se transporta hacia mi estómago.
«Estúpido gato».
—Porque, según entendí, tú manejas un montón de información acerca de mi especie ¿cierto?
—Eso es lo que dije —lo que en realidad era una total mentira.
—¿Qué diablos eres? Por la edad, dudo que veterinaria.
Sé sobre los gatos, tanto como sé de las estrellas y los hombres: nada. Apenas manejo un fragmento que memoricé al cumplir los once, pero sólo describe detalles físicos, nada remotamente cercano a su comportamiento habitual.
—¿Sabes que no encontrarás agua a estas horas verdad?—. Murmura después de un rato—. Y sobre lo de hace un rato, fueron hormigas, no “monstruos come-carne”, como les llamaste, ni siquiera te mordieron. Mírate.
Me detengo a observarme, qué vergüenza y alivio, a la vez… él tiene razón, mi piel luce intacta. Yo misma debería haberlo notado al no sentir dolor, sin embargo eso no cambia nada. Me encojo de hombros.
—Da igual, atentaron contra la integridad de una mujer, en lo que a mí respecta las amigas…
—Hormigas —me corrige.
—Amigas, hormigas… es casi lo mismo, son igual que los hombres.
—Claro…
—Hablo en serio —indico girándome hacia él, alzando mi barbilla para dar fuerza a mi expresión, saco mi pecho hacia delante para mostrar determinación. Creo que es la primera vez que hago esto, pero no lo sé, me da la impresión de que ayuda porque él guarda silencio—. Son bestias horribles —insisto ¿Cómo no se da cuenta?—, deberías tener cuidado.
Supongo que eso último podría haberlo omitido Ya que los hombres están extintos, pero luego recuerdo que el gato se ha comportado como un idiota, así que nunca está de más meterle un poco de miedo.
—Comerán tu carne antes de que puedas decir Grata.
—¿Por qué infiernos diría Grata? —me pregunta enarcando una ceja.
—Qué se yo, sólo decía.
—Vale. Entonces tú… quiero decir las mujeres. ¿Todas ustedes tienen esta… Eh “fobia” con los hombres?
Niego, no es una fobia, eso implica un temor absoluto u odio irracional hacia algo en específico, esto es mucho mayor a un simple miedo, se trata de un asunto de honor.
Hay un montón de cosas con las que no estoy de acuerdo, los métodos de Cecania para hacerme entrar en razón, por dar un ejemplo, el modo que empleaba Liese para mantener la atención de la clase. Pero incluso así, con recuerdos o sin ellos, todas somos mujeres, todas fuimos víctimas alguna vez, eso es lo que nos une.
Quiero decir, dejé La Grata para encontrar a mi amiga, no porque no me guste lo que soy. Amo ser mujer, amo lo que eso representa: valentía, supervivencia, honestidad. Vencimos a los hombres, dominamos a esos monstruos, los derrotamos y finalmente les dimos caza. Si pudimos extinguirlos ¿Cómo no voy a poder yo encontrar a mi amiga?
—No puedo explicárselo, no lo entendería.