Apéndice Histórico

En esta sección, el lector encontrará una relación de los principales personajes históricos que aparecen en Tiempo de cenizas y otros datos de interés documental. La información —en especial, la relativa a los personajes más conocidos, sobre quienes se han escrito libros y libros— se limita a lo que concierne a la historia relatada en la novela.

Se recomienda no leer esta sección hasta terminar la novela para evitar anticipar elementos de la intriga.

PERSONAJES HISTÓRICOS

Personajes del clan de los catalani

Los Borgia

El apellido original de la familia, que conservó en España, era Borja. Su forma italianizada, Borgia, es la que se hizo popular en Italia y la que se ha usado en la novela.

Papa Calixto III

Alfonso de Borja tomó el nombre de Calixto III al ser elegido papa en 1455. Nacido en Valencia, obtuvo su nombramiento en parte por el apoyo del rey Alfonso V de Aragón, que había conquistado Nápoles, y en parte por su edad y estado de salud.

En efecto, a la muerte de su predecesor, Nicolás V, Alfonso de Borja contaba con setenta y cinco años, edad muy avanzada para la época, y parecía muy enfermo. Todos creían que duraría pocos meses y que sería un papa de transición mientras las grandes familias italianas, que monopolizaban el papado, ganaban tiempo y acumulaban fuerzas para imponer a su candidato.

Prueba de ese monopolio es el hecho de que en los quinientos veinte años transcurridos desde la muerte de Calixto III —en 1458— al nombramiento de Juan Pablo II —en 1978—, de cincuenta y cinco papas, solo hubo otros dos no italianos: Adriano VI, tutor del emperador Carlos I y cuyo pontificado duró menos de dos años, y Alejandro VI, el segundo papa Borgia.

Votar a candidatos que se preveía breves cuando no se tenía la suficiente fuerza para imponer a un favorito era una práctica habitual en los cardenales a la hora de elegir un nuevo papa. Un buen número de pontífices sobrevivió a su nombramiento apenas unos días. El récord lo ostenta Urbano VII, que duró doce días.

La posible cercana muerte del Borja parece ser la razón por la que se consintió en la elección de un papa no italiano. Sin embargo, una vez elegido, Calixto III recuperó la salud de forma milagrosa y dedicó todas sus energías y sus tres años de pontificado a la lucha contra los turcos, que amenazaban la cristiandad. En ella obtuvo algún éxito notable, como la victoria cristiana en el sitio de Belgrado, que detuvo el avance musulmán. También procuró encumbrar a su familia para protegerse del mundo de intrigas que era el Vaticano en aquella época. A su amparo crecieron sus sobrinos Pedro Luis Borja y Rodrigo de Borja, futuro papa Alejandro VI.

Calixto III fue acusado de nepotismo, aunque esa —igual que la de que los eclesiásticos disimularan a sus hijos haciéndolos pasar por sobrinos— era una práctica corriente en la época. Solo como ejemplo: su sucesor, Pío II, era tío de Pío III. El sucesor de aquel, Pablo II, era sobrino del papa Eugenio IV. Y el sucesor de aquel, Sixto IV, era tío de Julio II.

Alejandro VI

Nació el 1 de enero de 1431 en Játiva, Valencia, y estudió en Bolonia. Viajó a Italia junto con su hermano mayor, que tomó responsabilidades políticas y militares bajo el papado de su tío Calixto III, mientras que él, como segundo hijo varón, fue destinado a la Iglesia.

Su tío le nombró cardenal a los veinticinco años, título al que siguieron el de vicecanciller de la Iglesia y el de obispo de Valencia, entre otros. Fue sin duda un hombre de grandes habilidades, pues mantuvo su poder e incluso lo aumentó durante los siguientes cuatro papados, desde el año 1458 hasta 1492. Durante este tiempo acumuló un gran conocimiento de la política vaticana, convirtiéndose en un producto típico de ella.

Acusado, entre otras cosas, de mantener relaciones incestuosas con su hija, de envenenador y de participar en fiestas orgiásticas (aunque los historiadores modernos han descartado todo ello), Alejandro VI ha pasado a la historia como un papa depravado. Sin embargo, si estudiamos a los papas de su siglo y el siguiente, veremos que la gran mayoría seguía las mismas prácticas. El nepotismo era tan común como el engaño; la compra de voluntades con sobornos y promesas de beneficios también, así como el incumplimiento del voto de castidad. La carrera eclesiástica en la época era un oficio que no dependía de la vocación, sino de la ambición y el deseo de poder.

Entonces, si el comportamiento de Alejandro VI fue semejante al de sus contemporáneos, ¿por qué ese ensañamiento con él? ¿Por qué alcanzó semejante fama de depravación?

Uno de los motivos era que, siendo extranjero, copó el máximo poder en Italia. Al contrario que su tío y que Adriano VI, el tercer papa no italiano en quinientos veinte años, Alejandro VI alcanzó la máxima posición de la Iglesia a la relativamente temprana edad de sesenta y un años, con buena salud y larga esperanza de vida. No contaba con el apoyo militar de los reyes de su país, como en siglos anteriores lo tuvieron papas franceses o los italianos con sus familias y aliados. Sin embargo, el nuevo papa tuvo el buen tino de rodearse de familiares y de un amplio ejército de eclesiásticos y militares procedentes no solo de Valencia, sino del resto de la península ibérica y el sur de Italia, a los que los romanos llamaban despectivamente catalani. El control militar de Roma y alrededores por sus fieles garantizó su supervivencia frente a las poderosas familias italianas, que deseaban el papado para uno de los suyos. A su poder militar, Alejandro VI sumaba un extraordinario carisma y unas dotes diplomáticas excepcionales, que le permitieron resistir las invasiones francesas, la primera de las cuales estuvo a punto de deponerle. Impotentes, sus enemigos recurrieron a la calumnia como forma de minar el poder de Alejandro VI, organizando una verdadera campaña mediática que fue uno de los orígenes de la leyenda negra española.

Otra razón fue el carácter extraordinariamente tolerante de aquel papa, que no perseguía a quienes proclamaban su perversión real o ficticia. Más bien se reía de ello, y llegó a explicar al embajador de Ferrara que Roma era una ciudad libre y que cada uno podía pensar y escribir lo que se le acomodara; que sabía que de él se decían muchas cosas malas, pero que le traían sin cuidado. Por lo tanto, las calumnias proliferaron cuanto quisieron. Distinta fue la actitud de su hijo César, que hizo ejecutar y mutilar cuando él fue blanco de semejantes ataques.

Y por fin, la razón fundamental fue que le sucedió el cardenal Della Rovere (que tomó el nombre de Julio II), el mayor de sus enemigos. Alejandro VI había vencido a Della Rovere en varios frentes. El primero fue el amoroso, pues Della Rovere había pretendido también a la que fue amante del cardenal Rodrigo de Borgia, Vannozza dei Cattanei. El segundo fue el eclesiástico, ya que ambos compitieron por el papado y ganó el valenciano. Más adelante, Della Rovere instó sin éxito al rey francés a que depusiera a Alejandro VI cuando tomó Roma. A pesar de que Alejandro VI perdonó a su enemigo, este no lo hizo en absoluto, y cuando alcanzó el papado se vengó en César Borgia, al que engañó para que le apoyara en su elección, según se cuenta en la novela. No se contentó con eso, sino que ese papa, apodado el Terrible, llevó más allá su venganza, invitando y recompensando a quienes denunciaran y proclamasen los pecados y villanías de su antecesor y su familia. En este menester se destacó John Burchard, el maestro de ceremonias de la curia bajo distintos papas, que para congraciarse con el nuevo papa difundió todo tipo de historias que perjudicaban la memoria del Borgia.

Alejandro VI tuvo tres hijos antes de conocer a Vannozza dei Cattanei, cuatro más con ella —los más famosos: César, Juan, Lucrecia y Jofré— y una hija con Julia Farnesio, Giulia la Bella, cuando ya era papa. Demostró ser un excelente padre de familia, pues en lugar de abandonarlos, ignorarlos, o considerarlos sobrinos, como hicieron otros papas con sus hijos e hijas, él los reconoció, se preocupó de su educación y de que tuvieran títulos y buenos casamientos.

Fue también un hombre visceral y de grandes arrepentimientos, como el que se relata en la novela a raíz de la muerte de su hijo Juan. Todo hace pensar que era profundamente creyente y religioso a pesar de no observar la castidad y de gozar del poder, como tantos eclesiásticos en su tiempo.

Gustaba de la pompa, el boato, el lujo y las comidas fastuosas cuando se trataba de impresionar a embajadores y altos nobles. Sin embargo, cuando comía en privado tomaba un único plato sencillo, aunque abundante. Se dice que sus cardenales temían que los invitara a comer.

Por otra parte, fue un hombre muy tolerante para la época no solo consigo mismo, sino también con los demás. Protegió a los conversos y judíos perseguidos en España y Portugal, lo que desagradó profundamente a los Reyes Católicos, que se vieron desautorizados. Permitió que Copérnico enseñara en la Universidad de la Sapienza que la Tierra gira alrededor del Sol, contradiciendo la Biblia (años después, la Iglesia persiguió con saña a quienes sostenían esa teoría). Perdonó a filósofos y teólogos, como Pico della Mirandola, que habían sido declarados herejes y perseguidos por papas anteriores por proclamar el derecho a la discrepancia y el respeto a otras religiones y culturas.

En la novela se relatan, con la mayor fidelidad posible, muchos de los hechos del final de su vida. Su muerte, posiblemente por envenenamiento, ocurrió tal como en ella se describe.

Maquiavelo, que tanto elogió a César Borgia, se muestra en El príncipe duro con Alejandro VI. Dice: «Alejandro VI nunca pensó en otra cosa que no fuera engañar a los hombres y siempre encontró material para poder hacerlo. No ha habido otro hombre que prometiera con más eficacia y emplease mayores juramentos para prometer una cosa y luego la observara menos». Napoleón objetó a ese comentario: «Si no honró la tiara, al menos extendió sus estados. La Santa Sede le debe sumos favores».

César Borgia

Nacido el 13 de septiembre de 1475, César fue el primero de los hijos que Vannozza dei Cattanei tuvo con el entonces cardenal Rodrigo de Borgia. Algunos autores consideran mayor a su hermano Juan por las fechas de unas bulas en las que el cardenal reconocía su paternidad y porque César fue destinado a la carrera religiosa como segundón entre los hijos varones. Sin embargo, el primogénito era Pedro Luis Borja, nacido de una mujer cuya identidad se desconoce que quizá fuera también madre de otras dos hijas de Rodrigo de Borgia.

El futuro Alejandro VI actuó solícito adquiriendo tierras y títulos para su primogénito. Así, compró el ducado de Gandía, extensas tierras con plantaciones de caña de azúcar en la zona, y comprometió a Pedro Luis con María Enríquez, prima del rey Fernando de Aragón, con lo que convirtió a su hijo mayor en uno de los más altos nobles de España. Los Reyes Católicos aceptaron complacidos al nuevo duque, pues se había distinguido por su valor en las guerras de Granada. Cuando Pedro Luis murió antes de tener descendencia, el papa decidió que Juan heredara sus títulos, sus bienes y se casase con la prima del rey.

César no tenía vocación religiosa, destacaba en el manejo de las armas y se apasionaba con los caballos y la estrategia militar. Sin embargo, estudió teología y leyes y su padre le fue concediendo títulos eclesiásticos, tales como protonotario del Vaticano, obispo de Pamplona y arzobispo de Valencia entre otros. Parecía que César se resignaba a su destino, pero a raíz de la muerte de su hermano Juan, exigió a su padre que le liberara de sus compromisos y títulos eclesiásticos y que le concediese el cargo de portaestandarte papal, que ostentaba el mando de los ejércitos vaticanos.

El papa Alejandro cedió y ocurrió tal como se cuenta en la novela. Las corridas de toros, con la sorprendente decapitación de uno de ellos de un solo tajo, los hechos de Senigallia, la enfermedad de César al tiempo que la de su padre, la cura del toro y los engaños urdidos por parte del nuevo papa y del Gran Capitán se relatan tal como los describen las crónicas de su tiempo.

En cuanto a la muerte de su hermano Juan, muchos culparon a César. No pudo asesinarle personalmente, pues se recogió en el Vaticano mientras Juan se dirigía junto al enmascarado a la plaza Judaica, pero si fue el instigador, sin duda el ejecutor habría sido su fiel Miquel Corella, tal como se cuenta en la novela.

César Borgia desarrolló una brillante carrera militar y política que admiró a sus contemporáneos y que se truncó con su enfermedad, la pérdida del apoyo papal y las traiciones sufridas.

Enviado a España, sufrió prisión en Chinchilla y después en el castillo de La Mota, en Medina del Campo, de donde protagonizó una rocambolesca escapada para refugiarse en las tierras de su cuñado, el rey de Navarra. Murió en Viana en marzo de 1507 luchando por dicho rey.

Maquiavelo pone a César como ejemplo de actuación de un príncipe y lo colma de elogios. Puntualiza: «Solo se le puede acusar del nombramiento del papa Julio II, donde llevó a cabo una mala elección. Quien crea que para los grandes personajes los beneficios recientes hacen olvidar antiguas ofensas se engaña. El duque se equivocó, pues, y esa fue la razón de su caída final».

Si desea leer el relato de su muerte como capítulo adicional de la novela, acuda a www.tiempodecenizaslanovela.com.

Juan Borgia

Nacido en 1476, heredó de su hermano Pedro Luis el ducado de Gandía y el compromiso matrimonial con su viuda, María Enríquez, prima del rey Fernando el Católico. En la novela, se ha tratado de describir al personaje con la mayor fidelidad posible a lo que de él reflejan las crónicas. Así, tanto los incidentes en Barcelona como su actitud frente a las mujeres en Roma, su participación en la batalla de Soriano, la toma de Ostia, la cena en el palacio del cardenal Sforza y la muerte del secretario de este, la cena en la casa de su madre, Vannozza dei Cattanei, las circunstancias de su propia muerte, la recuperación de su cadáver y el entierro responden a hechos reales ocurridos en las fechas indicadas. También la desesperación y propósitos de enmienda de su padre Alejandro VI, cuyo favorito se dice que era Juan. Nunca se supo quién lo mató.

Sus herederos continuaron su linaje como duques de Gandía con el apellido original de la familia: Borja. Entre ellos, destaca su nieto Francisco de Borja y Aragón, que fue canonizado en 1671 y aparece en el santoral católico como san Francisco de Borja.

Lucrecia Borgia

Fue la tercera de los hijos del cardenal Rodrigo de Borgia con Vannozza dei Cattanei, y nació en 1480. Los historiadores modernos descartan las acusaciones de incestuosa y envenenadora que los enemigos de la familia Borgia se complacían en propagar. En la novela se han descrito los hechos de su vida de la forma más fidedigna posible, en especial el asesinato de su segundo esposo, Alfonso de Aragón y Nápoles, duque de Bisceglie.

Mientras que su primer y su segundo matrimonio fueron impuestos por la política familiar, fue ella quien decidió que Alfonso d'Este, heredero del ducado de Ferrara, fuese su esposo. En 1505 se convirtió en duquesa a la muerte de su suegro y ayudó activamente a su marido en las tareas de gobierno, en las que se distinguió. Fue impulsora de las artes y mantuvo una corte literaria al estilo de la que se menciona en la novela. Le dio seis hijos al duque y murió en 1519 por complicaciones en un parto. Su vida y sus actos en Ferrara fueron elogiados por sus contemporáneos.

Su relación de cariño con su hermano César se rompió a raíz del asesinato de Alfonso de Aragón, pero aquel hizo todo lo posible para obtener su perdón, descuidando incluso sus compromisos y ambiciones para acudir a Ferrara a visitarla cuando Lucrecia estuvo al borde de la muerte. Al parecer, ella al fin le perdonó y al recibir en 1507 la noticia de la muerte de su hermano se recluyó temporalmente en un convento en señal de luto y de dolor. Antes, como gobernante responsable, dejó resueltos los asuntos pendientes del ducado de Ferrara.

Sancha de Aragón

Nació en 1478 y era hija de Alfonso II de Nápoles y de una amante del rey. En 1494, como consecuencia de una alianza política entre Nápoles y el papado, se casó con Jofré Borgia; ella contaba con dieciséis años y él, con trece. Se ha descrito al personaje tal cual reflejan las crónicas más fidedignas de su tiempo. Amaba las artes, era poetisa y tenía un gran poder de seducción. El rey de España le mantuvo su título de princesa de Esquilache al conquistar Nápoles. A la muerte de Alejandro VI, Sancha amparó en Nápoles a sus sobrinos y otros niños de la familia Borgia, aunque no convivía con su marido Jofré. A pesar de los múltiples amantes que se le atribuyen, no tuvo hijos y murió en Nápoles en 1506 a la edad de veintiocho años.

Jofré Borgia

Fue el último de los hijos del cardenal Rodrigo de Borgia con Vannozza dei Cattanei. A pesar de que parece que Alejandro VI tenía dudas sobre su paternidad, también buscó para él títulos y un matrimonio ventajoso. Débil de carácter, no se destacó como sus hermanos ni política ni militarmente. A la muerte de su esposa Sancha, princesa de Esquilache, heredó el título, se casó con María de Milá y tuvo cuatro hijos. Murió en 1516, a los treinta y cinco años. Fue el tatarabuelo de otro papa: Inocencio X.

Vanozza Dei Cattanei

Hija del conde de Cattanei, esta singular dama, de gran belleza, fue exponente de su tiempo. Nació en 1442 y en 1470 comenzó su relación con el entonces cardenal Rodrigo de Borgia. Tuvo cuatro maridos y fue hábil en cuanto a los negocios; adquirió distintas propiedades inmobiliarias y fue dueña de varias posadas, alguna en el Campo de' Fiori, que supo conservar a pesar de la caída de los Borgia. Sobrevivió a todos sus hijos y murió con setenta y seis años después de una época de penitencia, de rezo y de donar todos sus bienes a la Iglesia.

Miquel Corella

Era hijo ilegítimo del segundo conde de Cocentaina. Su hermano mayor, Joan Rois de Corella, heredó el condado y él y su hermano Rodrigo viajaron a Roma para servir al papa Alejandro VI. Rodrigo fue muy respetado en la corte vaticana, en especial después de proteger al papa de un león escapado del zoológico de Belvedere. A la muerte de Joan Rois, Rodrigo heredó el condado y regresó a España.

Miquel se destacó en el campo militar y se convirtió en uno de los principales capitanes del ejército papal. Compañero de César Borgia, demostró hacia él una lealtad inquebrantable. Ha pasado a la historia como sicario y se le atribuyen diversos crímenes y ejecuciones, aunque fue hombre de cultura. Los italianos le llamaban Don Michelotto y era muy temido. En cambio, el papa le distinguía con el diminutivo cariñoso de Micalet.

Los episodios históricos en los que interviene en la novela son ciertos. Desde la ejecución del secretario del cardenal Sforza hasta el asesinato de Alfonso de Aragón o su destacada participación en la conquista de la Romaña y la ejecución de los condotieros en Senigallia. También destaca su brava defensa de los Borgia en su caída, con la apropiación del tesoro papal, su detención en Florencia y su resistencia a las torturas y la prisión, durante las que jamás acusó a su señor César Borgia. Tal como se cuenta en la novela, Niccolò dei Machiavelli le reclamó al papa Julio II para que adiestrara a la milicia florentina y lo puso en libertad.

No se ha podido encontrar una biografía de tan singular personaje, pero sí un buen número de referencias que permiten reconstruir su interesante vida. Al parecer, sus aventuras terminaron a manos de unos campesinos de los alrededores de Milán.

PERSONAJES AJENOS AL CLAN CATALANO

Niccolò Dei MAchiavelli, Maquiavelo

El adjetivo maquiavélico, sinónimo de astucia, doblez y perfidia, no es directamente aplicable al verdadero personaje de Maquiavelo, sino a sus escritos oficiales. En ellos, y en particular en El príncipe, Niccolò dei Machiavelli hace un compendio de prácticas no inventadas por él, sino observadas en los políticos de su tiempo, y que, en buena parte, continúan vigentes en la actualidad. Comenta cuáles son más eficaces para la consecución y mantenimiento del poder, al tiempo que trata de prescindir de consideraciones morales. Casi tres siglos después, Napoleón tacharía algunos de los pasajes de El príncipe como demasiado moralistas, demostrando que la práctica del poder es más maquiavélica que los escritos del propio Maquiavelo.

Esta novela presenta al Niccolò dei Machiavelli, Il Machio para sus amigos, que encontramos buceando en las páginas de la historia. El personaje histórico fue un gran pensador y filósofo, pero sus cartas personales nos ofrecen además la imagen de un individuo vivaz, amante de las mujeres y de los placeres de la vida y que gozaba de un destacado sentido del humor que le permitía reírse de sí mismo y de las situaciones a las que le conducían sus aventuras amorosas.

Tal como se narra en la novela, Niccolò fue educado para la política y las armas y pertenecía a la pequeña nobleza toscana. Al poco de entrar a formar parte de la administración de Florencia, los fieles a Savonarola tomaron el poder y lo despidieron de su trabajo. Niccolò fue un opositor del fraile, y en 1498, cinco días después de la ejecución de este, fue nombrado jefe de la segunda cancillería de Florencia. Fue embajador en Francia, España y en la Santa Sede, ante César Borgia. Acompañó al hijo del papa con Leonardo da Vinci en sus campañas por la Toscana, donde se convirtió en su amigo y confidente. Tal como se cuenta en la novela, le regaló el libro de las Vidas paralelas de Plutarco.

Aun así, fue el propio Niccolò quien recomendó a la Señoría de Florencia no conceder a César el salvoconducto que se menciona en el relato y cerrar la trampa que terminó con los catalani de Alejandro VI. Como consecuencia se apresó en Florencia a Miquel Corella y a otros capitanes de César que se encontraban ya en el territorio de la república. Florencia se libraba así de un posible enemigo y le prestaba un gran favor al nuevo papa. Sin embargo, fue Niccolò quien más tarde, una vez muerto César, reclamó a don Michelotto, rescatándolo de las cárceles del papa, para que le ayudara a crear un ejército de patriotas florentinos, pues desconfiaba de los condotieros y los mercenarios.

En 1512, los Medici recuperaron el poder y derrocaron la república de Florencia. Niccolò perdió sus cargos en el gobierno y posteriormente sufrió prisión y tortura. Después se retiró a una pequeña posesión familiar en la Toscana, donde subsistía talando árboles para conseguir madera. El que otrora trataba con papas y reyes pasó a relacionarse solo con toscos leñadores. Fue en esa etapa de su vida en la que, añorando sus tiempos de gloria, escribió su famosísima obra El príncipe, fruto de sus recuerdos y observaciones. Se la dedicó a los Medici en un intento de lograr su favor para regresar a la actividad política, sin conseguirlo. Murió en 1527, a los cincuenta y ocho años.

Muchas de las frases que el personaje pronuncia en esta novela son originales de Maquiavelo.

Fray Girolamo Savonarola

Savonarola nació en Ferrara, en el seno de una familia de mercaderes de origen noble. Aunque su padre quería orientarle a la medicina, el joven Girolamo pronto manifestó su interés por la teología, la predicación y la vida religiosa. Al contrario que muchos de los eclesiásticos de la época, para los que el sacerdocio era un oficio impuesto por sus familias y una forma de subsistencia, cuando no de medrar y obtener poder, Savonarola vivía la religión de forma apasionada.

Se hizo fraile dominico, profundizó en el estudio teológico y empezó a predicar. Clamaba contra los papas renacentistas, mecenas del arte, contra la corrupción de la Iglesia, recordaba las infinitas penas del infierno y profetizaba catástrofes como castigo a los pecados de las gentes.

En 1482, su orden le envió a Florencia, pero sus prédicas, en las que anunciaba desgracias, y su violenta censura de cualquier tipo de placer desagradaron a muchos creyentes florentinos y los dominicos creyeron conveniente trasladarle a Bolonia. Allí se dedicó a la docencia y perfeccionó sus artes oratorias.

Años después regresó a Florencia y en 1491 se le concedió la titularidad del convento de San Marco. Allí continuó sus prédicas contra la corrupción de los poderosos, de la Iglesia y en especial del papa Inocencio VIII. Censuraba cualquier tipo de lujo y se escandalizaba por el apoyo que los mecenas daban a los artistas, habiendo pobres que pasaban hambre. Esta vez, los desastres que presagiaba parecían cumplirse. Las muertes del papa y Lorenzo de Medici, seguidas de hambrunas, pestes, la invasión francesa y la derrota de Florencia sucedieron tal como Savonarola predijo. Así, muchos empezaron a considerarle como el profeta de los últimos tiempos, precursor del Apocalipsis.

A raíz de las duras condiciones impuestas por los franceses después de su victoria sobre los florentinos, estos se sublevaron contra su gobierno y expulsaron a los Medici. A continuación se proclamó una república que Savonarola pasó a controlar por medio de sus fieles. Convencido de que era un enviado divino con misión purificadora, persiguió con ferocidad a los homosexuales, el juego, la bebida y cualquier tipo de vestimenta atractiva. Su policía, tanto la perteneciente a la república como la formada por sus fanáticos seguidores —los llamados piagnoni o llorones y los niños de las compañías blancas—, atacaba cualquier cosa que considerara relacionada con su idea de pecado, o fruto del mundo material y, por lo tanto, «vana». Así, se requisaban espejos, peines, maquillajes, ropas, tableros de juegos, pinturas y libros —en especial de escritores de la antigüedad— y todo ello se quemaba en las llamadas hogueras de las vanidades.

Hartos de semejante represión, los florentinos contrarios a ese estado teocrático radical —los llamados arrabbiati o indignados— se enfrentaron a los seguidores del fraile en las calles, pero fueron derrotados. Tampoco lograron gran cosa los franciscanos del convento de la Santa Croce de Florencia, que se opusieron con sus prédicas al radicalismo de Savonarola.

El nuevo papa Alejandro VI pasó a ser objeto de las violentas censuras del fraile y, aunque en un principio trató de apaciguarlo y llegar a un acuerdo, finalmente decidió actuar contra él.

Tal como se cuenta en la novela, el suprior fray Domenico de Pescia y fray Silvestro Maruffi eran los compañeros más cercanos del prior de San Marco. El segundo era sonámbulo, parecía tener dones proféticos y se dice era el origen de las profecías de Savonarola. Cuando estas dejaron de cumplirse, fue el principio del fin del fraile. El resto ocurrió tal y como se relata en la novela.

Innico y Costanza d'Avalos

Innico y Constanza eran descendientes de Íñigo d'Avalos, que participó en la conquista de Nápoles junto a Alfonso V de Aragón. Los D'Avalos fueron fieles a la dinastía aragonesa de Nápoles e Innico obtuvo el gobierno de las islas de Ischia y Procida a raíz de la primera invasión francesa de Nápoles, en un episodio relatado en Prométeme que serás libre.

Durante la segunda invasión francesa, Federico, el último de los reyes de la dinastía de Aragón napolitana, se refugió en Ischia y desde allí pactó con el rey francés la entrega de lo que quedaba de su reino a cambio de un título y sustanciosas rentas en Francia. A Innico d'Avalos, cuya familia había luchado por los reyes de Aragón contra Francia y sus aliados los nobles napolitanos angevinos, le desagradó semejante trato y dio largas al cumplimiento de la orden de entrega de las islas a Francia. El rey francés le fue presionando hasta declararle rebelde. Mientras, Innico negociaba con su amigo Bernat de Vilamarí su fidelidad al rey de Aragón, Fernando II. Obtuvo del rey que se le concediera como propio y hereditario el gobierno de las islas de Ischia y Procida, e importantes suministros de dinero y armas. Alzó las banderas de España en la pascua de Resurrección de 1503 y resistió con éxito los ataques de la flota francesa.

Junto con su hermana Constanza mantuvo en la isla una corte de artistas que vivieron protegidos de las guerras y el hambre. Murió sitiando una fortaleza angevina bajo las órdenes del Gran Capitán, y su hermana le sustituyó en el gobierno de Ischia, bajo las órdenes directas del rey Fernando de España. Los D'Avalos continuaron dando grandes militares a España y a su imperio.

Gonzalo Fernández de Córdoba, El gran capitán

Era hijo segundo de un noble andaluz de Montilla, Córdoba. Se distinguió en la guerra civil castellana en el bando de la reina Isabel y en la de Granada con innumerables hechos de armas que le proporcionaron un gran prestigio.

En 1495 partió hacia Italia con un ejército para hacer frente a la invasión francesa en apoyo del rey de Nápoles, pariente del rey Fernando de España. Fernández de Córdoba demostró de nuevo unas habilidades militares y políticas excepcionales y el reino volvió a manos de los reyes de la dinastía aragonesa de Nápoles. Antes de regresar a España, el rey Fernando le pidió que acudiese en auxilio del papa Alejandro VI y recuperara Ostia. La toma de la ciudad y su fortaleza por el Gran Capitán tuvo lugar en marzo de 1497 y los hechos acontecieron tal como se relata en la novela.

En el año 1500, en ayuda de los venecianos contra los turcos recupera Cefalonia como capitán general de las fuerzas cristianas. En 1501, el rey Fernando le nombra capitán general de Sicilia y Calabria e inicia la ocupación del reino de Nápoles según el acuerdo de repartición de aquel con Francia, tal como se explica en la novela. El rey Fernando, sabiendo que sus tropas eran inferiores, le ordena no entrar en conflicto con los franceses, pero el choque se produce porque los territorios de frontera no estaban asignados en el tratado. El rey Fernando le reprochó haberle metido en una guerra que no podía pagar. La batalla de Ceriñola, que ocurrió como se cuenta en la novela, fue determinante para la conquista española del reino en su totalidad. Y también lo fue en la historia militar, pues la estrategia innovadora del Gran Capitán cambió las técnicas de combate y fue la base de los famosos tercios españoles, que conquistaron media Europa. También son hechos históricos los motines de las tropas porque no recibían las pagas y las ejecuciones mediante horca y empalamiento. La anécdota del Gran Capitán, sus hijas y el capitán Iciar también ocurrió como se cuenta en la novela, aunque no en Barletta.

El 28 de diciembre de 1502 venció a los franceses en la batalla del Garellano, y el 3 de enero de 1503 rinde Gaeta, el último bastión francés de importancia en Nápoles.

Como gobernador de Nápoles en nombre de Fernando el Católico, el Gran Capitán concedió un salvoconducto a César Borgia. Este llegó a Nápoles el 28 de abril y fue recibido con todos los honores por Fernández de Córdoba en el Castel Nuovo. El 26 de mayo se le encarceló por orden del rey de España. Se ha especulado mucho sobre esa traición y si fue voluntaria por parte del Gran Capitán o forzada por el rey. Parece lo segundo, pues Gonzalo trató de recuperar por todos los medios el documento por él firmado y que le llenaba de oprobio en el que ofrecía asilo a César.

No fue esa la primera vez en la que ocurría algo semejante. En 1501, durante la ocupación de Nápoles, el Gran Capitán sitió Tarento, donde se encontraba el heredero de la corona napolitana. Para lograr su rendición, el Gran Capitán le ofreció otro salvoconducto al príncipe, que este aceptó. Sin embargo, Alfonso de Aragón no pudo reunirse con su padre, pues fue enviado a España como rehén, aunque tratado con todos los honores, también por orden de Fernando el Católico.

Quizá por esa razón, las relaciones entre el general y su rey se deterioraron. La situación empeoró a la muerte de Isabel la Católica, acaecida en noviembre de 1504. Fernando se vio expulsado de Castilla por la nobleza castellana mientras Felipe el Hermoso, esposo de su hija Juana la Loca, nueva reina de Castilla, conspiraba en su contra.

Gonzalo Fernández de Córdoba debía lealtad a Castilla, y el reino de Nápoles, aunque incorporado por derechos dinásticos a la Corona de Aragón, había sido conquistado por tropas mayoritariamente castellanas.

Fernando, presionado entonces por Francia, su secular enemigo, y frente a la eventualidad de que Castilla se pusiera también en su contra, cambió de estrategia y se casó con la princesa francesa Germana de Foix, cerrando un pacto con Francia.

Esa situación debió de llevar al Gran Capitán a cuestionarse su lealtad a Fernando el Católico. La prueba es que cuando el Gran Capitán supo que el rey viajaba a Nápoles para tomar posesión del reino, se encontraba preparando la invasión de Ischia, gobernada por Constanza d'Avalos, que no rendía cuentas al Gran Capitán como virrey de Nápoles, sino directamente al rey Fernando. Dada la situación estratégica de Ischia y Procida, ese debía de ser el primer paso para apoderarse del reino. Unos meses después de su llegada a Nápoles, en 1507, Fernando el Católico destituyó al Gran Capitán como gobernador y este regresó a España, a su posesión de Loja, donde murió en 1515.

Durante su retiro quiso regresar a la acción y fue reclamado desde Italia para que dirigiera los ejércitos de las alianzas que España, el papa y otros estados habían formado para combatir de nuevo a los franceses. Pero Fernando el Católico, por temor o por venganza, impidió siempre su regreso.

Bernat II de Vilamarí

En Barcelona hay una calle dedicada a Bernat II de Vilamarí, quien además cuenta con un espectacular mausoleo renacentista de mármol blanco en la abadía de Montserrat.

Pertenecía a una ilustre estirpe de marinos. Era sobrino del almirante Bernat I de Vilamarí, fallecido en 1463, y sucedió a su primo Joan de Vilamarí en el almirantazgo a la muerte de este. Obtuvo una amplia experiencia en el combate marítimo, en especial en oriente, contra los turcos, bajo las órdenes de sus antecesores, y heredó de estos los títulos de señor de Palau Sabardera en el Ampurdán y Bosa en Cerdeña.

Se distinguió en numerosas empresas militares y fue decisivo en la victoria del rey en la guerra civil catalana al bloquear el puerto de Barcelona. Siempre con permiso del rey, combatió en distintas épocas a sueldo de Florencia, de Nápoles y del papa. Luchó contra los turcos, venecianos, genoveses y franceses, y contra corsarios y piratas. Sin embargo, hay pruebas evidentes de que, tal como hicieron sus antecesores, practicó el corso y la piratería cuando le resultó necesario.

En 1489, el rey Fernando ordenó expresamente el cese del corso, actividad en la que los Vilamarí se habían distinguido. El almirante no debió de ser demasiado obediente, pues el rey ordenó en 1492 el desguace de su flota por asaltos a naves genovesas en tiempo de paz y por reclutar tripulaciones y galeotes a la fuerza. En cualquier caso, el rey Fernando revocó la orden unos meses después cuando precisó de su flota para pacificar el Rosellón.

Tal como se relata en esta novela y en Prométeme que serás libre, en 1495, a raíz de la invasión francesa, transportó con su flota al rey de Nápoles junto con su familia y a Innico d'Avalos a la isla de Ischia. Allí, Innico fue nombrado gobernador en sustitución del anterior, al que el rey ejecutó por traición.

Participó en las guerras de Nápoles y se convirtió en un personaje determinante en las victorias españolas. Cuando el último rey napolitano cedió su reino a Francia, Vilamarí negoció con Innico d'Avalos la entrega de sus islas a España, como se refleja en la novela, y tuvo que refugiar su flota varias veces en Ischia ante la superioridad francesa.

En 1504, a raíz de la conquista española del reino, fue nombrado conde de Capacio, lo cual no le impidió continuar batallando contra turcos, venecianos, franceses y otros, bajo las banderas de España o como mercenario cuando el rey no necesitaba sus servicios.

Se casó con Isabel de Cardona, hermana de Joan de Cardona, gobernador de Nápoles, al que el almirante sustituyó en el cargo en 1513. A su vez, su sobrino Lluís Galzará de Vilamarí le sustituyó a él al mando de la flota. Presidió las primeras cortes de Nápoles y, junto a su cuñado, consiguió evitar la implantación de la Inquisición en Nápoles, persuadiendo (algo nada fácil de hacer) al rey Fernando de España.

A la muerte del rey, su sucesor, Carlos I, le confirmó en cargos y honores, aunque el viejo almirante solo sobrevivió al rey Fernando dos meses. Murió en marzo de 1516.

Los Reyes de España

Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón no solo sentaron las bases de la España moderna, sino que construyeron el imperio español que heredó Carlos I.

Isabel y Fernando eran primos, por lo que precisaban de dispensa papal para casarse. Lo habían hecho con una bula falsa, y fue Alejandro VI, cuando aún era el cardenal Rodrigo de Borgia, quien les entregó la bula papal que legalizaba su unión. También fue Alejandro VI quien les concedió el título de Católicos y empezó a llamarlos reyes de España. Lo último comportó una airada protesta del rey de Portugal, puesto que el término España hasta aquel momento se había usado como el antiguo de Hispania o el actual península ibérica. Aun así, la relación de los Reyes Católicos con Alejandro VI fue en muchos momentos de franca enemistad…

Fernando ayudó a su esposa en la guerra civil castellana hasta que esta, después de proclamarse reina, venció toda oposición. Sus reinos también contribuyeron, en la medida de sus posibilidades, en la guerra de Granada. Una vez conquistada, pasó a incorporarse a Castilla. Por su parte, Castilla, que era demográfica y económicamente mucho más potente que los territorios de la Corona de Aragón, aportó sus ejércitos y al Gran Capitán a la conquista de Nápoles, que se incorporó a Aragón.

En la novela se menciona casi exclusivamente al rey Fernando porque la acción ocurre en sus territorios y porque su esposa había delegado la mayor parte de la política internacional en él. En especial, después del quebranto que la reina sufrió con la muerte de su primogénito Juan en 1497 y de su hija Isabel al año siguiente. La reina Isabel falleció en 1504, antes del final de la acción de la novela, y Fernando lo hizo en 1516.

Los episodios del rey con Vilamarí y el Gran Capitán relatados en la novela, en especial la falta de envío de fondos para las campañas bélicas, son ciertos. También su uso de la Inquisición como instrumento político y como fuente de ingresos.

Fue sin duda un habilísimo político y ejemplo para El príncipe de Maquiavelo. Entre otras cosas, Niccolò dei Machiavelli dice de Fernando II de Aragón que es un modelo porque partió de muy poco y se convirtió en un gran príncipe que supo mantener sus conquistas. También dijo de él que «predica continuamente la paz y la lealtad siendo en realidad enemigo de ambas; de hecho, si hubiera observado la una y la otra, habría perdido repetidamente el prestigio y el estado» y «es un hombre que consigue grandes conquistas bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad desconoce los principios de la piedad y la humanidad». A pesar de lo anterior, Maquiavelo expresa su admiración por el rey al escribir: «Al actual rey de España Fernando de Aragón se le puede considerar un príncipe nuevo porque de ser un rey débil, se ha convertido por fama y por gloria en el rey más grande de la cristiandad, y si consideráis sus acciones, veréis que todas ellas han sido grandísimas y algunas, extraordinarias».

UBICACIONES DE LA NOVELA

Calles de Barcelona

Se ha usado un plano de la ciudad del año 1492, conservado en el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona y que aparece reproducido en el libro. Durante el tiempo que transcurre desde el año 1484 —en el que se inicia la acción de Prométeme que serás libre— a 1514 —en que termina la de Tiempo de cenizas—, la estructura urbana de la ciudad, dada la penuria económica existente, no varió, por lo que dicho plano refleja exactamente la Barcelona en la que se desarrollan ambos relatos. Los nombres de las calles y su ortografía se han mantenido según aparecen en el mapa. Así, las calles que hoy son Canvis Vells y Canvis Nous aparecen como Cambis Vells y Cambis Nous. Boquería aparece como puerta de la Bocharia, donde se extendía el mercado y la calle de la Bochia.

Para recorrer la Barcelona de la época en el plano mencionado y seguir los pasos de los protagonistas, el lector deberá acceder a través de mi página oficial —www.jorgemolist.com— a «Tiempo de cenizas» y «Barcelona» o ir directamente a www.tiempodecenizaslanovela.com o a www.barcelona1492.com.

La librería de Joan y Anna

En la época de la novela, existía efectivamente una librería en la calle Especiería, hoy Llibreteria, esquina con la calle Paradís. Tenía dos entradas, una por la calle Paradís y otra por Especiers, que daba a la plaza de Sant Jaume. Fue inaugurada en el año 1495 por Hans, el sobrino de Anton Koberger, el gran editor de Nuremberg. Podemos afirmar así que Koberger era una multinacional del libro que editaba en latín. En 1497, la librería se traspasó a un librero napolitano, Antoni Gontier, que pagaba un alquiler de siete libras y quince sueldos. La librería fue vendida de nuevo en el año 1504, fecha en que la compra, en la ficción, el matrimonio Serra.

El puente del Rey Martí

El puente del Rey Martí unía el palacio real con la catedral, cruzando por encima de la calle dels Comtes, y conducía a una tribuna construida en tiempos del rey Martín el Humano desde donde el monarca podía asistir a la misa sin mezclarse con el pueblo. Hoy aún puede verse al acceso a dicho puente en la parte izquierda de la portada de San Ivo de la catedral a la altura del primer piso. El puente debió de desaparecer al construirse el palacio del Lloctinent en 1549 o en la reconstrucción de la catedral del siglo XIX.

El Canyet

No aparece en el mapa antes referido, pero se encontraba en la zona del actual cementerio de Poblenou. La calle de la Llacuna recuerda aún la zona pantanosa y de lagunas que en su momento existía en el lugar y que describe la novela.