Enfundada en su bata, Julia tomó un sorbo de brandy. Su cuerpo notaba los efectos del cansancio y el sexo. Se preguntó si aquella sería la sensación que tendría al verse tirada en una playa de arena tras librar una dura batalla con un mar tempestuoso. Se sentía agotada, exultante y aturdida después de haber sobrevivido a la violencia y la extraña belleza de algo tan primitivo como intemporal.
A medida que su pulso se estabilizaba y su mente se despejaba, la palabra que Paul había mencionado antes de arrastrarla a aquel proceloso mar resonaba en su cabeza.
Asesinato.
Julia sabía que aunque en aquel momento estuvieran juntos en el sofá, sumidos en un silencio íntimo, el equilibrio que había entre ellos podría romperse con suma facilidad. Por muy desenfrenado que fuera el acto sexual en sí, era en la calma que venía después, en aquel momento en que el aire se refrescaba y se volvía menos denso, cuando necesitaban acercarse el uno al otro. Y eso no solo pasaba por cogerse de la mano, sino que exigía una vez más ese pequeño ejercicio vital de confiar en el otro sin reservas.
—Como ibas diciendo —empezó Julia, haciendo sonreír a Paul.
—Mira, Jules, los hay que te llamarían perseverante, y otros sencillamente pesada.
—Soy una pesada perseverante —dijo Julia, colocándole una mano en la rodilla—. Paul, necesito oír tu versión. Si Eve pone alguna objeción a lo que me cuentas esta noche, la cosa quedará ahí. Ese es el trato.
—Integridad —murmuró Paul—. ¿No es eso lo que dijo Eve que admiraba de ti?
Paul le acarició el cabello, y así permanecieron sentados un instante antes de que Julia volviera a hablar en voz baja.
Presa de la agitación, Julia se levantó para servirse más brandy. No había dicho una sola palabra durante el relato de Paul sobre cómo había muerto el contrincante de Damien, asesinado, según las sospechas de Eve, por orden de Delrickio.
—Nunca más volvimos a hablar del tema —había dicho Paul para terminar—. Eve se negó. Priest se hizo con el título y se retiró. El divorcio entre ellos armó cierto revuelo, pero con el tiempo la cosa se fue calmando. Cuando ya pasó todo comencé a ver por qué Eve había actuado como lo había hecho. No se podía demostrar nada. Delrickio habría mandado matarla si Eve lo hubiera intentado.
Antes de intentar hablar, Julia tomó un sorbo de brandy y dejó que el ardor del alcohol le templara la voz.
—¿Por eso estabas en contra de la biografía? ¿Temías que Eve contara esta historia y pusiera su vida en peligro?
Paul la miró desde el sofá.
—Sé que lo hará, en el momento y el lugar adecuados con el método apropiado. No lo habrá olvidado, ni perdonado. Si Delrickio cree que Eve te lo ha contado y que tú piensas ponerlo por escrito, tu vida tendrá tan poco valor como la suya.
Julia lo miró mientras se sentaba a su lado. Tendría que plantear lo que quería decir con cuidado. Después de tantos años acostumbrada a valerse por sí misma y tomar sus propias decisiones, el hecho de seguir sus propios códigos le hacía difícil explicarse.
—Paul, si hubieras creído de veras que acudiendo a la policía se habría hecho justicia, ¿te habrías desentendido del tema?
—No se trata de eso…
—Puede que a estas alturas ya no se trate de eso. Es cuestión de instinto y emoción, y de esa infinita escala de grises que separa el bien del mal. Eve cree en lo que está haciendo con este libro. Y yo también.
Paul cogió un purito y encendió una cerilla con violencia.
—Poner la vida de uno en peligro por alguien que lleva muerto quince años no tiene sentido.
Julia estudió el rostro de Paul, ensombrecido por la luz de la lámpara y el humo.
—Eso sería si yo pensara que tú creías que yo no estaría aquí contigo. No —dijo Julia antes de que Paul pudiera hablar—. Lo que hay entre tú y yo no es solo algo físico. Te entiendo, y creo que tengo derecho a pensar como he pensado desde el principio. Por eso tenía miedo de dejar que pasara algo. Ya me dejé llevar una vez por los sentimientos. En aquella ocasión me equivoqué, pero como el resultado de mi error fue Brandon no me arrepiento. Esto… —Julia posó una mano sobre la de Paul, entrelazando lentamente sus dedos con los de él—. Es más, y menos. Más importante, y menos superficial. Te quiero, Paul, y el amor que siento por ti me obliga a confiar en mi instinto y a respetar mi conciencia, no solo contigo, sino en general.
Paul se quedó mirando la punta encendida del purito, sintiéndose más humillado por sus palabras de lo que habría creído posible.
—No me dejas mucho espacio para la discusión.
—Tampoco me lo dejo a mí misma. Si te pido que confíes en mí, significa que tengo que confiar en ti. —Julia alzó la vista de sus manos entrelazadas para mirarlo a los ojos—. No me has preguntado sobre el padre de Brandon.
—No —respondió Paul con un suspiro. Tendría que evitar expresar sus objeciones por el momento. Era posible pero poco probable que tuviera más suerte con Eve. El hecho de que Julia se ofreciera de forma voluntaria a hablar sobre el padre de Brandon significaba que habían escalado un muro más—. No te he preguntado porque confiaba en que harías precisamente lo que estás a punto de hacer —le dijo sonriente—. Y soy lo bastante arrogante para estar seguro de que lo harías.
Julia se rio, y el sonido quedo y acogedor de su risa hizo que Paul se relajara.
—Y yo soy lo bastante arrogante para no habértelo contado si me hubieras preguntado.
—Ya, eso también lo sé.
—Ahora ya no es tan importante como fue en su día mantenerlo en secreto. Supongo que se ha convertido en una costumbre, y pensaba, y sigo pensando, que lo mejor para Brandon es que no se hable mucho del tema. Si me pregunta, y algún día lo hará, le contaré la verdad. Que yo amaba a su padre, como ama una chica de diecisiete a alguien que tiene idealizado, de manera romántica y sin pensar. Él estaba casado y de lo que me arrepiento es de haber permitido que mis emociones pasaran por alto aquel hecho. En el momento en que mantuvimos relaciones él estaba separado de su mujer, o eso decía. Yo estaba demasiado entusiasmada para no creerlo y hacerme ilusiones pensando que se casaría conmigo y al final, bueno, me arrolló.
—Él era mayor.
—Catorce años.
—Le tendrían que haber hecho un nudo en la polla.
Por un instante Julia se lo quedó mirando; luego, la ordinariez del comentario expresado con aquella voz tan elegante y serena le hizo reír a carcajadas.
—Le habrías caído bien a mi padre. Estoy segura de que habría dicho algo muy parecido si lo hubiera sabido. —Julia lo besó con fuerza y volvió a arrellanarse en el sofá mientras él seguía con la mirada perdida en las sombras—. Sé que la responsabilidad fue más suya que mía. Pero una chica de diecisiete años puede ser muy persuasiva.
Julia le habló largo y tendido sobre Lincoln, sobre el torrente irreflexivo de sentimientos que la abocó a aquella relación, sobre su miedo al embarazo resultante y sobre el dolor que le produjo la deserción de Lincoln.
—Dudo que cambiara nada de ello. Si me viera de nuevo en la misma situación, seguiría sin contárselo a mis padres antes de arriesgarme a añadir una capa más de sufrimiento sobre mi padre. Lincoln era como un hijo para él. Y desde luego no cambiaría aquel incómodo revolcón en el sofá, pues sin él no existiría Brandon. —Cuando Julia sonrió, lo hizo con una expresión de serenidad y seguridad en sí misma—. Él me ha dado los mejores diez años de mi vida.
Paul quería entenderla pero no podía superar la furia instintiva que sentía al pensar que todo aquello le había ocurrido cuando no era más que una niña, una niña que había sabido asumir sus responsabilidades con más conciencia y dignidad que un hombre que casi le doblaba la edad.
—¿Y no mantiene el contacto contigo, ni con Brandon?
—No, y a estas alturas de mi vida me alegro. Brandon es mío.
—Qué lástima —dijo Paul con voz suave—. Sería un placer matarlo por ti.
—Mi héroe —exclamó Julia, rodeándolo con sus brazos—. Pero por mí no hace falta, Paul. Eso es agua pasada. Creo que ahora tengo todo lo que necesito.
Paul cogió la cara de Julia entre sus manos y se la acarició con los pulgares.
—Asegurémonos de ello —murmuró Paul antes de besarla.