Era exactamente como Boone esperaba que fuera. Había tasajo, hervido y cocinado con nabos de pradera machacados, y un cálido fuego en el círculo de piedras, y Ojos de Cerceta trasteaba mientras lo vigilaba con el rabillo del ojo, con el rostro expectante a lo que sus oídos o sus ojos pudieran captar. Boone gruñó y se sentó y comió de un cuenco y después encendió la pipa con el tabaco negro del comerciante mezclado con corteza de sauce rojo. Tenía una pipa de roca blanda, con una cazoleta redonda sobre una base cuadrada y boquilla de madera de sauce. La había fabricado él mismo, siguiendo el estilo de los pies negros, y aunque no era tan vistosa como las que hacían otras tribus, era dulce y de suave calada. La examinó mientras fumaba, dejando que su mente diera vueltas a las cosas pausadamente.
Un poco después, sin mirar a Ojos de Cerceta, Boone dijo en el idioma de los pies negros:
—Regresarás con Cuerno Rojo y esperarás.
No hizo falta que ella dijera nada, no con la expresión alarmada en su rostro.
—Después de seis noches partiremos —dijo Boone contándose los dedos. Dejó que su mirada se cruzara con la de ella mientras daba una calada a la pipa—. Pelo Rojo, el hombre blanco, dos Medicina Mala y yo.
Ella inclinó la cabeza y sus manos temblaron levemente sobre su falda de piel.
—Prepararé la ropa de invierno.
Era una de las cosas por las que él la admiraba; nunca discutía. A pesar de todo lo que pudieran decir sus ojos, o su rostro o sus manos, la boca no lo expresaba. Él decía lo que pensaba y eso era todo, y no tenía que discutir sobre ello. Le ahorraba a uno un montón de problemas.
Los ojos de ella lo miraron interrogantes una vez más.
—Cuando lleguen los grandes vientos regresaré, o más pronto si se abre el invierno, cuando el gran búho anide.
—¿Regresarás? —preguntó ella sin mirarle.
—Cuando lleguen los grandes vientos, o antes.
—¿Regresarás a los piegan?
—¡Ya te he dicho una vez que sí! —respondió Boone ásperamente y en inglés—. ¿Es que crees que tengo intención de quedarme con los flathead o los snake o con alguien más?
—Todos los días miraré al oeste —dijo en voz baja, mirándose las manos.
—Supongo que tú podrías encontrar otro hombre, llegado el caso —ella se levantó, sin hablar, como si sus palabras le hubieran dolido profundamente—. A Jim no le importaría quedarse contigo, supongo.
El viento soplaba arriba en las copas de los pinos y una ráfaga se coló por el respiradero de la tienda y persiguió al humo en el interior. La oscuridad era cada vez más profunda en la tienda, haciendo que el fuego pareciera más nítido. Esa noche dormiría sobre su rifle. Uno nunca sabía lo que un blood loco podía tener en mente tras atiborrarse de agua de fuego.
Ojos de Cerceta ya estaba bajo la manta cuando él se metió y se tumbó con los pies hacia el fuego. Se quedó allí echado dejando que los pensamientos fluyeran por su cabeza, pensando que Ojos de Cerceta estaba dormida. Pero entonces la mano de ella se aproximó y apenas le tocó y su voz sonó:
—Brazo Fuerte tendrá un hijo.
—¡Dios mío! —dijo él; reflexionó un poco más sobre ello y volvió a exclamar—: ¡Dios mío!
Se preguntaba qué aspecto tendría su hijo y cómo sería. Le hacía sentir a uno más sólido y más real el saber que tenía un cachorro.
Se durmió pensando en ello. En una ocasión se despertó, y le pareció que Ojos de Cerceta se agitaba bajo la manta, y que escuchaba un sollozo contenido, pero sólo se trataba del viento canturreando entre los palos de la tienda y el fuego moribundo.